Rock al Parque 2024: La Pestilencia vuelve a su escenario después de una década
Con 38 años de trayectoria, la icónica banda de hardcore punk y metal alternativo continúa siendo una poderosa “radiografía” social de Colombia. Dilson Díaz, su vocalista, habló para El Espectador del recorrido sonoro que se ha convertido en un sinónimo de expresión que deja ver entre cantos la importancia de dignificar la vida.
Tatiana Gómez Fuentes
“Que se mueran de envidia y de celos los que nunca han amado de veras, que este amor que es la gloria del cielo no lo vive nadie, verdad que es así...dilo tú, dilo tú, grita fuerte lo mucho que me amas, que se enteren que no hablo mentiras...”, así dice una canción de Javier Solís, uno de los cantantes predilectos de Dilson Díaz y quien fuera su compañía en varios instantes donde veía desde la puerta de su casa a la sociedad que habita “el país del sagrado corazón”.
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“Que se mueran de envidia y de celos los que nunca han amado de veras, que este amor que es la gloria del cielo no lo vive nadie, verdad que es así...dilo tú, dilo tú, grita fuerte lo mucho que me amas, que se enteren que no hablo mentiras...”, así dice una canción de Javier Solís, uno de los cantantes predilectos de Dilson Díaz y quien fuera su compañía en varios instantes donde veía desde la puerta de su casa a la sociedad que habita “el país del sagrado corazón”.
El vocalista de La Pestilencia ha sido objeto de críticas y calificado de irreverente, desafiante e inconformista por las letras “provocadoras” de sus canciones. No obstante, su carácter genuino y su aversión a las mentiras lo han convertido en un símbolo de autenticidad para sus seguidores. A través de su música, inspira a sus fanáticos a mantener viva la llama de la autonomía y a resistir la opresión, defendiendo siempre el derecho a pensar y actuar con libertad.
“Soy un tipo que ama la música de cualquier manera definitivamente, en ejecución de instrumentos, al cantarla, al oírla desde afuera, produciéndola y queriendo opinar de ella. Para nadie es un secreto que estoy muy casado con un género, el rock and roll, esa es la sangre que corre por mis venas”. El antioqueño también es sensible, le duele la forma como se han normalizado los golpes sociales y ese descontento ha logrado canalizarlo a través de la música. Con el pasar del tiempo sus argumentos han tomado más fuerza, quizá por sabiduría, y el dolor del transitar por ese valle le ha dado paso a escribir canciones con su banda que se han recopilado en álbumes de estudio, sencillos, EP & demos, recopilatorios y reediciones que son parte de la bandera musical que mueve a Colombia.
El buen hijo vuelve a casa
El cartel de Rock al Parque siempre da de qué hablar, no solo porque es uno de los encuentro más importantes de la escena musical latinoamericana, sino también porque emociona y permite reunir a distintas generaciones en un solo espacio. Este año, en su edición 28, el festival reveló una de sus cartas más fuertes para vivir esta fiesta alrededor de distintas sonoridades. La Pestilencia regresa luego de 10 años a su tarima.
Díaz está más emocionado que la primera vez que hicieron su aparición en el año 95, durante la primera edición del festival. Su actuación fue un hito en la historia del rock colombiano, la banda se convirtió en uno de los íconos del festival y un representante de la escena punk y rock del país. “Rock al Parque es la mamá de los conciertos, amo el festival porque durante décadas nos ha enseñado muchas cosas a todos. Lo principal es que nos enseñó a las bandas a estar en escenarios grandes, a los asistentes a ir masivamente a los conciertos; obviamente es gratuito y pienso que ese fue un error de nacimiento, pero modificarlo ahora ya es inevitable, ese hijo está y tiene más de 20 años, así que eso demuestra la grandeza que lo mantiene firme”.
El colombiano asegura sentirse invadido por la energía del evento, durante toda su vida lo ha sustentado como una herramienta que ha comunicado cosas de ciudad, de país y comenta que también ha tenido cambios y evoluciones que han sido necesarias. A Díaz se le nota la felicidad cuando habla de estar en Bogotá de nuevo, de ver cantar a su gente, de abrazarla y de sorprenderla. El vocalista cuenta en esta entrevista previa a su presentación de este sábado a las 8:00 p. m. que este año “vamos a atrevernos a hacer algunas cosas, siempre es bueno hacerlo, es mejor que digan, hablen y critiquen a que todo se dé por sentado”.
El festival ya ha tenido exponentes como Roger Waters, así que para La Pestilencia el plan de impactar de una manera que rompa la memoria de Rock al Parque es un “pajazo mental”, así que su idea es conectar con el público como lo hacían antes, acudiendo a tocar lo que les gusta, lo mismo que les ha permitido escribir historia. En este momento, el paisa no se atreve a hablar de una evolución del evento porque hace una década que no lo vive, solo sabe de él por lo que se entera, lee y habla con la gente. Dice que hay momentos que le gusta el cartel y otros donde lo deja pasar porque no despierta su interés.
“Tener contento a todo el mundo es muy difícil, el festival ha puesto en escena gente muy buena, pero recuerdo alguna vez que metieron sonidos urbanos y eso me voló la cabeza, eso no es rock and roll. No estoy criticando, cada quien puede tocar el merecumbé como quiera, pero, hijueputa, es Rock al Parque, o sea guitarras, claro, adiciónele algunas cosas, no estoy en un punto radical, pero es un festival de rock. Entiendo los temas de cambio del festival porque tienen que caminar de la mano de los jóvenes y todo, pero que no se nos olvide que es rock and roll, no hay que perder la esencia”.
El punk, una postura de rechazo hacia las convenciones sociales
A esto se suma una incógnita que le molesta, que lo tiene pensando en el género que ha promovido durante 38 años, aquel que es conocido por su sonido crudo, rápido y directo, con guitarras distorsionadas y letras que a menudo abordan temas de anarquía, alienación y oposición a las instituciones. ¿Qué pasó con el punk? Se pregunta todo el tiempo, ¿por qué ya no está tan fuerte como antes y en el festival solo se ve una que otra banda?
El músico sabe que el público cambió y que quedarse en una cápsula de tiempo no es lo ideal. Le produce nostalgia evocar el recuerdo de la primera entrega del festival. “La generación de ahora pasa de un lado al otro tranquilamente dentro del campo de batalla, llamémoslo así, hay más tolerancia, antes era un poco más radical de mirar. Recuerdo que el punkero no se podía ver con el metalero porque nos encendíamos a totazos, hoy en día eso cambió, está más normalizado que uno escuche lo que se le dé la gana”.
Para Dilson, Rock al Parque no nació como un espacio de resistencia y de protesta como lo manifiestan otros, el festival nació por la necesidad de los jóvenes de poder tener un espacio para poder mostrar sus bandas, su música y su impulso de dejar en evidencia que había algún talento o que por lo menos querían salir con otra cosa y no con la violencia constante que existía en el país.
“Me acuerdo del primer día que me subí a la tarima de Rock al Parque, tocamos de día. Yo no lo podía creer, ver toda esa energía tan brutal y pararse uno en esa tarima tan grande y empezar a correr, yo dije, ‘no, eso me lo corro’, y a la segunda ocasión ya estaba ahogado. Pues claro, no habíamos manejado una tarima así de grande. Es muy bacano estar de nuevo aquí porque seguimos haciendo música, hablando del país, comunicando, no nos hemos olvidado de la tristeza de nuestra realidad sociopolítica, no podemos callarnos”.
El inconformismo social es su instrumento musical, no obstante la paz y la importancia de la vida se escucha entre las letras de su banda cuando la fanaticada las canta, esa fusión abre un debate interesante con el músico a propósito de que ahora hay un concepto más armado de que “los jóvenes se ponen los pantalones” después de todas estas décadas. Asevera que sería muy petulante decir que los cambios se hayan dado por La Pestilencia. “Creo que todas las bandas tanto en Medellín, Bogotá y Cali vivieron un momento donde de alguna manera el país no prometía nada y todos tuvimos la necesidad de decir eso, entonces, como que afortunadamente eso que hicimos todos ha servido para que hoy como país la juventud no se quede callada”.
“Les vale huevo”
Esta canción de la banda captura la esencia y la evolución de la misma en este momento. Es una letra que trae consigo un sinnúmero de cosas, las ganas de poguear, brincar, de decirle de muchas maneras a la política lo equivocada que ha estado en el país. “Es tan simple como eso, es una canción que no profundiza más allá de decir que les importamos muy poco, esa composición de alguna manera conecta un montón de situaciones bacanas del pasado con el presente”.
El fanatismo de La Pestilencia ha traspasado generaciones por la conexión que cada miembro tiene con el país, pese a que viven hace mucho tiempo por fuera, no han perdido el horizonte de Colombia. Incluso desde afuera tienen una percepción más amplificada y profunda de la realidad de su nación, ya no desde el dolor y la rabia, sino desde la creación de un objetivo que construya para entenderla mejor.
En la actualidad, dicen estar muy activos con los sonidos que se han ido “despertando”, lo que no significa que si el reggaetón está de moda, ellos lo apliquen en su concepto, por el contrario sus oídos están más abiertos a incorporar música que se acomode a lo que es La Pestilencia, “Criminal cool” es un ejemplo de esto, es una canción con una actitud muy punk, pero el sonido es grande y potente, los teclados le dan ese toque de modernismo de la industria.
La pestilencia, una radiografía social de Colombia
Hablar de esta banda colombiana, por demás influyente en el rock y en el punk, es remitirse también a un papel clave en la construcción social y cultural del país. Desde siempre se ha destacado por abordar en sus letras temas duros y reales de la sociedad como la violencia política, la corrupción, el narcotráfico y las inequidades sociales, en un país sumido en el conflicto armado y la crisis de los años 80 y 90, sirviendo como altavoz de las frustraciones y el malestar de las clases populares, especialmente de la juventud urbana.
Y aunque sus preocupaciones siguen siendo las mismas, ahora se suma otro factor: la poca presencia del punk en Rock al Parque, algo que a Dilson le duele y le preocupa, teniendo en cuenta que asocia a su banda con una radiografía social de Colombia. “No sé si molestarme, tampoco puedo entrar a juzgar desde la barrera, tendría que sentarme a ver qué pasó con el punk, qué fue lo que no comunicó, si no sonó bien o qué jurado fue el que evaluó. No es una cuestión de culpas, pero la verdad sí sugeriría que hubiera una cuota de cada estilo en el festival. Me parece que la tolerancia ya está permitida entre todos. Si no hay presencia de género, eso termina marginando socialmente y eso es lo que nunca hemos querido”.
No obstante, las expectativas del vocalista de La Pestilencia son altas. Sigue viendo a Rock al Parque como un abrazo a la música y su sensibilidad aflora cuando se imagina a la gente cantando su música y con los ojos brillantes por verlos de nuevo.“Ojalá hayan más ojos brillando que celulares filmando, sería muy bacano volver a reconectar desde la mirada que comunica”.
Esta sensación no es ajena a él, su biblia musical es Black Sabbath, la banda de su vida. Su álbum favorito es Sabbath Bloody Sabbath, ese que logra despertar estados dramáticos, melancólicos y pesados, una fusión emocional que lo pone a “volear mechar” y que le permite despertar su imaginación de manera constante. Su sueño frustrado es haber podido tocar con Ozzy Osbourne, estuvo muy cerca, pero no lo logró.
Su música siempre estará presente en sus oídos, como la de Héctor Lavoe y Javier Solís, dos géneros distantes al suyo. A Solís lo lleva en su memoria musical, lo quiebra porque le recuerda a su mamá, a sus abuelos y a sus tíos tomando trago en su casa, y cuando lo oye “salen cosas para escribir, se abre una ventana a la nostalgia y a cosas bonitas que me recuerdan la razón de estar vivo”. Ahora escucha a Katy Perry y a Harry Styles, le gustan un par de canciones gracias a su hija Martina, una partitura inagotable para explorar.
Dilson tiene la energía lista para saludar y cantarle a los fanáticos de La Pestilencia, aquellos que son amplios para hablar, que son menos radicales, que entiende muchas cosas que se reconocen solo a simple vista. Las y los que parten de una lógica para entablar una conversación tranquila sin tener que adular a nada ni a nadie, donde se entienden cada vez más entre todos y los que han sabido aprovechar la tolerancia más allá de actuar sin pensar “para matarnos como lo hemos hecho durante muchísimos años”.