Xavi, del góspel a los corridos tumbados
El cantante mexicoestadounidense, de 19 años, ocupó la posición número uno global de Spotify y el tercer lugar en el Hot 100 de Billboard. En entrevista para El Espectador, habló de sus inicios en la música góspel y cómo pasó a los corridos tumbados. También se refirió a Medellín, ciudad donde se presentará en el marco del concierto La Eterna de la Feria de las Flores.
Alberto González Martínez
Durante la conversación se mostró inquieto aunque afable. Me recibió en la pantalla con un saludo efusivo. Alcancé a dudar de si hablaría con un conocido que vive en Estados Unidos o con aquel joven que alcanzó, con una de canciones, el primer lugar global de Spotify y estuvo en el top tres de Billboard. Ese lugar tan anhelado por los artistas de la industria.
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Durante la conversación se mostró inquieto aunque afable. Me recibió en la pantalla con un saludo efusivo. Alcancé a dudar de si hablaría con un conocido que vive en Estados Unidos o con aquel joven que alcanzó, con una de canciones, el primer lugar global de Spotify y estuvo en el top tres de Billboard. Ese lugar tan anhelado por los artistas de la industria.
Una hazaña que no ha podido conseguir ningún artista del regional mexicano. Ni Carin León, ni Christian Nodal, ni Peso Pluma ni ningún otro con mayor trayectoria en el género. Una hazaña que aún él no entiende muy bien cómo se logró y aún parece no creer.
Probó la gloria a sus 19 años, los mismos que tiene ahora. Compone y canta sus propios temas. Antes cantaba los de otros. En algunos videos se ve con menos años, junto a sus padres, interpretando algunas canciones con ellos. Toda su familia tiene el don de la música. Aunque los vericuetos de la vida y de las redes sociales hicieron que fuera él quien sobresaliera.
Desde niño le dicen Xavi, una forma cariñosa de referirse a su segundo nombre. Joshua Xavier Gutiérrez le dicen cuando se trata de algo más serio. Desde los 10 años aprendió a tocar la guitarra y comenzó a cantar en la iglesia. Lo hizo tratando de emular el canto apasionado de su abuelo.
—Desde ese momento me enamoré de la música —recordó el joven.
Aún tímido con el público, se presentó casi a la fuerza en un talent show de su colegio, o escuela, como le dice. Sus papás lo animaron para que participara, pero él no quiso entregar su inscripción. Estaba lleno de nervios. Cuando volvió a su casa, su mamá, quizá presintiéndolo, le revisó el bolso. Entonces ella misma tuvo que inscribirlo.
Cantó “Baby”, de Justin Bieber, de quien era fanático y tenía el cabello como él. No ganó el concurso, aunque sí un momento memorable, dijo, mientras que, de forma inesperada, se fue la imagen de Xavi que tenía en mi pantalla. Esperé unos segundos y volvió cantando con su voz rasgada y de manera jocosa: “Se me apagó el teléfono”. Sonreímos, pidió disculpas por su fallo técnico y seguimos en la conversación.
¿Cómo pasó de cantar en una iglesia a cantar “La diabla”, el éxito que lo catapultó?
Se dio, carnal, simplemente, gracias a Dios. Fue algo inesperado. No lo puedo creer hasta la fecha, carnal, no te miento.
Lo vi cantando pop e incluso “Bohemian Rhapsody” en videos anteriores. ¿Por qué se decantó por los corridos tumbados?
Siento que fue la ola. Cuando empezó este movimiento de corridos me gustó mucho y no había explotado aún, era como algo todavía emergente. Me gustó mucho el Nata (Natanael Cano), fíjate, con una canción que se llama “El drip” y ahí se fue.
En sus primeros videos tenía una onda más experimental y romántica, ¿qué ha pasado con eso?
Siento que lentamente todo está evolucionando y ese era el viejo Xavi, el que se enamoraba. Ahora es uno nuevo, ya es un corazón de piedra —respondió aludiendo a una de sus últimas canciones—.
Ahora viene a Medellín, ¿qué idea tiene de esta ciudad?
Karol G y Maluma. Nunca he estado, pero he escuchado muchas cosas chéveres y estoy muy emocionado de ir por allá. Era algo que solo veía en las telenovelas, a la torre, no lo puedo creer. No lo puedo esperar.
En Colombia se escuchan sus canciones, ¿cómo se siente frente a eso?
No me lo esperaba, pero qué chulada, la neta. Qué chu-la-da, compadre —responde haciendo hincapié en la palabra, sin ahondar en más detalles—.
***
Cuando apenas emergían los corridos tumbados, Xavi estaba finalizando sus estudios secundarios en Phoenix (Estados Unidos), su ciudad natal, poblada mayoritariamente por mexicanos. Queda a tres horas, por carretera, de México y allí fácilmente le llegaban los sonidos de sus raíces. Junto con sus colegas, cómo él dice, hacía sonar sus guitarras. Las tocaba desentendido de cualquier aspiración.
Pero luego llegaría Instercope, una disquera que tiene a artistas como Billie Eilish, Eminem, Kendrick Lamar y otros más en su robusto catálogo. Con ellos ha publicado un EP llamado “My Mom’s Playlist” (2023). Allí mantenía su voz romántica que cambió por el rasgado en sus cuatro recientes éxitos: “La víctima”, “Corazón de piedra”, “Poco a poco” y “La diabla”, el más grande, con más de 711 millones de reproducciones en Spotify, que la convirtieron, en enero de este año, en la más reproducida por la plataforma. También ostentó el puesto número tres en el Hot 100 de Billboard.
De un momento a otro, la videollamada se volvió a cortar. Mientras Xavi volvía, pensaba en la similtud de su caso al de otros exitosos artistas de origen latino en tierras norteamericanas. Pensé en los puertorriqueños que emigraron a Nueva York y allí tuvieron su descendencia. Mezclaron sus sonidos latinos con la estética e industria estadounidense, que les abrió la puerta al mundo. La salsa, por ejemplo.
Xavi había vuelto a la pantalla. De nuevo se disculpó y esta vez, insistiendo en su jocosidad, cantó: “Anda valiendo verga el cargador”. Volvimos a sonreír y dije lo que había pensado en su corta ausencia. Simplemente, respondió “la neta”, con un gesto de impresión.
Los fallos y parte de la conversación se la tomó a modo de broma. Se nota lo poco acostumbrado que está de dar entrevistas y parece cierto eso de no creer lo que le está pasando en su carrera. El tiempo de la entrevista se había agotado y Xavi, esta vez con serenidad, se despidió y dijo “nos vemos en Medellín”. Por momentos, también sentí la candidez de aquel adolescente que cantaba en la iglesia.