“El mundo quiere ayudar a Colombia”
La mujer que recibió el Premio Nobel de Paz en 1997, por su contribución a la lucha contra las minas antipersona, valora las iniciativas de desminado en el marco del proceso de paz y piensa en una Colombia libre de esas armas no convencionales.
Jody Williams
Luego de ver los devastadores efectos de estas armas no convencionales, esta mujer estadounidense lanzó en 1992 la Campaña Internacional para la Prohibición de las Minas Antipersona en coordinación con seis ONG. Iniciativa que en una extraordinaria suma de voluntades pasó en poco tiempo a estar integrada por más de 1.300 organizaciones de 95 países. El resultado de este esfuerzo colectivo se alcanzó en 1997 con la firma del Tratado de Ottawa, que prohíbe el uso de las minas antipersona. Recibió el Premio Nobel de Paz en 1997.
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El mundo mira cómo Colombia se acerca a la firma de los acuerdos de paz luego de cinco décadas de un brutal conflicto interno. Con mucha frecuencia y en muchas guerras, las minas terrestres han sido usadas, dejando una herencia de más de 11.000 muertos o heridos durante los últimos 25 años.
Ambos, los militares colombianos y los miembros de la guerrilla de las Farc, usaron minas antipersonas durante años, pero las Farc plantaron más de esas minas para mantener a los militares fuera de los territorios bajo su control. El Ejército colombiano destruyó sus minas hace más de una década, en cumplimiento del Tratado de Prohibición de Minas Antipersonas, negociado y firmado en 1997 y ratificado en 2000. El acuerdo prohibe el uso, producción, comercio y almacenamiento de minas terrestres antipersonas y obliga al gobierno a limpiar campos de minas y asistir a las víctimas.
Pensando en las minas sembradas en las décadas pasadas, he visto que no solo son un ejemplo visceral del horrible costo de un conflicto armado sino también una forma a través de la cual tenemos que pensar en el otro, en los impactos menos visibles de la guerra en nuestra sociedad. Es fácil volar las cosas, pero no es igual de fácil ponerlas juntas de nuevo.
Incluso antes de firmar el acuerdo de paz, ya se vislumbran señales concretas de que el futuro será diferente. En mayo de 2014 el gobierno y las Farc anunciaron la puesta en marcha de un programa de desminado y limpieza de áreas contaminadas. Para mediados de 2015, ellos habían empezado a trabajar juntos en las operaciones humanitarias de desminado conjuntas. Estas acciones concretamente demostraron que el gobierno y las Farc pueden trabajar juntos para erradicar los vestigios de décadas de conflicto. Juntos pueden ayudar a Colombia a tener un futuro diferente.
Y el mundo quiere ayudar. El 4 de febrero, el presidente Barack Obama anunció que EE.UU. se uniría con Noruega para lanzar una iniciativa global de desminado. Estados Unidos dará US$33 millones y Noruega, US$20 millones; otros países también han dicho que quieren ayudar.
Campo de minas por cambo de minas, la tierra será limpiada. Ya más de 28 países afectados por las minas antipersonas que son parte del Tratado han declarado su territorio libre de estos elementos, luego de años de operaciones de limpieza. Colombia alcanzará también esta meta.
Paso a paso, la gente de Colombia superará el dolor y el sufrimiento del conflicto armado y construirá una paz sostenible. No será siempre fácil, pero el más mínimo esfuerzo siempre será valioso.
Luego de ver los devastadores efectos de estas armas no convencionales, esta mujer estadounidense lanzó en 1992 la Campaña Internacional para la Prohibición de las Minas Antipersona en coordinación con seis ONG. Iniciativa que en una extraordinaria suma de voluntades pasó en poco tiempo a estar integrada por más de 1.300 organizaciones de 95 países. El resultado de este esfuerzo colectivo se alcanzó en 1997 con la firma del Tratado de Ottawa, que prohíbe el uso de las minas antipersona. Recibió el Premio Nobel de Paz en 1997.
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El mundo mira cómo Colombia se acerca a la firma de los acuerdos de paz luego de cinco décadas de un brutal conflicto interno. Con mucha frecuencia y en muchas guerras, las minas terrestres han sido usadas, dejando una herencia de más de 11.000 muertos o heridos durante los últimos 25 años.
Ambos, los militares colombianos y los miembros de la guerrilla de las Farc, usaron minas antipersonas durante años, pero las Farc plantaron más de esas minas para mantener a los militares fuera de los territorios bajo su control. El Ejército colombiano destruyó sus minas hace más de una década, en cumplimiento del Tratado de Prohibición de Minas Antipersonas, negociado y firmado en 1997 y ratificado en 2000. El acuerdo prohibe el uso, producción, comercio y almacenamiento de minas terrestres antipersonas y obliga al gobierno a limpiar campos de minas y asistir a las víctimas.
Pensando en las minas sembradas en las décadas pasadas, he visto que no solo son un ejemplo visceral del horrible costo de un conflicto armado sino también una forma a través de la cual tenemos que pensar en el otro, en los impactos menos visibles de la guerra en nuestra sociedad. Es fácil volar las cosas, pero no es igual de fácil ponerlas juntas de nuevo.
Incluso antes de firmar el acuerdo de paz, ya se vislumbran señales concretas de que el futuro será diferente. En mayo de 2014 el gobierno y las Farc anunciaron la puesta en marcha de un programa de desminado y limpieza de áreas contaminadas. Para mediados de 2015, ellos habían empezado a trabajar juntos en las operaciones humanitarias de desminado conjuntas. Estas acciones concretamente demostraron que el gobierno y las Farc pueden trabajar juntos para erradicar los vestigios de décadas de conflicto. Juntos pueden ayudar a Colombia a tener un futuro diferente.
Y el mundo quiere ayudar. El 4 de febrero, el presidente Barack Obama anunció que EE.UU. se uniría con Noruega para lanzar una iniciativa global de desminado. Estados Unidos dará US$33 millones y Noruega, US$20 millones; otros países también han dicho que quieren ayudar.
Campo de minas por cambo de minas, la tierra será limpiada. Ya más de 28 países afectados por las minas antipersonas que son parte del Tratado han declarado su territorio libre de estos elementos, luego de años de operaciones de limpieza. Colombia alcanzará también esta meta.
Paso a paso, la gente de Colombia superará el dolor y el sufrimiento del conflicto armado y construirá una paz sostenible. No será siempre fácil, pero el más mínimo esfuerzo siempre será valioso.