Anfitrión del Tequendama, el gerente que salvó de la quiebra al hotel
El Hotel Tequendama genera alrededor de 1.000 trabajos directos. Por él pasan más de un millón de personas al año, entre asistentes a eventos y huéspedes.
Marcela Díaz
Se ve que es un hombre exigente, inquieto y formal. Su traje impecable y el brillo de sus zapatos son el reflejo de lo que él llama una persona perfeccionista. Lleva 13 años como gerente general de un lugar que en 6.142 metros cuadrados alberga una porción de las últimas seis décadas de la historia del país: el Crowne Plaza Tequendama.
Orlando Salazar recorre de 5:00 de la mañana a 8:00 de la noche los pasillos de uno de los edificios más emblemáticos de Bogotá. Los mismos por los que caminó el líder espiritual Dalai Lama, el expresidente de Estados Unidos Bill Clinton, Felipe VI, actual rey de España, la reina Noor de Jordania y casi todos los presidentes de América Latina.
Sin embargo, estos no son los mejores recuerdos que hay en su impecable memoria. “Lo mejor que me ha pasado fue haber podido sacar a la empresa adelante cuando estaba de capa caída. Fue gracias a la reestructuración de la estrategia y al equipo que hoy seguimos de pie”.
A sus 72 años, este bugueño que afirma ser bogoteño porque quiere mucho a la ciudad, pues aquí nacieron sus cuatro hijos y dos nietos, habla con orgullo de lo que la insignia nacional aporta a la capital colombiana. “El Hotel Tequendama genera alrededor de 1.000 trabajos directos. Por él pasan más de un millón de personas al año, entre asistentes a eventos y huéspedes. Hoy sostenemos una cooperativa de 30 familias y prestamos más de dos millones de servicios de alimentaciones”.
Desde la calle 26 con carrera 10ª en Bogotá, Salazar cuenta que estará en su cargo hasta el día que sienta que va a trabajar. “Lo que hay que buscar no es el éxito, es la felicidad. La gente vive loca por ser exitosa, pero eso viene como un subproducto de ser feliz”.
Aún le quedan sueños por cumplir: “La idea es seguir creciendo en las próximas décadas. Quiero trabajar en el Tequendama hasta la última hora, el último minuto y el último segundo que pueda, pero siendo feliz”.
Para eso el papá del Tequendama, como lo llaman sus empleados, cuida su salud haciendo ejercicio todos los días a las cuatro de la mañana, incluso los sábados antes de salir a trabajar.
mdiaz@elespectador.com
Se ve que es un hombre exigente, inquieto y formal. Su traje impecable y el brillo de sus zapatos son el reflejo de lo que él llama una persona perfeccionista. Lleva 13 años como gerente general de un lugar que en 6.142 metros cuadrados alberga una porción de las últimas seis décadas de la historia del país: el Crowne Plaza Tequendama.
Orlando Salazar recorre de 5:00 de la mañana a 8:00 de la noche los pasillos de uno de los edificios más emblemáticos de Bogotá. Los mismos por los que caminó el líder espiritual Dalai Lama, el expresidente de Estados Unidos Bill Clinton, Felipe VI, actual rey de España, la reina Noor de Jordania y casi todos los presidentes de América Latina.
Sin embargo, estos no son los mejores recuerdos que hay en su impecable memoria. “Lo mejor que me ha pasado fue haber podido sacar a la empresa adelante cuando estaba de capa caída. Fue gracias a la reestructuración de la estrategia y al equipo que hoy seguimos de pie”.
A sus 72 años, este bugueño que afirma ser bogoteño porque quiere mucho a la ciudad, pues aquí nacieron sus cuatro hijos y dos nietos, habla con orgullo de lo que la insignia nacional aporta a la capital colombiana. “El Hotel Tequendama genera alrededor de 1.000 trabajos directos. Por él pasan más de un millón de personas al año, entre asistentes a eventos y huéspedes. Hoy sostenemos una cooperativa de 30 familias y prestamos más de dos millones de servicios de alimentaciones”.
Desde la calle 26 con carrera 10ª en Bogotá, Salazar cuenta que estará en su cargo hasta el día que sienta que va a trabajar. “Lo que hay que buscar no es el éxito, es la felicidad. La gente vive loca por ser exitosa, pero eso viene como un subproducto de ser feliz”.
Aún le quedan sueños por cumplir: “La idea es seguir creciendo en las próximas décadas. Quiero trabajar en el Tequendama hasta la última hora, el último minuto y el último segundo que pueda, pero siendo feliz”.
Para eso el papá del Tequendama, como lo llaman sus empleados, cuida su salud haciendo ejercicio todos los días a las cuatro de la mañana, incluso los sábados antes de salir a trabajar.
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