Arias: A la diestra de Uribe
Su agresiva campaña de No al Despeje y el guiño que recibió del Presidente lo convirtieron en un protagonista mediático.
Ernesto Yamhure / Especial para El Espectador
Cuando la jornada del día estaba a punto de culminar ingresé a su cómodo despacho en el que estaba terminando una reunión con un par de asesores, su jefe de prensa y su viceministro. Luego de un amable saludo se puso su camiseta del “No al Despeje” como para ir ambientando la charla que sostendríamos.
Mientras posaba para las fotografías, hablamos un poco de política, actividad a la que llegó por si mismo. Su familia es antioqueña, trabajadora y sin grandes fortunas. “Todo el dinero que hicieron mis padres, se lo gastaron en mi educación y en la de mi hermano”, dice con un inocultable gesto de orgullo este economista de la universidad de los Andes y PhD en economía de la Universidad de California (UCLA).
Su preparación académica da sobradamente para que Andrés Felipe Arias estuviera trabajando en alguna de las grandes compañías del mundo y no en una oficina pública colombiana. Le pregunté sobre ello y sonriente compartió conmigo un episodio de su vida personal de hace algunos años cuando se desempeñaba como investigador del Banco de la República y en efecto sintió la necesidad de replantear cuál sería el rumbo de su vida profesional. Se dio cuenta que a través del servicio público podía aliviar las angustias de su vida. Sabe que en el sector privado ganaría mucho más dinero del que recibe como Ministro de Agricultura, pero sentencia que “ni porque me ofrecieran cien millones de pesos mensuales, dejaría de ser un servidor público”.
Y ese talante claro lo exhibe en todas sus actividades. Cierto columnista lo criticó por las camisetas y pulseritas de caucho alusivas al no al despeje y sembró en el ambiente que éstas habían sido pagadas con recursos públicos. Arias -de los pocos ministros de este gobierno que al decir del presidente Uribe no gaguea a la hora de oponerse al despeje- asegura que su campaña más que institucional es personal razón por la que sonriente muestra copia de los cheques girados desde su cuenta personal a los fabricantes de dichos elementos.
Llegó a la política sin darse cuenta. Cuando estaba adelantando sus estudios de doctorado en los Estados Unidos, viajó a Medellín a pasar una temporada con su familia. Un amigo cualquiera lo invitó a oír una conferencia del candidato Álvaro Uribe quien entonces escasamente sobrepasaba al margen de error en las encuestas de intención de voto. Al oírlo quedó “matriculado” en la causa uribista y acordó con el aspirante que, desde el exterior, le enviaría documentos sobre economía. Y así comenzó una amistad virtual que al poco tiempo se consolidó de tal manera que amigos y detractores suyos coinciden en graduarlo con el título de “primer uribista” del país o, como dice el caricaturista Vladdo, “Uribitwo” -Uribe dos-.
Su cercanía con el Primer Mandatario es de doble vía. En septiembre de este año en un foro de biocombustibles Uribe dijo que para el 2010 “hay que escoger colombianos con mano firme. No la vaya a aflojar Ministro Arias”, frase que el país entendió como un espaldarazo a una eventual candidatura presidencial de este joven funcionario, aspiración que él ni confirma ni descarta, aunque reconoce que no se ve en el futuro por fuera de la política.
A pesar de que la suya es de las menos protagónicas, Arias le ha dado perfil a su cartera. Ningún ministro de agricultura había mojado tanta prensa y mucho menos se había convertido en fuente obligada de los periodistas cuando de hacer análisis de los temas trascendentales se trata, razón por la que algunos creen que su lugar es en otro ministerio, por ejemplo el del Interior. Cuando se le pregunta al respecto, se ríe y desvía la conversación hacia los temas relacionados con el agro.
“Cuando llegué acá, esto era un desastre administrativo. No se habían fenecido las cuentas del ministerio, había veintitrés empresas sin liquidar y la corrupción era extrema”, asegura mientras explica cómo logró implementar un modelo gerencial moderno en el “que la transparencia en la contratación es absoluta; todos los recursos se asignan por convocatoria”.
Este es Andrés Felipe Arias. Un joven que antes de 2002 era ajeno a la política y hoy por hoy es el principal contradictor del Polo Democrático, partido en el que asegura que jamás podrá militar: “Es imposible que yo esté del lado de una colectividad cuyo líder espiritual –en referencia a Carlos Gaviria- propugna la tesis de que ‘una cosa es matar para enriquecerse y otra es matar para que la gente viva mejor’”. A esto se suman sus habituales roces con Gustavo Petro a quien ha enfrentado en diferentes debates en el Congreso y en los tribunales de justicia. Con 34 años, se ha posicionado como una de las más claras promesas de la política colombiana que en poco tiempo ha logrado niveles de reconocimiento muy por encima de personajes que llevan 20 años de vida pública, como Germán Vargas Lleras, Juan Manuel Santos o Rafael Pardo.
Poco parrandero por la falta de tiempo, ha encontrado en su esposa Catalina Serrano a una aliada perenne en su objetivo político a mediano y largo plazo: “estaré allí donde esté el modelo del presidente Uribe”, sin aventurarse a hablar de una precandidatura presidencial en 2010.
Cumplido con sus responsabilidades, no descuida los detalles más insignificantes. Uno de sus asesores comenta que dedica parte de su día a contestar llamadas de municipios remotos, a atender citas con empresarios del agro y a preparar las citaciones del Congreso. A pesar de la apretada agenda, procura estar por fuera de Bogotá. Cuando el parlamento está sesionando, por lo menos 4 días de la semana está en las regiones y en tiempos de receso, son 5 los días en los que el ministro despacha desde el campo.
No obstante sus ocupaciones, está obsesionado con la defensa del no al despeje. Habla frecuentemente con los campesinos de Pradera y Florida, charlas que fortifican su posición contra el retiro de la Fuerza Pública de estos dos municipios. “El campesino que vive de la leche, no podrá moverse con facilidad hasta el centro de acopio. Seguramente tendrá que darle parte de su leche a la guerrilla y no sólo eso: sus hijos van a ser reclutados por la guerrilla sin que haya un solo soldado o policía a la redonda que haga respetar sus derechos”. Sabe que buena parte de la opinión pública comparte sus temores máximo cuando el recuerdo del Caguán aún está fresco en la memoria de los colombianos y con esa misma convicción, no me dejó salir de su oficina hasta que no me puse ni mi camiseta ni mi pulsera de “No al Despeje”, lo cual hice con muchísimo agrado por cuanto estoy convencido de que las primeras víctimas de un despeje son nuestros campesinos.
Cuando la jornada del día estaba a punto de culminar ingresé a su cómodo despacho en el que estaba terminando una reunión con un par de asesores, su jefe de prensa y su viceministro. Luego de un amable saludo se puso su camiseta del “No al Despeje” como para ir ambientando la charla que sostendríamos.
Mientras posaba para las fotografías, hablamos un poco de política, actividad a la que llegó por si mismo. Su familia es antioqueña, trabajadora y sin grandes fortunas. “Todo el dinero que hicieron mis padres, se lo gastaron en mi educación y en la de mi hermano”, dice con un inocultable gesto de orgullo este economista de la universidad de los Andes y PhD en economía de la Universidad de California (UCLA).
Su preparación académica da sobradamente para que Andrés Felipe Arias estuviera trabajando en alguna de las grandes compañías del mundo y no en una oficina pública colombiana. Le pregunté sobre ello y sonriente compartió conmigo un episodio de su vida personal de hace algunos años cuando se desempeñaba como investigador del Banco de la República y en efecto sintió la necesidad de replantear cuál sería el rumbo de su vida profesional. Se dio cuenta que a través del servicio público podía aliviar las angustias de su vida. Sabe que en el sector privado ganaría mucho más dinero del que recibe como Ministro de Agricultura, pero sentencia que “ni porque me ofrecieran cien millones de pesos mensuales, dejaría de ser un servidor público”.
Y ese talante claro lo exhibe en todas sus actividades. Cierto columnista lo criticó por las camisetas y pulseritas de caucho alusivas al no al despeje y sembró en el ambiente que éstas habían sido pagadas con recursos públicos. Arias -de los pocos ministros de este gobierno que al decir del presidente Uribe no gaguea a la hora de oponerse al despeje- asegura que su campaña más que institucional es personal razón por la que sonriente muestra copia de los cheques girados desde su cuenta personal a los fabricantes de dichos elementos.
Llegó a la política sin darse cuenta. Cuando estaba adelantando sus estudios de doctorado en los Estados Unidos, viajó a Medellín a pasar una temporada con su familia. Un amigo cualquiera lo invitó a oír una conferencia del candidato Álvaro Uribe quien entonces escasamente sobrepasaba al margen de error en las encuestas de intención de voto. Al oírlo quedó “matriculado” en la causa uribista y acordó con el aspirante que, desde el exterior, le enviaría documentos sobre economía. Y así comenzó una amistad virtual que al poco tiempo se consolidó de tal manera que amigos y detractores suyos coinciden en graduarlo con el título de “primer uribista” del país o, como dice el caricaturista Vladdo, “Uribitwo” -Uribe dos-.
Su cercanía con el Primer Mandatario es de doble vía. En septiembre de este año en un foro de biocombustibles Uribe dijo que para el 2010 “hay que escoger colombianos con mano firme. No la vaya a aflojar Ministro Arias”, frase que el país entendió como un espaldarazo a una eventual candidatura presidencial de este joven funcionario, aspiración que él ni confirma ni descarta, aunque reconoce que no se ve en el futuro por fuera de la política.
A pesar de que la suya es de las menos protagónicas, Arias le ha dado perfil a su cartera. Ningún ministro de agricultura había mojado tanta prensa y mucho menos se había convertido en fuente obligada de los periodistas cuando de hacer análisis de los temas trascendentales se trata, razón por la que algunos creen que su lugar es en otro ministerio, por ejemplo el del Interior. Cuando se le pregunta al respecto, se ríe y desvía la conversación hacia los temas relacionados con el agro.
“Cuando llegué acá, esto era un desastre administrativo. No se habían fenecido las cuentas del ministerio, había veintitrés empresas sin liquidar y la corrupción era extrema”, asegura mientras explica cómo logró implementar un modelo gerencial moderno en el “que la transparencia en la contratación es absoluta; todos los recursos se asignan por convocatoria”.
Este es Andrés Felipe Arias. Un joven que antes de 2002 era ajeno a la política y hoy por hoy es el principal contradictor del Polo Democrático, partido en el que asegura que jamás podrá militar: “Es imposible que yo esté del lado de una colectividad cuyo líder espiritual –en referencia a Carlos Gaviria- propugna la tesis de que ‘una cosa es matar para enriquecerse y otra es matar para que la gente viva mejor’”. A esto se suman sus habituales roces con Gustavo Petro a quien ha enfrentado en diferentes debates en el Congreso y en los tribunales de justicia. Con 34 años, se ha posicionado como una de las más claras promesas de la política colombiana que en poco tiempo ha logrado niveles de reconocimiento muy por encima de personajes que llevan 20 años de vida pública, como Germán Vargas Lleras, Juan Manuel Santos o Rafael Pardo.
Poco parrandero por la falta de tiempo, ha encontrado en su esposa Catalina Serrano a una aliada perenne en su objetivo político a mediano y largo plazo: “estaré allí donde esté el modelo del presidente Uribe”, sin aventurarse a hablar de una precandidatura presidencial en 2010.
Cumplido con sus responsabilidades, no descuida los detalles más insignificantes. Uno de sus asesores comenta que dedica parte de su día a contestar llamadas de municipios remotos, a atender citas con empresarios del agro y a preparar las citaciones del Congreso. A pesar de la apretada agenda, procura estar por fuera de Bogotá. Cuando el parlamento está sesionando, por lo menos 4 días de la semana está en las regiones y en tiempos de receso, son 5 los días en los que el ministro despacha desde el campo.
No obstante sus ocupaciones, está obsesionado con la defensa del no al despeje. Habla frecuentemente con los campesinos de Pradera y Florida, charlas que fortifican su posición contra el retiro de la Fuerza Pública de estos dos municipios. “El campesino que vive de la leche, no podrá moverse con facilidad hasta el centro de acopio. Seguramente tendrá que darle parte de su leche a la guerrilla y no sólo eso: sus hijos van a ser reclutados por la guerrilla sin que haya un solo soldado o policía a la redonda que haga respetar sus derechos”. Sabe que buena parte de la opinión pública comparte sus temores máximo cuando el recuerdo del Caguán aún está fresco en la memoria de los colombianos y con esa misma convicción, no me dejó salir de su oficina hasta que no me puse ni mi camiseta ni mi pulsera de “No al Despeje”, lo cual hice con muchísimo agrado por cuanto estoy convencido de que las primeras víctimas de un despeje son nuestros campesinos.