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                                                                                                                                El hombre que consiente los sueños de los colombianos

                                                                                                                                Con el sueño de regalarle una casa de teja a su mamá, el empresario nacido en Ciénega (Boyacá) llegó a probar suerte en Bogotá a los 16 años. El negocio de la carpintería en el que trabajó le presentó a su gran amor: los colchones

                                                                                                                                Marcela Díaz Sandoval

                                                                                                                                PUBLICIDAD

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                                                                                                                                Era 1953. El señor Gómez, de 16 años, decidió viajar a Bogotá: “llegué a estar solo, no tenía ningún familiar y mucho menos plata, solo sabía que debía retribuirle a mi madre todo el amor que me había dado, el valor que hasta hoy me mantiene vivo”. Con la idea de brindarle a la señora Concepción Caro los lujos de una mujer adinerada, pues en la época esas casas sólo las tenían los ricos, empezó a trabajar en fundición, granito y carpintería, labores que le parecían muy pesadas.

                                                                                                                                Read more!
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                                                                                                                                Como un azar de la vida, era en ese lugar donde “Gumer”, como le dicen sus amigos, iba a encontrar su destino. “Mi exjefe, que además era mi amigo, me dijo que donde yo trabajaba había una fábrica de colchones, que aprendiera a hacerlos y que nos asociáramos para montar ese negocio”. A los 19 años hizo su primer colchón, y cuenta que le quedó tan perfecto que le pagaron el doble de lo que había invertido.

                                                                                                                                Desde ese momento sintió que eso era lo suyo, “fue mi amor a primera vista”. Fabricaba dos o tres por mes, porque no tenía a quién venderlos. Pasados dos años, la entidad que promocionaba el comercio y las exportaciones lo contactó para que viajara junto a otros empresarios por el Caribe, “a mí eso me sonó a paseo, porque yo no tenía una gama de productos. El primer país que conocí fue Puerto Rico, después República Dominicana, Trinidad y Tobago, Aruba y Curazao”. Hoy la lista de destinos ya suma 57.

                                                                                                                                Las travesuras que lo caracterizaban en las calles de Ciénega tomaron vida en medio de esos viajes, cuando el empresario empezó a romper los colchones de los hoteles donde se quedaba para mirar de qué estaban hechos, “yo llevaba una Gillette y una máquina de coser. Les hacia una rayita pequeña y tomaba nota de todo lo que veía”.

                                                                                                                                Read more!
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                                                                                                                                 Hoy, con 77 años, el señor Gómez puede decir que es feliz, “aunque no cumplí el sueño de darle casa a mi mamá, pude sobrevivir a esta ciudad después de querer ‘tirar la toalla’ en varias ocasiones. Me queda pendiente seguir desarrollando la empresa y la industria para hacer grande a Colombia”.

                                                                                                                                No ad for you

                                                                                                                                Nunca terminó de estudiar en el colegio, pero sí se preparó en el Inalde, la escuela de dirección y negocios de la Universidad de la Sabana. Ha hecho cursos de desarrollo personal, psicología y liderazgo y habla inglés y francés. Dicta conferencias sobre desarrollo empresarial en universidades y ama jugar partidos de golf, deporte en el que ha ganado cerca de 50 trofeos, los cuales exhibe en su oficina, la misma que tiene un aspecto antiguo y que suena a música relajante.

                                                                                                                                PUBLICIDAD

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                                                                                                                                Era 1953. El señor Gómez, de 16 años, decidió viajar a Bogotá: “llegué a estar solo, no tenía ningún familiar y mucho menos plata, solo sabía que debía retribuirle a mi madre todo el amor que me había dado, el valor que hasta hoy me mantiene vivo”. Con la idea de brindarle a la señora Concepción Caro los lujos de una mujer adinerada, pues en la época esas casas sólo las tenían los ricos, empezó a trabajar en fundición, granito y carpintería, labores que le parecían muy pesadas.

                                                                                                                                Read more!
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                                                                                                                                Como un azar de la vida, era en ese lugar donde “Gumer”, como le dicen sus amigos, iba a encontrar su destino. “Mi exjefe, que además era mi amigo, me dijo que donde yo trabajaba había una fábrica de colchones, que aprendiera a hacerlos y que nos asociáramos para montar ese negocio”. A los 19 años hizo su primer colchón, y cuenta que le quedó tan perfecto que le pagaron el doble de lo que había invertido.

                                                                                                                                Desde ese momento sintió que eso era lo suyo, “fue mi amor a primera vista”. Fabricaba dos o tres por mes, porque no tenía a quién venderlos. Pasados dos años, la entidad que promocionaba el comercio y las exportaciones lo contactó para que viajara junto a otros empresarios por el Caribe, “a mí eso me sonó a paseo, porque yo no tenía una gama de productos. El primer país que conocí fue Puerto Rico, después República Dominicana, Trinidad y Tobago, Aruba y Curazao”. Hoy la lista de destinos ya suma 57.

                                                                                                                                Las travesuras que lo caracterizaban en las calles de Ciénega tomaron vida en medio de esos viajes, cuando el empresario empezó a romper los colchones de los hoteles donde se quedaba para mirar de qué estaban hechos, “yo llevaba una Gillette y una máquina de coser. Les hacia una rayita pequeña y tomaba nota de todo lo que veía”.

                                                                                                                                Read more!
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                                                                                                                                 Hoy, con 77 años, el señor Gómez puede decir que es feliz, “aunque no cumplí el sueño de darle casa a mi mamá, pude sobrevivir a esta ciudad después de querer ‘tirar la toalla’ en varias ocasiones. Me queda pendiente seguir desarrollando la empresa y la industria para hacer grande a Colombia”.

                                                                                                                                No ad for you

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                                                                                                                                Por Marcela Díaz Sandoval

                                                                                                                                Temas recomendados:

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