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“Verdor”: la singularidad de N. Hardem

El rapero colombiano presenta su primer trabajo de larga duración en el que cuenta con colaboraciones de lujo: Edson Velandia, Briela Ojeda, Lianna, Pablo Watusi y Gambeta.

Sara Kapkin
12 de marzo de 2021 - 02:00 a. m.
N. Hardem empezó a descubrirse con temas como “Gris” (2010), cuando todavía estaba en el colegio. Un par de años después publicó “Cine negro” (2014). / Juan José Ortiz Arenas
N. Hardem empezó a descubrirse con temas como “Gris” (2010), cuando todavía estaba en el colegio. Un par de años después publicó “Cine negro” (2014). / Juan José Ortiz Arenas
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Nelson Enrique Martínez parece haber vivido varias veces. De ahí, de todas esas vidas, parece emanar su musicalidad, su misticismo, el vigor y la potencia de ese cuerpo flaco que se fortalece en su propósito de dar, de ser un canal y dar a otros lo que ya de otros fue recibido. Y todos esos otros que lo constituyen se ven retratados en Verdor, el primer trabajo de larga duración donde N. Hardem deja ver a Nelson al retratar cada una de esas vidas que le dan vida.

Verdor es un camino de encuentro trazado a partir de la reconciliación. “Para mí, este disco ha sido como tratar de llevar un encuentro más cercano a la voz propia, pero también es la reconciliación y la sanación un poquito. No recuerdo el momento crucial, no sé si fue durante el proceso, no sé si fue después de acabar la música, no sé si fue en la posproducción, no sé si ha sido en el tiempo reciente, pero ahora me siento mucho más en paz con lo que sea que me tuviera que reconciliar”, dice Hardem.

Más o menos desde los ocho años, Hardem recuerda estar rimando pensamientos, pensando en canciones. Más o menos en esos mismos años fue consciente del racismo de su entorno. Todo lo que de puertas para adentro era alegre y atesorado: la tradición, los encargos decembrinos de Quibdó, el pescado, la música, de puertas para afuera era menospreciado, incomprendido. (Le recomendamos: Daniella Álvarez habla de cómo ha sido su regreso a la televisión).

“Uno de niño conviviendo con el racismo al punto que lo hacen sentir avergonzado de quien es uno… Luego el adolescente que reniega de todo eso que uno es también, que le hace el feo a todo. Y una vez que pasó esa adolescencia, desde que yo empecé a buscar… me encontré rap puesto en lugares cercanos”, comenta Hardem.

Y el rap ha sido un instrumento para volver sobre su vida, recordar, analizar con minucia, repensar situaciones y resignificar lo que hiciera falta. Aceptarla. Porque es su singularidad lo que hace la diferencia, y en Verdor prevalece. El rap ha posibilitado esa reconciliación fundamental, pues como instrumento permite integrarlo todo, ensamblar piezas disímiles para crear un universo propio de posibilidades infinitas que desafían el espacio y el tiempo.

Verdor pasa de un cuartico en el centro a esas oscuras y azarosas calles de Chapinero en Bogotá, de las escaleras de un edificio en el Bronx a escenarios en teatros majestuosos, de plantaciones al sur de Estados Unidos a un chapuzón en las aguas de algún río en medio de la espesa selva chocoana. Es hundirse hasta el fondo y desde allí impulsarse para volver a sacar la cabeza y respirar, respirar hondo. Son rones de más y cigarros de menos. Golpes de tambor, latidos. Es bailar con la muerte y hacerla perder el paso. Son celebraciones pasadas, lecciones aprendidas y la convicción de que todo va a estar bien pase lo que pase. No importa lo que pase.

Y da cuenta de lo que decía el músico y poeta Gil Scott-Heron, que la forma de uno, saber cómo se ve realmente, está en la expresión, en la cara de los demás. Verdor es el primer disco en el que Hardem trabaja de la mano de varios beat makers, y es el que más colaboraciones incluye también. Es Hardem en la expresión de AvenRec, El Arkeólogo, Alma, Ruzto, Lianna, Briela Ojeda, Edson Velandia y su hermano Pablo Watusi Martínez. Es reconocerse en la expresión de ellos, poder ver en esos rostros a Nelson Enrique Martínez, el tercer Nelson de la familia materna.

“Eso fue de las cosas más ‘chimbas’, que todos me permitieron pintar con sus paletas, personas que han sido mis maestros y gente que cada uno en su vuelta es muy ‘tesa’. Como que llegaron a la zona y… o nos dejamos guiar o me permitieron guiarlos y hacer algo con todo eso tan áspero y tan poderoso que cada uno tenía. Es magia, para mí no hay otra explicación. Quién sabe si vuelva a suceder”, cuenta Hardem. (Le puede interesar: Arcángel se disculpa tras expresiones machistas que indignaron a Anitta).

N. Hardem empezó a descubrirse con temas como Gris (2010), cuando todavía estaba en el colegio. Un par de años después publicó Cine negro (2014), un disco colaborativo con Soul AM, que procuró una búsqueda más estética que discursiva, con el que se ubicó en el mapa del rap y traspasó las fronteras capitalinas. Los trabajos publicados a partir de entonces: Tambor 1 (2015), Lo que me eleva (2017), con El Arkeólogo; Rhodesia (2018) con Las Hermanas, y Tambor 2 (2019) fueron dando cuenta de su singularidad, de su virtuosismo. Rápidamente se convirtió en una de las caras más visibles del rap a pesar de su sigilo. Verdor es un disco aparte. Un camino-encuentro con la voz propia. Es no querer ser, sonar ni parecerse a nada más que a sí mismo, así el propósito de ser él mismo nunca se realice.

“El disco se fue dando naturalmente, yo tenía alguna noción de hacia dónde quería ir, pero como todo lo demás del trabajo se fue presentando naturalmente. Hay cosas escritas desde muchos lugares distintos, pero todos acuden a la naturalidad. De hecho, las canciones que quedaron ahí fue porque se escribieron así dentro del chorro, cuando uno agarra la corriente o la corriente lo agarra a uno y si… hay ciertos sonidos, ciertas herramientas en el lenguaje, ciertas sonoridades en las palabras también que estaban ahí, quién sabe cómo y por qué, pero el espíritu del disco es bastante libre. Siento que el disco fue una escuela, y ahora, en el lugar en el que estoy, sé que debo estar ahí, sé que debo aprender de ahí, sé que quiero estar y aprender de ese lugar, de mi hermano, de los que vinieron antes de nosotros, escuchar esas músicas. No sé si entenderlas, pero al menos ir… y llegarles pues, y ver si puedo nadar con ellas también”, concluye Hardem, el rapero más arisco e insigne de Bogotá.

Por Sara Kapkin

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