Yaíma Sáez, la sucesora de Omara Portuondo
La cantante cubana se presentó por primera vez en Colombia en el marco del Festival Internacional del Bolero en Riohacha.
JAIME DE LA HOZ SIMANCA*
Es una morena alta, de sonrisa fácil y permanente. El golpe cubano en cada frase revela su inconfundible origen, el cual aclara desde el comienzo de la entrevista: “Soy camagüeyana”, dice. Y lo repite al instante con el mismo tono de voz que dista un poco del contralto que surge en la tarima y se explaya en el escenario: “soy camagüeyana a mucho honor; es decir, cubana. Y quiero que se me recuerde por siempre como la defensora de la canción cubana”. Claro: cómo no resaltar el lugar de nacimiento si se trata de una ciudad que se llamó Santa María del Puerto del Príncipe en el siglo XVIII, cien años antes del despegue musical que se dio a partir de la creación de grupos filarmónicos y de teatros donde se interpretaban canciones que tuvieron su mayor desarrollo con la aparición del son, la guaracha, el bolero y la trova.
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Es una morena alta, de sonrisa fácil y permanente. El golpe cubano en cada frase revela su inconfundible origen, el cual aclara desde el comienzo de la entrevista: “Soy camagüeyana”, dice. Y lo repite al instante con el mismo tono de voz que dista un poco del contralto que surge en la tarima y se explaya en el escenario: “soy camagüeyana a mucho honor; es decir, cubana. Y quiero que se me recuerde por siempre como la defensora de la canción cubana”. Claro: cómo no resaltar el lugar de nacimiento si se trata de una ciudad que se llamó Santa María del Puerto del Príncipe en el siglo XVIII, cien años antes del despegue musical que se dio a partir de la creación de grupos filarmónicos y de teatros donde se interpretaban canciones que tuvieron su mayor desarrollo con la aparición del son, la guaracha, el bolero y la trova.
Ella conoce la historia de Camagüey, su tierra, y sabe que su fundación fue a principios del siglo XVI en medio de una avalancha de colonos españoles que no pudieron atajar el impetuoso mundo musical que allí se expresaba de manera silvestre. Conoce también que, en esa especie de villa cuyo casco histórico se constituyó en Patrimonio de la Humanidad, nació José Marín Varona, un director de orquestas y bandas de la segunda mitad del siglo XIX, quien pasó a la historia como compositor de zarzuelas costumbristas, al igual que de obras para piano. Digamos que ese es parte del peso de los ancestros que esta mujer carga a cuestas.
Se llama Yaíma Sáez Bejarano y me enfatiza la acentuación en la i, lo cual evita que la llamen Yáima. Con ese nombre de pila se abrió paso en el universo ancho y propio de la música cubana. No fue necesario un apodo estrambótico ni un apelativo impuesto por el marketing moderno. Así, simplemente Yaíma, nombre que repite a lo largo de la entrevista. Visita Colombia por primera vez después de un recorrido por diversas ciudades de América Latina y Europa. Ha venido a Riohacha, La Guajira, con el propósito de actuar como figura central del XIII Festival Internacional del Bolero.
Riohacha es un bolero
La ciudad de Riohacha se engalanó una vez más con el evento de boleros por el que han desfilado, en la noche de gala, los artistas Andy Montañez, Cheo Feliciano, Ismael Miranda, Alci Acosta, Joe Arroyo, Nelson Pinedo, Albita Rodríguez, Rodrigo de la Cadena, Tito Nieves, la Orquesta Aragón y Juan Carlos Coronel, entre otros. En algunas ocasiones, a la orilla del mar en honor a Bienvenido Granda; en otras, bajo techo, en recinto cerrado habilitado con centenares de sillas y una inmensa tarima iluminada con luces de colores y focos giratorios. Como en esta edición 2023 en la que se anunció con anticipación su presencia.
Entonces, la expectativa fue creciendo entre los melómanos y aficionados de ese género musical cubano que subyace en La Guajira, tierra donde retumban la caja, la guaracha y el acordeón, pero que no olvida los comienzos cuando llegaron, como una brisa fresca, los efluvios de aquel primer bolero, Tristezas, compuesto por Pepe Sánchez a finales del siglo XIX y que Yaíma recuerda con emoción: “Él fue el creador de este género santiaguero tan lindo y tan romántico. Un hombre grande de la cultura cubana y gran trovador. Fíjate: nunca he interpretado ese bolero, pero conozco la versión de Pablo Milanés, de quien soy su admiradora. Tuve la suerte de que mi primer disco, en 2015 con el sello Bis Music, fuera con Pablo. Se llamó Identidad”.
Ahora observo a Yaíma encima de la plataforma de madera, delante de la orquesta de Peruchín III, un descendiente del otro Peruchín a quien llamaron El mago de las teclas, cuyo legado sigue vivo a través de sus intervenciones pianísticas que dejaron huellas en La Habana de los años treinta, cuarenta y cincuenta. Yaíma se siente orgullosa por el acompañamiento orquestal de un compatriota suyo. Primero entra en medio de saltos de alegría y saludos entusiastas. Está en su salsa, habitada por una pasión musical que la desborda. El público, expectante, silencioso, tal vez a la espera de medir el tamaño de su voz y sus entonaciones.
“Obsesión”, un famoso tema compuesto por el músico Puertorriqueño, Pedro Flores, en la década del cuarenta del siglo XX, inaugura su presentación:
Por alto está el cielo en el mundo
Por hondo que sea el mar profundo
No habrá una barrera en el mundo
Que un amor profundo no pueda romper.
El público la acompaña a través de un coro colectivo que estalla en el escenario. Ella, feliz, estirando el micrófono hacia adelante en señal de invitación a la canción que todos conocen.
—¿Por qué ese tema para comenzar tu concierto? —pregunto.
—Tenía que comenzar con algo conocido ante un público que no me conocía. Aprovechando el virtuosismo de la orquesta, empezamos con ese bello tema—responde.
Enseguida señala a la orquesta para iniciar el segundo tema. Abre los brazos como queriendo arrullar al mundo, saluda, elogia a sus músicos y al público asistente que aplaudió hasta el delirio después de saborear los primeros versos hechos canción. El preludio permite identificar la tonada: “Inolvidable”, del compositor y arreglista cubano Julio Gutiérrez, quien dominó el panorama musical de su país durante gran parte del siglo XX:
En la vida hay amores que nunca
Pueden olvidarse
Imborrables momentos que siempre
Guarda el corazón.
—¿Por qué Inolvidable?
—Me encanta, porque la autoría es de uno de los compositores cubanos más importantes y populares en las décadas del cuarenta y sesenta.
Y así, una a una, va desgranando las canciones que provocaron frenesí entre los asistentes. Del bolero Quizás, quizás recuerda que la autoría es de Osvaldo Farrés y destaca que lo interpretó de una manera diferente a la tradicional, pues incorporó feeling y son cubano. Y Te busco, la famosa canción del compositor santiaguero, Víctor Víctor, la incorporó a su repertorio como un saludo respetuoso y venerable a Lourdes Aguilar, la homenajeada del festival que siempre amó la bella y poética composición: “En cualquier huella te persigo, /en una sombra te dibujo, /huellas y sombras que se pierden, /la suerte no vino conmigo… /no hago más que rebuscar paisajes conocidos, /en lugares tan extraños, /que no puedo dar contigo”.
De Camagüey para el mundo
Fuera del escenario, Yaíma Sáez vuelve a ser una mujer tranquila que sólo se distingue por la extensión de las frases, las cuales acompaña con el movimiento incesante de sus ojos vivaces. La música es su vida; aunque, hay que decirlo, se licenció en cultura física y profesora de psicología en la Universidad de Camagüey; pero, a los 26 años, fue alumna de Luis Carbonell Pullés, un santiaguero a quien llamaron “el acuarelista de la poesía antillana”. Con la influencia de ese “hombre grande de la cultura cubana”, tal como lo define, inició el camino hacia el canto.
“Soy una cancionera cubana, vivo en Cuba, pero quiero conquistar Colombia”, me dice al comienzo de la entrevista, segundos antes de que explotara una carcajada así de grande. Ya terminó su faena en medio de ovaciones y por eso está aquí, sentada frente a mí con una pose de guerrera triunfal. Pese al brillo de su espectáculo y a que su biografía aparece en los portales cubanos, y en las más exigentes plataformas musicales, recuerda que ha compartido escenario con Juan Formell, el compositor y arreglista habanero, fundador de la orquesta de Los Van Van que tuvo la osadía de musicalizar poemas de Nicolás Guillén; con la Orquesta Aragón, en distintos aniversarios, y especialmente en el disco compacto “Homenaje a los 80 años de la Orquesta Aragón”, que apareció en 2022; y, claro, con Omara Portuondo, la reina del son y del bolero, la novia del feeling, la diva inmortal del Buena Vista Social Club, a quien Yaíma profesa una devoción sin límites y con quien existe grandes similitudes: desde el movimiento en tarima y la voz de contralto, hasta el canto en susurros que luego se alarga y se expande.
—¿Cuáles son tus sueños? ¿A qué aspiras? ¿Hacia dónde vas?
—Aspiro a seguir defendiendo la música cubana en todos los escenarios. Mi sueño es que lo mejor de la música cubana se conozca más allá de la timba o del son de la loma. Pero mi sueño grande es, ya lo dije, que se me reconozca como la cubana que defendió la canción. Que simplemente digan: “esa es cubana”.
—Sin poesía no hay bolero. ¿Cuál es la influencia que ha tenido José Martí, por ejemplo, en la construcción y elaboración boleros?
—José Martí es el apóstol nacional y me imagino que muchos compositores lo habrán leído para inspirarse. ¿Quién dice que José Antonio Méndez para escribir “la gloria eres tú” no leyó la poesía de Martí? O Pablo Milanés o Silvio Rodríguez, eminentes martianos para quienes el apóstol es un referente importante.
Yaíma no para. En realidad, su trayectoria es larga, tal como sus giras musicales que la han llevado a México, Estados Unidos, Holanda, Canadá, España, Bélgica y ahora Colombia. Y vino no sólo para cantar, sino para hablar de música y de literatura. Sobre esto afirma que en un concurso de relatos obtuvo la beca “Onelio Jorge Cardoso”, considerado el Cuentista Nacional Cubano. Y por eso habla con propiedad de Alejo Carpentier, a quien evoca a través de “El siglo de las luces” “Los pasos perdidos” y “La música en Cuba”, tres de sus obras más representativas. Al final, la pregunta obligada:
—¿Cuál es el mejor bolero?
—No, no, eso es mucho compromiso, porque, fíjate, yo no soy bolerista; pero, sí te puedo mencionar tres boleros que me gustan mucho: “Silencio” y “Ausencia”, de Rafael Hernández. De mi Cuba, “La gloria eres tú”.
*Periodista profesional. Ganador en tres ocasiones del Premio Nacional de Periodismo Simón Bolívar. Autor del libro Riohacha es un bolero. Actual decano de la Facultad de Ciencias Sociales y Humanas de la Universidad Autónoma del Caribe.