Rosario Tijeras ahora desfila ilustrada
Charla con el editor y el ilustrador que le dieron nueva vida al legendario personaje creado por el escritor Jorge Franco.
Esteban Parra / Especial para El Espectador
Hablar de nuestra historia es reconocer la violencia que la ha marcado, un fenómeno continuado, lleno de matices y consecuencias del que todos somos víctimas en algún grado. Y si hablamos de la violencia en Colombia podemos remitirnos a quienes la han narrado, escritores que plasmaron una realidad y con ello la llevaron a otros ojos como una especie de recordatorio, una suerte de advertencia. Y eso fue lo que hizo el autor Jorge Franco con su novela Rosario Tijeras, un clásico contemporáneo de nuestra literatura, publicada por primera vez en 1999.
Luego de ser adaptada al cine y a la televisión, Penguin Random House adaptó esta historia al universo de lo gráfico junto al historietista e ilustrador Henry Díaz, y al editor y guionista Pablo Guerra, dos de los personajes más representativos cuando se habla de esta materia en Colombia. (Más: La voz de los opositores a Rosario Tijeras).
Rosario era una mujer explosiva, enigmática, bellísima y peligrosa, que cambiaba vidas y rompía con todo a su paso. ¿Cómo se encontraron con ella?
Pablo: El libro llegó a mis manos en 1999 cuando estaba estudiando literatura. Y recuerdo haber hablado sobre Rosario y su potencial como personaje dibujado, pero no en la universidad, sino con un grupo de amigos que éramos fanáticos de los cómics. Hacer esta nueva versión en novela gráfica fue tener la oportunidad de completar esa inquietud por contar la historia con el lenguaje del cómic.
Henry: Mi hermano mayor me la presentó en 2003 y, mientras leía las primeras páginas, no dejaba de pensar en cómo era el look de esta mujer (no sé por qué). Entre más me metía en el libro, notaba que había algo más y, aunque intentara armarla en mi mente con otras mujeres que recordaba, no me daba. Sentía que ella quería contarme algo, que por más que todos dijeran conocerla, nadie sabía nada. Esa mezcla de incertidumbre, poder y peligro me dejó con ganas de huir de ella en caso de llegármela a cruzar alguna vez. Y llegó el día. Y al verla sentí miedo.
¿Qué diferencias hay en la labor del guionista ante la creación de una historia desde cero frente a la adaptación de otra, como es el caso de este proyecto?
Pablo: Cuando uno escribe el guion de una historia propia puede cambiarlo todo, porque mientras explora y reinventa la historia —y de paso el mundo y sus personajes—, descubre cómo narrarla. Hay una relación muy orgánica entre crear el qué y diseñar el cómo. En el caso de la adaptación, parece que todo está muy definido y que el trabajo del guionista es más sencillo, pero en realidad para mí la clave fue apropiarme de la historia y sentir que tenía la misma libertad para trabajar. En el proceso creativo quise distanciarme de las versiones audiovisuales de Rosario y pensar otras imágenes que retomaran elementos de la novela. Reimaginar desde el origen.
Nos hicimos una imagen de Rosario al leer la novela, otra al ver la película y una más con la serie. ¿Cómo nació la de Henry Díaz?
Henry: Aunque me paralicé por muchos meses, un día le hablé por fin a Rosario. Al entender su dolor logré dibujarla. Suena raro así, pero es como una metáfora de todo este proceso por encontrar a la Rosario que leí aquella vez, la que volví a leer ahora y la que de algún modo también estaba pensando Pablo. Y en ese ir y venir, hasta desesperados por también ponerle una cara de televisión, resultamos saltando a una Rosario que se nos presentó un día, en una viñeta frente a un espejo. Eso es muy extraño porque, aunque se hace un estudio de personajes y todo, muchas veces (en mi caso), ellos salen después de llevar ya varias viñetas y, según quiero comprender, puede ser por una especie de sensibilidad o conexión que hace uno con cada proyecto, y aquí me costó mucho hacerla por culpa de la pandemia.
A la protagonista de este libro le tocó una infancia de carencias y una adolescencia atravesada por la violencia que definió por completo su destino. Ella siguió un camino de autodestrucción que parece muy similar al que ha transitado nuestro país por décadas. ¿Qué opina?
Pablo: Haciendo cómic documental, aprendimos que la desesperanza termina siendo también un privilegio. Es fundamental comprender los problemas, pero perder la esperanza termina siendo una forma de canibalizarse (o autodestruirse) y dejarle el camino más fácil a quienes se lucran de la desigualdad. En medio de tantas violencias y problemas estructurales, la vitalidad se convierte en la capacidad de resistir. Esta es una historia, contada desde los recuerdos de Antonio, que habla de la pérdida y de un mundo que no es en blanco y negro. Rosario siempre está tratando de no quedarse sola, y estoy seguro de que cualquier posibilidad de cambio tiene que nacer de lo colectivo, de entender el dolor de cada muerte y asumir una realidad de nunca será simple.
Las terrazas en las comunas, el neón de una noche en El Poblado, las manchas de sangre en cada esquina, los vestidos cortos. “Rosario Tijeras” es el retrato de una ciudad, una Medellín que está poderosamente ilustrada en esta novela gráfica. ¿Cuál fue el proceso para llegar a esa estética final?
Henry: Al principio fue un proceso con un porcentaje de especulación alto, por no ser local y tener muchas versiones de Medellín desde muy lejos. Pero para ello fui a vivir esa ciudad que Rosario vivió; a conocerla desde los relatos de las personas que, de una u otra forma, estuvieron más cerca que yo de la época en que se desarrolla la novela, esas memorias o detalles mínimos que son contados en un parque, en una calle o mientras estábamos en el metro. Ese fue el mayor y mejor insumo, porque mientras esto pasaba, también podía estar dibujando, o casi que viviendo una escena del libro. Por ejemplo, estar charlando y riendo en el Carlos E. con alguien muy especial, y de repente ese sitio se convertía en parte del libro, con una conexión emocional que no puedes dejar de dibujar con todos sus detalles.
¿Cuál es el mayor reto para el cómic y la novela gráfica en Colombia hoy?
Pablo: El reto del cómic en Colombia es consolidar un espacio en la cultura. Luego de muchos años de esfuerzos e iniciativas con mucho valor, pero poco visibles, es el momento de conectarse con más lectores. Hay mucho talento y muchas historias por contar en viñetas. Ojalá que todos los avances que se han dado sirvan para tener la continuidad y la calidad para que esos lectores potenciales, que hasta ahora descubren los cómics, se vuelvan cómplices. En el fondo, el gran reto de nuestras viñetas es aprender a crear imágenes e historias propias que respondan a nuestra realidad. Se trata de aprender a generar nuestro propio conocimiento, a dibujar y contar no para imitar otras imágenes, sino para reconocernos a nosotros mismos.
Henry: Pues cada vez se está saliendo más del mismo círculo para alcanzar nuevos lectores, esto gracias a la diversidad de estilos y temas que se están trabajando. Creo que el reto fuerte es que logremos dar a entender a las personas que este es un lenguaje con características propias y con procesos individuales o grupales muy distintos entre cada uno (proyecto, voz autoral y coautoral). Este es un trabajo de fondo muy cuidado, que se cuestiona todo el tiempo frente a los estereotipos impuestos para la representación gráfica y que, en esa lógica, arriesga en la búsqueda de secuencias, personajes, viñetas, planos, líneas y formas frescas, o al menos con características propias que tengan algo que decir.
Hablar de nuestra historia es reconocer la violencia que la ha marcado, un fenómeno continuado, lleno de matices y consecuencias del que todos somos víctimas en algún grado. Y si hablamos de la violencia en Colombia podemos remitirnos a quienes la han narrado, escritores que plasmaron una realidad y con ello la llevaron a otros ojos como una especie de recordatorio, una suerte de advertencia. Y eso fue lo que hizo el autor Jorge Franco con su novela Rosario Tijeras, un clásico contemporáneo de nuestra literatura, publicada por primera vez en 1999.
Luego de ser adaptada al cine y a la televisión, Penguin Random House adaptó esta historia al universo de lo gráfico junto al historietista e ilustrador Henry Díaz, y al editor y guionista Pablo Guerra, dos de los personajes más representativos cuando se habla de esta materia en Colombia. (Más: La voz de los opositores a Rosario Tijeras).
Rosario era una mujer explosiva, enigmática, bellísima y peligrosa, que cambiaba vidas y rompía con todo a su paso. ¿Cómo se encontraron con ella?
Pablo: El libro llegó a mis manos en 1999 cuando estaba estudiando literatura. Y recuerdo haber hablado sobre Rosario y su potencial como personaje dibujado, pero no en la universidad, sino con un grupo de amigos que éramos fanáticos de los cómics. Hacer esta nueva versión en novela gráfica fue tener la oportunidad de completar esa inquietud por contar la historia con el lenguaje del cómic.
Henry: Mi hermano mayor me la presentó en 2003 y, mientras leía las primeras páginas, no dejaba de pensar en cómo era el look de esta mujer (no sé por qué). Entre más me metía en el libro, notaba que había algo más y, aunque intentara armarla en mi mente con otras mujeres que recordaba, no me daba. Sentía que ella quería contarme algo, que por más que todos dijeran conocerla, nadie sabía nada. Esa mezcla de incertidumbre, poder y peligro me dejó con ganas de huir de ella en caso de llegármela a cruzar alguna vez. Y llegó el día. Y al verla sentí miedo.
¿Qué diferencias hay en la labor del guionista ante la creación de una historia desde cero frente a la adaptación de otra, como es el caso de este proyecto?
Pablo: Cuando uno escribe el guion de una historia propia puede cambiarlo todo, porque mientras explora y reinventa la historia —y de paso el mundo y sus personajes—, descubre cómo narrarla. Hay una relación muy orgánica entre crear el qué y diseñar el cómo. En el caso de la adaptación, parece que todo está muy definido y que el trabajo del guionista es más sencillo, pero en realidad para mí la clave fue apropiarme de la historia y sentir que tenía la misma libertad para trabajar. En el proceso creativo quise distanciarme de las versiones audiovisuales de Rosario y pensar otras imágenes que retomaran elementos de la novela. Reimaginar desde el origen.
Nos hicimos una imagen de Rosario al leer la novela, otra al ver la película y una más con la serie. ¿Cómo nació la de Henry Díaz?
Henry: Aunque me paralicé por muchos meses, un día le hablé por fin a Rosario. Al entender su dolor logré dibujarla. Suena raro así, pero es como una metáfora de todo este proceso por encontrar a la Rosario que leí aquella vez, la que volví a leer ahora y la que de algún modo también estaba pensando Pablo. Y en ese ir y venir, hasta desesperados por también ponerle una cara de televisión, resultamos saltando a una Rosario que se nos presentó un día, en una viñeta frente a un espejo. Eso es muy extraño porque, aunque se hace un estudio de personajes y todo, muchas veces (en mi caso), ellos salen después de llevar ya varias viñetas y, según quiero comprender, puede ser por una especie de sensibilidad o conexión que hace uno con cada proyecto, y aquí me costó mucho hacerla por culpa de la pandemia.
A la protagonista de este libro le tocó una infancia de carencias y una adolescencia atravesada por la violencia que definió por completo su destino. Ella siguió un camino de autodestrucción que parece muy similar al que ha transitado nuestro país por décadas. ¿Qué opina?
Pablo: Haciendo cómic documental, aprendimos que la desesperanza termina siendo también un privilegio. Es fundamental comprender los problemas, pero perder la esperanza termina siendo una forma de canibalizarse (o autodestruirse) y dejarle el camino más fácil a quienes se lucran de la desigualdad. En medio de tantas violencias y problemas estructurales, la vitalidad se convierte en la capacidad de resistir. Esta es una historia, contada desde los recuerdos de Antonio, que habla de la pérdida y de un mundo que no es en blanco y negro. Rosario siempre está tratando de no quedarse sola, y estoy seguro de que cualquier posibilidad de cambio tiene que nacer de lo colectivo, de entender el dolor de cada muerte y asumir una realidad de nunca será simple.
Las terrazas en las comunas, el neón de una noche en El Poblado, las manchas de sangre en cada esquina, los vestidos cortos. “Rosario Tijeras” es el retrato de una ciudad, una Medellín que está poderosamente ilustrada en esta novela gráfica. ¿Cuál fue el proceso para llegar a esa estética final?
Henry: Al principio fue un proceso con un porcentaje de especulación alto, por no ser local y tener muchas versiones de Medellín desde muy lejos. Pero para ello fui a vivir esa ciudad que Rosario vivió; a conocerla desde los relatos de las personas que, de una u otra forma, estuvieron más cerca que yo de la época en que se desarrolla la novela, esas memorias o detalles mínimos que son contados en un parque, en una calle o mientras estábamos en el metro. Ese fue el mayor y mejor insumo, porque mientras esto pasaba, también podía estar dibujando, o casi que viviendo una escena del libro. Por ejemplo, estar charlando y riendo en el Carlos E. con alguien muy especial, y de repente ese sitio se convertía en parte del libro, con una conexión emocional que no puedes dejar de dibujar con todos sus detalles.
¿Cuál es el mayor reto para el cómic y la novela gráfica en Colombia hoy?
Pablo: El reto del cómic en Colombia es consolidar un espacio en la cultura. Luego de muchos años de esfuerzos e iniciativas con mucho valor, pero poco visibles, es el momento de conectarse con más lectores. Hay mucho talento y muchas historias por contar en viñetas. Ojalá que todos los avances que se han dado sirvan para tener la continuidad y la calidad para que esos lectores potenciales, que hasta ahora descubren los cómics, se vuelvan cómplices. En el fondo, el gran reto de nuestras viñetas es aprender a crear imágenes e historias propias que respondan a nuestra realidad. Se trata de aprender a generar nuestro propio conocimiento, a dibujar y contar no para imitar otras imágenes, sino para reconocernos a nosotros mismos.
Henry: Pues cada vez se está saliendo más del mismo círculo para alcanzar nuevos lectores, esto gracias a la diversidad de estilos y temas que se están trabajando. Creo que el reto fuerte es que logremos dar a entender a las personas que este es un lenguaje con características propias y con procesos individuales o grupales muy distintos entre cada uno (proyecto, voz autoral y coautoral). Este es un trabajo de fondo muy cuidado, que se cuestiona todo el tiempo frente a los estereotipos impuestos para la representación gráfica y que, en esa lógica, arriesga en la búsqueda de secuencias, personajes, viñetas, planos, líneas y formas frescas, o al menos con características propias que tengan algo que decir.