Cesó la horrible noche
Después de 16 años, la bandera tricolor ondeará de nuevo en un mundial. fueron necesarias cuatro eliminatorias para que el equipo cumpliera el sueño de regresar a la élite. En Brasil, los muchachos de José Pékerman tienen la misión de hacer gozar al país, como ocurrió con los combinados que fueron a Chile 1962, Italia 1990, Estados Unidos 1994 y Francia 1998.
Luis Guillermo Ordóñez Olano
Ya nos habíamos acostumbrado a ver los Mundiales por televisión, a hacerles barra a otras selecciones. Si en los años 90 Colombia fue uno de los grandes protagonistas de la fiesta más importante del balompié, con su participación en las citas de Italia 1990, Estados Unidos 1994 y Francia 1998, en el nuevo siglo el equipo nacional se cansó de fracasar.
Nos faltaron dos goles para ir al menos al repechaje del Mundial de Corea y Japón 2002. Rumbo a Alemania, cuatro años después, Uruguay nos volvió a ganar por un punto. Fue peor en la eliminatoria a Sudáfrica 2010, pues quedamos séptimos, con 23 unidades, las mismas que Ecuador, que nos superó por goles a favor.
Y eso que habíamos tenido equipos para todos los gustos. Unos con muchos veteranos que habían ganado la Copa América de 2001, otro con una base de juveniles campeones suramericanos de 2005. Pero ni unos ni otros lograron cumplir el sueño de todo un país.
Y la verdad, el camino hacia Brasil no fue sencillo. Arrancó mal, con la destitución de Hernán Darío Gómez, quien había iniciado un nuevo proceso con la Copa América de 2011 en Argentina.
Fue Leonel Álvarez, su asistente, quien dirigió los tres primeros partidos. El estreno fue maravilloso. Colombia ganó 2-1 en La Paz, con un gol de Falcao García a cinco minutos del final. Esa tarde jugamos como nunca en la altura y ganamos como nunca antes. Las imágenes de Luis Amaranto Perea llorando tras el esfuerzo sobrehumano en el estadio Hernando Siles presagiaban algo muy bueno.
Pero de la gloria caímos al infierno un mes después. En el Metropolitano la selección empató con Venezuela y cayó ante Argentina. Se fueron a la basura las ganancia de La Paz y Leonel fue destituido.
Sonaron entonces Marcelo Bielsa, Tata Martino, Luis Felipe Scolari y hasta Carlos Bianchi. Lo único claro en ese panorama desalentador era que un extranjero sería el nuevo entrenador.
Llegó entonces José Pékerman, a comienzos de 2012. Reservado pero simpático, el estratega argentino supo sortear las críticas tras sus primeros juegos, una victoria en Lima y una derrota en Quito.
Hasta que el 7 de septiembre su equipo goleó 4-0 a Uruguay y entonces devolvió la ilusión a los amantes del balón. Cuatro días después lo confirmó con un triunfo histórico 3-1 en Chile, en el partido que definitivamente cambió la historia de Colombia en las eliminatorias.
De ahí en adelante bastaba con hacer respetar la casa para clasificar. Por primera vez en muchos años la selección terminó la primera vuelta en las primeras posiciones.
Le ganó luego a Paraguay y Bolivia en Barranquilla, por lo que no fue grave perder en la visita a Venezuela. Un punto en Buenos Aires ayudó a recuperar la confianza y los triunfos contra Perú y Ecuador, sin jugar bien, prácticamente sellaron el cupo a Brasil, sobre todo porque, a pesar de la irregularidad, los jugadores mostraron algo que se extrañaba en las selecciones del nuevo milenio: jerarquía y amor por la camiseta.
Faltaba el broche de oro, que en Uruguay no pudo ser. En el Centenario, Colombia cayó 2-0. Pero si a la clasificación le faltaba dramatismo, éste llegó al final. Chile casi nos deja con la fiesta preparada pues ganaba 3-0 al final de los primeros 45 minutos en el Metropolitano, hasta que aparecieron James Rodríguez, Falcao García y su corte para poner al país a gozar.
El 3-3 de penalti, con el que empató el 9 del Mónaco, se gritó desde La Guajira hasta el Amazonas. El equipo renació de sus cenizas y logró una hazaña de la que se hablará por muchos años.
No hubo tiempo para celebrar porque la selección tenía que jugar cuatro días después en Asunción, en donde ratificó su buena campaña y ganó, para terminar con 30 puntos, dos menos que el líder, Argentina.
Desde entonces todo ha sido fiesta. Sorteo mundialista con el privilegio de ser cabeza de serie y el comienzo de un año lleno de planes e ilusiones, casi todas relacionadas que la presentación de la selección en Brasil.
Los niños y jóvenes menores de 20 años, que no vivieron o no se acuerdan de la Colombia mundialista de los 90, comienzan a sentir ya la emoción que recuerdan con nostalgia sus mayores. Ahora, todos juntos, llenan emocionados el álbum de Brasil 2014 y guardan como un tesoro las laminitas de la selección, una emoción mínima si se compara con la que sentirán el 14 de junio, cuando suene el himno nacional en Belo Horizonte y arranque el partido contra Grecia. Un sueño cumplido.
lordonez@elespectador.com
Ya nos habíamos acostumbrado a ver los Mundiales por televisión, a hacerles barra a otras selecciones. Si en los años 90 Colombia fue uno de los grandes protagonistas de la fiesta más importante del balompié, con su participación en las citas de Italia 1990, Estados Unidos 1994 y Francia 1998, en el nuevo siglo el equipo nacional se cansó de fracasar.
Nos faltaron dos goles para ir al menos al repechaje del Mundial de Corea y Japón 2002. Rumbo a Alemania, cuatro años después, Uruguay nos volvió a ganar por un punto. Fue peor en la eliminatoria a Sudáfrica 2010, pues quedamos séptimos, con 23 unidades, las mismas que Ecuador, que nos superó por goles a favor.
Y eso que habíamos tenido equipos para todos los gustos. Unos con muchos veteranos que habían ganado la Copa América de 2001, otro con una base de juveniles campeones suramericanos de 2005. Pero ni unos ni otros lograron cumplir el sueño de todo un país.
Y la verdad, el camino hacia Brasil no fue sencillo. Arrancó mal, con la destitución de Hernán Darío Gómez, quien había iniciado un nuevo proceso con la Copa América de 2011 en Argentina.
Fue Leonel Álvarez, su asistente, quien dirigió los tres primeros partidos. El estreno fue maravilloso. Colombia ganó 2-1 en La Paz, con un gol de Falcao García a cinco minutos del final. Esa tarde jugamos como nunca en la altura y ganamos como nunca antes. Las imágenes de Luis Amaranto Perea llorando tras el esfuerzo sobrehumano en el estadio Hernando Siles presagiaban algo muy bueno.
Pero de la gloria caímos al infierno un mes después. En el Metropolitano la selección empató con Venezuela y cayó ante Argentina. Se fueron a la basura las ganancia de La Paz y Leonel fue destituido.
Sonaron entonces Marcelo Bielsa, Tata Martino, Luis Felipe Scolari y hasta Carlos Bianchi. Lo único claro en ese panorama desalentador era que un extranjero sería el nuevo entrenador.
Llegó entonces José Pékerman, a comienzos de 2012. Reservado pero simpático, el estratega argentino supo sortear las críticas tras sus primeros juegos, una victoria en Lima y una derrota en Quito.
Hasta que el 7 de septiembre su equipo goleó 4-0 a Uruguay y entonces devolvió la ilusión a los amantes del balón. Cuatro días después lo confirmó con un triunfo histórico 3-1 en Chile, en el partido que definitivamente cambió la historia de Colombia en las eliminatorias.
De ahí en adelante bastaba con hacer respetar la casa para clasificar. Por primera vez en muchos años la selección terminó la primera vuelta en las primeras posiciones.
Le ganó luego a Paraguay y Bolivia en Barranquilla, por lo que no fue grave perder en la visita a Venezuela. Un punto en Buenos Aires ayudó a recuperar la confianza y los triunfos contra Perú y Ecuador, sin jugar bien, prácticamente sellaron el cupo a Brasil, sobre todo porque, a pesar de la irregularidad, los jugadores mostraron algo que se extrañaba en las selecciones del nuevo milenio: jerarquía y amor por la camiseta.
Faltaba el broche de oro, que en Uruguay no pudo ser. En el Centenario, Colombia cayó 2-0. Pero si a la clasificación le faltaba dramatismo, éste llegó al final. Chile casi nos deja con la fiesta preparada pues ganaba 3-0 al final de los primeros 45 minutos en el Metropolitano, hasta que aparecieron James Rodríguez, Falcao García y su corte para poner al país a gozar.
El 3-3 de penalti, con el que empató el 9 del Mónaco, se gritó desde La Guajira hasta el Amazonas. El equipo renació de sus cenizas y logró una hazaña de la que se hablará por muchos años.
No hubo tiempo para celebrar porque la selección tenía que jugar cuatro días después en Asunción, en donde ratificó su buena campaña y ganó, para terminar con 30 puntos, dos menos que el líder, Argentina.
Desde entonces todo ha sido fiesta. Sorteo mundialista con el privilegio de ser cabeza de serie y el comienzo de un año lleno de planes e ilusiones, casi todas relacionadas que la presentación de la selección en Brasil.
Los niños y jóvenes menores de 20 años, que no vivieron o no se acuerdan de la Colombia mundialista de los 90, comienzan a sentir ya la emoción que recuerdan con nostalgia sus mayores. Ahora, todos juntos, llenan emocionados el álbum de Brasil 2014 y guardan como un tesoro las laminitas de la selección, una emoción mínima si se compara con la que sentirán el 14 de junio, cuando suene el himno nacional en Belo Horizonte y arranque el partido contra Grecia. Un sueño cumplido.
lordonez@elespectador.com