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Wilson Manyoma Gil, más conocido como Wilson Saoko, nació y creció en la popular comuna 8 de Cali. Su padre, Rufino Manyoma, abandonó a la familia y doña Esneda Gil, chocoana, tuvo que hacerse cargo de sus tres hijos, trabajando de cocinera y lavandera de ropa de dotación de la empresa Propal. Sin ley ni orden, el joven Wilson vivía en la calle, pero fueron sus andanzas y aventuras las que edificaron al gran Saoko.
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A los trece años, él y un amigo tomaron el tren desde Cali hasta Buenaventura. Terminaron en La Pilota, un refugio de marineros, malandrines y rebuscadores. “Ahí nos anclamos. Yo me dediqué a lavar los platos en esos sitios y a hacerles mandados a las prostitutas para ganarme la comida y la dormida”.
En Buenaventura conoció al coleccionista Próspero, famoso por su bar de salsa. Desde Nueva York le llegaban los discos de la Fania. Estuvo en eso durante unos siete meses, hasta que unos familiares lo reconocieron y lo mandaron con doña Esneda, quien lo recibió en Cali con una pela que todavía le duele.
Wilson Saoko no había soñado ser músico, sino futbolista. Llegó a estar en la primera escuela del América. Era delantero, pero cuando empezó a cantar, el balón quedó guardado debajo de la cama. No obstante, la vena musical la traía por genética, solo que tardó 52 años en enterarse. “Me llevaron con la orquesta para los carnavales de Tumaco. Una persona me dice: ‘Mira, el que está tocando la guitarra y cantando ahí con un grupo es tu papá’”. Lo conoció hace apenas 17 años, la primera y única vez que lo vio. Ese día su padre le pidió perdón.
La Sonora Juventud
Estudiaba en la escuela República de Paraguay, en Cali, cuando un profesor descubrió su talento. En la hora cultural empezó imitando a los boleristas callejeros que vivían en la comuna 8, donde nacieron muchos grupos musicales.
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Saoko esperaba a su mamá todas las noches en una esquina para ayudarle con la tula llena de uniformes de operarios de Propal. En esa esquina funcionaba el grill Nuevo Mundo, donde se presentaban grupos musicales y bailarines en vivo. Ahí él escuchaba a Peregoyo y su Combo Vacaná, Markitos Micolta, Los Supremos, Piper Pimienta y Alfredito Linares.
Un vecino, que era trompetista de la Sonora Juventud, lo llevó como utilero al grupo. En ese momento el cantante era el Negro Chará, de Villanueva. Así se enlazó con la Sonora Juventud y cuando se quedaron sin cantante vino su oportunidad.
Luego pasó a la orquesta de los hermanos barranquilleros Ospina. “Era de clubes. Empleaban a un solo cantante. Yo tuve que aprender a cantar la música de Pastor López, de Nelson Henríquez, cantaba boleros. Estar ahí me formó más”.
Encuentro con Fruko
Su amigo Dagoberto Gil, que sabía de sobra de su talento, lo llevó a Medellín a hacer pruebas en Discos Fuentes. Así fue como en 1973 conoció a Julio Ernesto Estrada, el maestro de Fruko y sus Tesos.
“Me dijo: ‘bueno, Wilson, ¿qué nos propones?’. No sé por qué me salió algo nostálgico y le canté unas letras ahí que se fueron componiendo y descomponiendo y salió Tú sufrirás”. Sin reparos, Fruko se enamoró de su voz, distinta de la de Joe Arroyo. La voz de Wilson es grave, perfecta para completar Ayunando, un disco que estaba casi listo. El maestro Fruko descartó a otros aspirantes y le dijo a Wilson: “Mañana, a las 5 de la tarde, lo espero aquí”.
Al día siguiente se estrenó como cantante y compositor. Tú sufrirás se volvería un éxito. Luego de grabarla, Fruko le pidió que se aprendiera unas estrofas y, gracias a su facilidad para memorizar las letras y el bagaje callejero de improvisar pregones, en ese mismo disco sacaron Mosaico santero y Lamento del campesino.
Su segunda grabación con Fruko fue El caminante (1974), en el que hizo las voces de Rumbero soy, Vamos a gozá y Rumbita loca (con Joe Arroyo). De ahí en adelante siguió una fila de éxitos, y junto al Joe (Álvaro José Arroyo) y Piper Pimienta (Edulfamid Molina Díaz) inauguraron la época dorada de la salsa en Colombia.
“El preso”
La canción compuesta por Álvaro Velásquez inicialmente iba a ser un vallenato; pero, con el arreglo por Juan Carlos Montoya, le quedó como un guante a Saoko. Al leerla recordó la noche en que iba por La Alpujarra y unos policías “se enamoraron de él” por su pelo afro, su forma de vestir y sus candongas. Como no pudieron quitarle nada de eso, lo detuvieron.
Pasó la noche encerrado, compartiendo la celda con malandros, que por suerte no le hicieron nada. Un policía del Chocó que lo reconoció se apiadó de él y pidió que llamaran a Discos Fuentes. Como un rayo, el maestro Fruko apareció en la estación y lo sacó.
Cuando terminó de grabar El preso, hubo un silencio. Los pregones que le puso y el característico grito del inicio no fueron planeados, fluyeron con naturalidad y así quedó la canción. El sentimiento que le imprimió Saoko bastó.
Esta canción salió en el elepé Fruko, el grande (1975). Al lado de El preso, el álbum incluyó diez temas más, entre ellos Los charcos. El preso se convirtió en una pieza esencial de la música colombiana: marcó un antes y un después en la historia.
El tema lo catapultó a la fama, pero no fue sino el comienzo. Con Fruko se hicieron siete álbumes más: El bárbaro (1976), con Corazón vacante, Tocando madera y Cariño; El patillero (1977), que incluye Mi río Cali, Sabré olvidarte, Madre querida; El cocinero mayor (1978); también se lanzó el sencillo Distancia; El teso (1979), El espectacular (1980), El mejor (1981), que incluye el éxito El son del tren, y por último El genio (1982), en el que están Anita, tun tun y Mosaico santero n.° 2. Pero en plena década del 80 Joe Arroyo decidió retirarse de la agrupación y en ese tiempo Wilson Saoko estaba viviendo excesos que lo alejaron de los estudios de grabación y las tarimas. Por fortuna, logró superarlos aferrándose a sus creencias religiosas.
La leyenda viva
Aunque se separó de Fruko y armó con su hermano Hermes la orquesta La Decisión, los lazos con el maestro se mantuvieron y en repetidas ocasiones se volvieron a encontrar.
En 1985 fue artista invitado en el álbum El magnífico con Fruko. Cuatro años más tarde, reapareció junto a Fruko en El padrino de la salsa. A mediados de los años 90, participó con Chucho Nuncira en los álbumes Sones y montunos y Guarachas, guajiras y boleros, ambos del sello Fuentes. En el 98, se conformó la tripleta Fruko, Saoko y Ballestas, que lanzó el álbum Esto sí es salsa de verdad. En el 2000, regresaron con Fruko Power, y volvió a cantar en We are Salsa - Wild Salsa, un compendio de canciones salseras colombianas.
Actualmente, Saoko está dedicado a su orquesta, de catorce músicos, en Barranquilla. A sus casi setenta años no para de hacer música y complacer al público con los éxitos que lo convirtieron en un grande de la salsa.
*De la Fundación Color de Colombia.