Luka Modric, de refugiado de guerra a Balón de Oro de Rusia 2018

Abandonó su aldea cuando era un niño debido al asesinato de su abuelo en medio de la contienda de independencia de Croacia. Un día, en su centro de refugiados, un empleado lo vio y lo vinculó al fútbol. La casualidad se sumó a la causalidad de su talento y hoy se despide como el mejor jugador de la Copa del Mundo.

Luis Guillermo Montenegro- Moscú
15 de julio de 2018 - 05:42 p. m.
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Foto: AFP - JOHANNES EISELE
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Aunque lo que desequilibra los juegos son los goles, un futbolista que sobresalió por encima del resto fue el croata Luka Modric, capitán y referente de su selección. El hombre que se ha quedado con el Balón de Oro de Rusia 2018, que lo acredita como el mejor jugador del torneo. Un refugiado de guerra que apeló al destino, a las casualidades y también a las causalidades de su talento para poner a soñar a un país de cuatro millones de habitantes, que hoy ha sanado un poco más sus cicatrices de la guerra. 

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“Toda esa generación nos inspiró. Ahora es nuestro turno de hacer historia”, dijo Modric antes de comenzar la participación en su segundo Mundial de Fútbol. Y lo ha logrado. Tras ganar su cuarta Champions League esta temporada, el astro del Real Madrid es un firme candidato para ganar el Balón de Oro, premio que se le da al mejor jugador del año, en una década en la que Cristiano Ronaldo y Lionel Messi se han quedado con el trofeo. 

No ha sido fácil para Luka llegar hasta aquí. Sobre todo por los episodios de su niñez, en los que se vio afectado por la guerra y la violencia que azotó su zona de nacimiento. El fútbol fue la herramienta que utilizó su familia para evadir las tragedias y sobreponerse a los momentos más críticos. Sin duda, el más duro fue cuando los Modric tuvieron que huir de su aldea para evitar las balas que se disparaban por la confrontación armada entre croatas y serbios, producto del deseo de independencia de Yugoslavia.

Stipe Modric, el padre de Luka, fue testigo del asesinato de su padre, a tan sólo 500 metros de la casa en la que vivían. Este episodio ocurrió en una de las incursiones en la región de Obrovacki por parte de los rebeldes serbios. Algo que provocó su huida precipitada con destino a Zadar, donde tuvieron que convivir en un mismo lugar con otras familias que también huían de la guerra.

Era el Hotel Kolovare, en donde jugaba fútbol porque no había nada mejor que hacer. En una tarde de piruetas con la pelota, un empleado del establecimiento lo vio y quedó impresionado, por lo que habló con sus familiares y les contó de la posibilidad de llevarlo a pruebas al NK Zadar. Allí se encontró con Tomislav Basic, jefe de la cantera del equipo. Tenía 10 años. La familia Modric sobrevivía como podía debido a las inclemencias de la guerra. Pero eso nunca fue una limitante, por el contrario, le sirvió para fortalecerse, así se lo explicó al diario Marca de España en una entrevista publicada este año, en la que destacó que “la guerra me hizo más fuerte. Fueron tiempos durísimos para mí y para mi familia. No quiero arrastrar ese tema para siempre, pero tampoco me quiero olvidar de ello. Ahora tengo la sensación de que estoy listo para cualquier cosa”.

La guerra en Croacia concluyó con la Operación Tormenta, la mayor limpieza étnica perpetrada en los Balcanes, que acabó con la expulsión de 250.000 serbios que vivían en ese país y la muerte de 20.000 croatas. Después de esto, los Modric no quisieron volver a la que fue su casa, prefirieron quedarse en Zadar, ciudad a la que Luka hoy siente como propia. Su madre consiguió un trabajo como costurera, pues antes trabajaba en una fábrica textil, y su padre, cuando regresó de prestar su servicio militar en Croacia, fue contratado para hacerle mantenimiento a los aviones en una base militar.

En Zadar, Modric tuvo la experiencia de convivir con el fútbol, entenderlo y amarlo. Fue contratado por el Dínamo de Zagreb, a los 16 años. Pero allí dudaron de él en un comienzo por su aparente fragilidad física. Que muy bajito, que le falta fuerza, que no tiene cuerpo de futbolista. Excusas sobraron y por eso fue a préstamo al fútbol de Bosnia.

El problema se convirtió en una oportunidad. Allá despegó, recuperó la confianza que le habían quitado las dudas y entre 2004 y 2008 ganó seis títulos con el Zagreb, equipo en el que fue dirigido por uno de sus ídolos de infancia, Zvonimir Boban, integrante de aquella selección de Croacia en 1998. Fue entonces cuando el Tottenham pagó 27 millones de euros para llevarlo al fútbol inglés.

Aunque tardó en acoplarse a la vida en Londres, sus grandes actuaciones con los Spurs desataron el interés del Real Madrid, club al que llegó finalmente en 2012 tras declararse en rebeldía. Lo demás se cuenta solo. Una pieza angular en el proyecto del equipo blanco, con el que ha ganado 14 títulos, entre ellos cuatro Ligas de Campeones de Europa. Por su carrera, por su legado y por su voluntad de siempre querer poner encima de todo a su país, Luka es el máximo referente de su selección, a la que lidera con la misma valentía que lo hizo su padre en la guerra.

Es un mediocampista perfecto, con una capacidad innata para interpretar los partidos y descifrarlos, para detectar las falencias del oponente y justamente atacarlos por ahí. Esa fue su premisa en Rusia 2018. Luka Modric se ganó el respeto del mundo entero. 

Por Luis Guillermo Montenegro- Moscú

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