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En el primer gol miró a la tribuna, donde estaban sus familiares y gritó. En el segundo, se volteó y levantó los brazos para animar a la gente. Y en el tercero, pegó un salto como si hubiera sido él el anotador. Todo lo anterior sucedió cerca a la portería, pues de ahí no se puede mover, ni siquiera para festejar con los demás. “No sabés lo que me hubiera gustado ir a abrazarlos a todos después del gol de Mina, pero no se puede”, le dijo David Ospina a El Espectador, luego del triunfo de Colombia sobre Polonia por 3-0. El portero del Arsenal no pudo celebrar al final como hubiera querido, pues un pisotón de Robert Lewandowski le dobló el tobillo y lo obligó a terminar el encuentro cojeando. Preocupación para él, para Eduardo Niño, el preparador de arqueros del equipo, y para todo el país. (Vea nuestro especial sobre el Mundial de Rusia 2018)
“El dolor, en ese momento, fue muy intenso. Aún molesta. Espero que en estos días la inflamación baje y pueda jugar con tranquilidad”, comentó. Con un gesto de alivio, más que con una sonrisa, recordó lo que sucedió. “Yo pedí cambio, pero Dávinson se acercó y me dijo que ya no había más. No caí en cuenta y me tocó seguir”, rememora. Después de ese instante y de una mueca de dolor, David tuvo que agazaparse y estar en punta de pies para atajarle un remate a Lewandowski que iba para gol.
Ospina, el niño más pequeño de la selección de Antioquia, el que tenía preocupado a Felipe Merino, entrenador de las divisiones inferiores de Nacional, por no crecer cuando los demás lo hacían sin apuro, mostró de nuevo su excesiva sinceridad, la que aflora más en los instantes de euforia y que le permite seguir calmo, sin importar lo sucedido. “Sí, es bueno estar alegres por lo que se hizo, pero todavía no hemos cumplido el primer objetivo. Se viene Senegal, un duelo crucial en nuestras aspiraciones, en las de todo un país”. (Lea: Yerry y Dávinson, la pareja que le devolvió la seguridad defensiva a Colombia)
Desde que decidió meterse al arco para ver todo a lo lejos (empezó como delantero en la escuela de Alexis García), Ospina vivió uno de los momentos más emotivos de su carrera, pues para él Colombia llegó a un nivel muy alto, el que se necesita en un evento en los que están los mejores del mundo. “No nos equivocamos atrás y eso da seguridad adelante. Creo que si seguimos haciendo las cosas así vamos a clasificar a octavos. Eso sí, no hay que dar nada por sentado”.
Elegir ser esclavo de algo, en este caso, el evitar los goles del otro, se ha convertido para David en otra forma de libertad, en una manera de analizar lo que sucede en la cancha y de tener una visión clave para José Pékerman, que lo consulta en el entretiempo para que le de otra perspectiva de lo que está pasando. “El arquero ve con una claridad que no tiene el jugador de cancha. Los movimientos, los pases, las marcas, todo. Y por eso puedes hacerle sugerencias al profe”, dijo el futbolista de 29 años, que completó su séptimo partido en Copas del Mundo (cinco en Brasil y dos en Rusia). (Puede ver: Los rostros del triunfo de Colombia ante Polonia en Rusia 2018)
Lo que ha hecho que Ospina sea uno de los más buscados para hablar luego de un encuentro es que el antioqueño analiza la pregunta antes de dar la respuesta, y eso lo hace diferente de los demás, elocuente y con una tranquilidad que se contagia cuando habla, la misma que de seguro le transmite a sus compañeros en la cancha. “No hay que caer en afanes innecesarios contra Senegal. Y esa será mi misión: darles confianza para que hagan su trabajo”.
Antes de terminar, lo que en principio era un diálogo corto, y que se extendió sin mayores problemas por la calidez de David, el portero colombiano dijo dos cosas. La primera: que no hay de qué alarmarse, pues estará contra Senegal. Y la segunda: que nunca se pierda la esperanza en un grupo con carácter y amor por su país. Ospina se despide dando la mano derecha y de inmediato se pueden percibir sus tatuajes. Uno con las iniciales de su familia (su esposa Jessica, su hermana Daniela y sus padres Lucía y Hernán), una corona que dice One Life y un reloj que señala los números con los que ha jugado en su carrera (1 y 13). (Lea: Una nueva Colombia en Rusia 2018)
El grito y el aplauso también fueron para él, para un hombre que prefiere no ser nombrado durante los 90 minutos y pasar desapercibido, porque eso es un reflejo de que su equipo está haciendo las cosas bien.