Comunidades energéticas: un nuevo paradigma del sector
Un modelo que lleva a las personas al centro de la discusión, con pilares como la descentralización y democratización de la energía en Colombia.
“Hablar de comunidades energéticas en Colombia es fundamental, pues veníamos de una transición energética muy alejada de las personas, enfocándola en grandes proyectos de energías renovables con las empresas en el centro de la discusión, mas no a las personas. Perdíamos una oportunidad gigantesca”, asegura Simón García, miembro del equipo de las comunidades energéticas, al mencionar su importancia en el país.
Cuando se habla de comunidades energéticas se hace referencia a grupos de personas naturales o jurídicas que pueden asociarse para generar, comercializar o usar fuentes no convencionales de energía renovable, combustibles renovables y recursos distribuidos.
García explica que estas comunidades se benefician gracias a la transformación social y económica que generan. Les da a estos grupos una participación activa, fortaleciendo las capacidades de las personas en temas energéticos y administrativos, lo cual robustece el tejido social.
Esa cercanía y participación de las comunidades es una solución a sus problemáticas particulares en sus regiones, tanto energéticas como las que se pueden derivar del sector, impactando positivamente sus realidades y calidad de vida.
“Es como generamos o fortalecemos capacidades en esa comunidad en torno a procesos productivos, que es algo que promovemos. Es hablar de una verdadera transición energética justa. Si se lleva más allá, es plantearse que tenemos que cambiar como está estructurado el modelo del sector energético y eléctrico, que es altamente centralizado”, agrega García.
Así, la iniciativa busca que las comunidades organizadas atiendan su demanda energética a través de la autogeneración, aportando a la eficiencia, democratización, descarbonización, descentralización y almacenamiento de la energía establecidas en el Decreto 2236 de 2023, expedido por el Ministerio de Minas y Energía. Las soluciones son administradas por las comunidades y pueden impulsar proyectos comunitarios en los territorios. Asociaciones, colegios y proyectos se benefician con el programa.
Entre las formas asociativas de las comunidades energéticas se encuentran la alianza de comunidades y asociación de comunidades energéticas con terceros, la representación de estas comunidades y asociación de comunidades energéticas con fines de comercialización, y la asociación con fines de autogeneración y autoabastecimiento, entre otras.
Tipos de energía y postulaciones
Los tipos de energía que se utilizan en el programa son de pequeños aprovechamientos hidroeléctricos, que es la energía obtenida a partir de los cuerpos de agua a pequeña escala; eólica, a partir del movimiento de las masas de aire; geotérmica, que procede del calor que yace en el subsuelo, solar, que se aprovecha de la radiación electromagnética proveniente del sol, y la energía de biomasa, que se procesa de la materia orgánica vegetal y residuos animales.
El Ministerio de Minas y Energía recibió más de 18.000 postulaciones de comunidades organizadas de todo el territorio nacional. El formulario estuvo abierto en la página web de la entidad por más de cuatro meses y cerró el 17 de abril. A las comunidades inscritas en el primer formulario se les solicitó diligenciar otro para especificar datos de ubicación y número de beneficiarios.
La mayoría de las postulaciones se ubican en las regiones Caribe y Pacífica. Usando la información y aplicando criterios de focalización territorial y priorización poblacional, hubo una selección preliminar de 2.475 comunidades, potenciales beneficiadas de recursos públicos para convertirse en comunidades energéticas.
El Ministerio de Minas y Energía dispuso un equipo de profesionales para diseñar y desarrollar la Escuela de Transición Energética Justa, así como material pedagógico para contribuir e intercambiar conocimiento con las comunidades sobre lo que implica generar y administrar la energía.
“Hay proyectos interesantes, como los de las comunidades energéticas educativas que se desarrollaron en Quibdó y Bojayá. Tenemos por ejemplo otra que está en construcción en Isla Grande, un proceso en el que se está cambiando toda la infraestructura y se está fortaleciendo a la comunidad para que sea la gestora de ese sistema de energía y se sustente o sea sostenible a través de la venta de energía a los hoteles o a las actividades productivas cercanas”, indica García.
El 17 de mayo se inauguraron 23 comunidades energéticas educativas en Chocó y se instalaron soluciones tecnológicas en 34 comunidades de La Guajira, que se suman a las 122 contratadas, y empezarán su ejecución en junio, con una inversión de $44.000 millones.
“La energía es un habilitador, así lo vemos nosotros, y como habilitador de servicios y del que se benefician directamente las comunidades. Hay una serie de impactos positivos que podríamos nombrar, como el tener un sector mucho más democrático, más participativo, con una matriz energética más diversa y descarbonizada”, concluyó García. Se espera masificar el programa de comunidades energéticas en los próximos dos años.
“Hablar de comunidades energéticas en Colombia es fundamental, pues veníamos de una transición energética muy alejada de las personas, enfocándola en grandes proyectos de energías renovables con las empresas en el centro de la discusión, mas no a las personas. Perdíamos una oportunidad gigantesca”, asegura Simón García, miembro del equipo de las comunidades energéticas, al mencionar su importancia en el país.
Cuando se habla de comunidades energéticas se hace referencia a grupos de personas naturales o jurídicas que pueden asociarse para generar, comercializar o usar fuentes no convencionales de energía renovable, combustibles renovables y recursos distribuidos.
García explica que estas comunidades se benefician gracias a la transformación social y económica que generan. Les da a estos grupos una participación activa, fortaleciendo las capacidades de las personas en temas energéticos y administrativos, lo cual robustece el tejido social.
Esa cercanía y participación de las comunidades es una solución a sus problemáticas particulares en sus regiones, tanto energéticas como las que se pueden derivar del sector, impactando positivamente sus realidades y calidad de vida.
“Es como generamos o fortalecemos capacidades en esa comunidad en torno a procesos productivos, que es algo que promovemos. Es hablar de una verdadera transición energética justa. Si se lleva más allá, es plantearse que tenemos que cambiar como está estructurado el modelo del sector energético y eléctrico, que es altamente centralizado”, agrega García.
Así, la iniciativa busca que las comunidades organizadas atiendan su demanda energética a través de la autogeneración, aportando a la eficiencia, democratización, descarbonización, descentralización y almacenamiento de la energía establecidas en el Decreto 2236 de 2023, expedido por el Ministerio de Minas y Energía. Las soluciones son administradas por las comunidades y pueden impulsar proyectos comunitarios en los territorios. Asociaciones, colegios y proyectos se benefician con el programa.
Entre las formas asociativas de las comunidades energéticas se encuentran la alianza de comunidades y asociación de comunidades energéticas con terceros, la representación de estas comunidades y asociación de comunidades energéticas con fines de comercialización, y la asociación con fines de autogeneración y autoabastecimiento, entre otras.
Tipos de energía y postulaciones
Los tipos de energía que se utilizan en el programa son de pequeños aprovechamientos hidroeléctricos, que es la energía obtenida a partir de los cuerpos de agua a pequeña escala; eólica, a partir del movimiento de las masas de aire; geotérmica, que procede del calor que yace en el subsuelo, solar, que se aprovecha de la radiación electromagnética proveniente del sol, y la energía de biomasa, que se procesa de la materia orgánica vegetal y residuos animales.
El Ministerio de Minas y Energía recibió más de 18.000 postulaciones de comunidades organizadas de todo el territorio nacional. El formulario estuvo abierto en la página web de la entidad por más de cuatro meses y cerró el 17 de abril. A las comunidades inscritas en el primer formulario se les solicitó diligenciar otro para especificar datos de ubicación y número de beneficiarios.
La mayoría de las postulaciones se ubican en las regiones Caribe y Pacífica. Usando la información y aplicando criterios de focalización territorial y priorización poblacional, hubo una selección preliminar de 2.475 comunidades, potenciales beneficiadas de recursos públicos para convertirse en comunidades energéticas.
El Ministerio de Minas y Energía dispuso un equipo de profesionales para diseñar y desarrollar la Escuela de Transición Energética Justa, así como material pedagógico para contribuir e intercambiar conocimiento con las comunidades sobre lo que implica generar y administrar la energía.
“Hay proyectos interesantes, como los de las comunidades energéticas educativas que se desarrollaron en Quibdó y Bojayá. Tenemos por ejemplo otra que está en construcción en Isla Grande, un proceso en el que se está cambiando toda la infraestructura y se está fortaleciendo a la comunidad para que sea la gestora de ese sistema de energía y se sustente o sea sostenible a través de la venta de energía a los hoteles o a las actividades productivas cercanas”, indica García.
El 17 de mayo se inauguraron 23 comunidades energéticas educativas en Chocó y se instalaron soluciones tecnológicas en 34 comunidades de La Guajira, que se suman a las 122 contratadas, y empezarán su ejecución en junio, con una inversión de $44.000 millones.
“La energía es un habilitador, así lo vemos nosotros, y como habilitador de servicios y del que se benefician directamente las comunidades. Hay una serie de impactos positivos que podríamos nombrar, como el tener un sector mucho más democrático, más participativo, con una matriz energética más diversa y descarbonizada”, concluyó García. Se espera masificar el programa de comunidades energéticas en los próximos dos años.