El renacimiento de las estudiantinas regionales
Entre uno de los programas insignia del proyecto Sonidos para la Construcción de Paz está el impulso a las estudiantinas regionales, que revitalizan géneros tradicionales de la música andina y se convierten en un símbolo de reconciliación y convivencia.
A través de los Andes colombianos, el sonido característico de las estudiantinas regionales —también conocidas como orquestas de cuerda pulsada— resuena como un eco de identidad y cultura, gracias a un ambicioso proyecto nacional que une tradición, arte y convivencia.
Estas agrupaciones, que combinan tradición y excelencia musical, han sido revitalizadas gracias al programa Sonidos para la Construcción de Paz, una iniciativa del Gobierno que busca fortalecer la convivencia y el tejido social a través del arte. Bajo el Plan Nacional de Música para la Convivencia y con la coordinación nacional de la Fundación Canto por la Vida, de Ginebra, Valle, estas orquestas se han convertido en un símbolo vivo de la diversidad y la resiliencia cultural de Colombia.
Las estudiantinas son ensambles instrumentales que incluyen tiple, guitarra, bandola, requinto y ocasionalmente contrabajo y percusión. Su historia se remonta a las tunas españolas, conjuntos musicales estudiantiles que evolucionaron en América Latina hacia formatos criollos. En Colombia, este estilo se consolidó en el siglo XX gracias a figuras como Pedro Morales Pino, creador de la Lira Colombiana, primera estudiantina nacional. Con esto no solo se preservan géneros musicales como el bambuco, el pasillo y el torbellino, sino que también se refleja la riqueza cultural de las regiones andinas del país.
El renacimiento de las estudiantinas como iniciativa gubernamental comenzó en marzo de 2023, cuando una mesa técnica del sector musical propuso su creación como parte del programa presidencial Sonidos para la Construcción de Paz. Este proyecto fue acogido por el Ministerio de las Culturas, las Artes y los Saberes, reconociendo la importancia de estas agrupaciones en la promoción del patrimonio cultural. Y bajo la dirección artística del maestro Fabián Forero Valderrama, se conformaron seis estudiantinas regionales con 144 músicos seleccionados mediante convocatoria pública. Cada una representa a una región específica y tiene el apoyo de una entidad aliada para su gestión artística y administrativa:
- • Estudiantina del Valle del Río Cauca (Valle, Cauca y Nariño), dirigida por Samuel Ibarra Conde.
- • Estudiantina de los Andes Antioqueños, bajo la dirección de Germán Posada Estrada.
- • Estudiantina del Alto Magdalena (Tolima Grande y Caquetá), liderada por Manuel Francisco Olaya.
- • Estudiantina del Altiplano Cundiboyacense (Bogotá, Cundinamarca y Boyacá), dirigida por Freddy Fonseca.
- • Estudiantina del Eje Cafetero (Caldas, Quindío y Risaralda), conducida por Julián Ramírez.
- • Estudiantina de la Montaña Santandereana (Santander y Norte de Santander), dirigida por Milton Sanguino Pallares.
Cada estudiantina refleja las tradiciones musicales de su región, revitalizando una práctica que se había mantenido principalmente en contextos locales y educativos. Su proyección nacional ha sido posible gracias al respaldo institucional y al compromiso de los músicos y directores que forman parte del proyecto.
Durante su primera temporada, en 2023, las estudiantinas llevaron a cabo una serie de conciertos en Bogotá, Cali, Santander de Quilichao y Cajicá, además de 80 presentaciones individuales en diversas localidades. Estas actuaciones culminaron en la grabación del disco antológico Pulsos vitales. El sentir de las estudiantinas regionales de Colombia, que reúne 18 temas emblemáticos del repertorio andino, como la danza “Bucarelia”, de Pedro A. Morales, y el bambuco “Revoloteando”, de Carlos Alberto Ordóñez. Este álbum celebra la riqueza musical de las regiones andinas y sirve como testimonio de la capacidad del arte para unir a las comunidades.
Del mismo modo, del 7 al 9 de octubre, las seis estudiantinas se presentaron en Armenia, Pereira y Manizales, dejando entre los asistentes la impronta de una tradición musical compuesta por bambucos, pasillos y torbellinos, entre otros géneros.
El impacto de las estudiantinas va más allá de lo musical. Según Jorge Sossa, coordinador del Grupo de Música del Ministerio de las Culturas, estas agrupaciones son el resultado de años de trabajo en las escuelas de música de la región andina. Su consolidación fortalece el ecosistema musical y contribuye a la convivencia y la construcción de paz en el país.
“Son el producto del seguimiento que desde el Plan Nacional de Música para la Convivencia se ha hecho a las prácticas de las cuerdas pulsadas en el país. Las estudiantinas expresan el trabajo de las escuelas de las regiones de la zona andina y el Plan ha sido impulsor de esos procesos”, dice el maestro Jorge Sossa.
El reconocimiento del formato de estudiantina como patrimonio nacional es un hito importante en la historia reciente de Colombia. Este logro, destacado por el maestro Fabián Forero Valderrama, refuerza el papel de estas agrupaciones como embajadoras culturales y agentes de cambio social. En un país marcado por la diversidad y los desafíos, las estudiantinas representan una convergencia de tradición y modernidad, un puente entre el pasado y el futuro que inspira esperanza y resiliencia.
Mediante proyectos como Sonidos para la Construcción de Paz, el Gobierno ha demostrado que el arte y la cultura son herramientas poderosas para la transformación social. En palabras de Oriana Medina, jefa de bandolas de la Estudiantina del Altiplano Cundiboyacense, “la música genera hábitos que nos enseñan a estar en sociedad, a amar a los otros, y desde ahí creamos paz”.
Por eso, las estudiantinas regionales, con su música vibrante y su mensaje de unidad, son un testimonio del poder del arte para sanar heridas y construir un futuro más armónico para Colombia.
Con cada cuerda pulsada, estas agrupaciones no solo interpretan melodías, sino que también tejen historias de reconciliación y esperanza que resonarán en el corazón de las generaciones venideras.
A través de los Andes colombianos, el sonido característico de las estudiantinas regionales —también conocidas como orquestas de cuerda pulsada— resuena como un eco de identidad y cultura, gracias a un ambicioso proyecto nacional que une tradición, arte y convivencia.
Estas agrupaciones, que combinan tradición y excelencia musical, han sido revitalizadas gracias al programa Sonidos para la Construcción de Paz, una iniciativa del Gobierno que busca fortalecer la convivencia y el tejido social a través del arte. Bajo el Plan Nacional de Música para la Convivencia y con la coordinación nacional de la Fundación Canto por la Vida, de Ginebra, Valle, estas orquestas se han convertido en un símbolo vivo de la diversidad y la resiliencia cultural de Colombia.
Las estudiantinas son ensambles instrumentales que incluyen tiple, guitarra, bandola, requinto y ocasionalmente contrabajo y percusión. Su historia se remonta a las tunas españolas, conjuntos musicales estudiantiles que evolucionaron en América Latina hacia formatos criollos. En Colombia, este estilo se consolidó en el siglo XX gracias a figuras como Pedro Morales Pino, creador de la Lira Colombiana, primera estudiantina nacional. Con esto no solo se preservan géneros musicales como el bambuco, el pasillo y el torbellino, sino que también se refleja la riqueza cultural de las regiones andinas del país.
El renacimiento de las estudiantinas como iniciativa gubernamental comenzó en marzo de 2023, cuando una mesa técnica del sector musical propuso su creación como parte del programa presidencial Sonidos para la Construcción de Paz. Este proyecto fue acogido por el Ministerio de las Culturas, las Artes y los Saberes, reconociendo la importancia de estas agrupaciones en la promoción del patrimonio cultural. Y bajo la dirección artística del maestro Fabián Forero Valderrama, se conformaron seis estudiantinas regionales con 144 músicos seleccionados mediante convocatoria pública. Cada una representa a una región específica y tiene el apoyo de una entidad aliada para su gestión artística y administrativa:
- • Estudiantina del Valle del Río Cauca (Valle, Cauca y Nariño), dirigida por Samuel Ibarra Conde.
- • Estudiantina de los Andes Antioqueños, bajo la dirección de Germán Posada Estrada.
- • Estudiantina del Alto Magdalena (Tolima Grande y Caquetá), liderada por Manuel Francisco Olaya.
- • Estudiantina del Altiplano Cundiboyacense (Bogotá, Cundinamarca y Boyacá), dirigida por Freddy Fonseca.
- • Estudiantina del Eje Cafetero (Caldas, Quindío y Risaralda), conducida por Julián Ramírez.
- • Estudiantina de la Montaña Santandereana (Santander y Norte de Santander), dirigida por Milton Sanguino Pallares.
Cada estudiantina refleja las tradiciones musicales de su región, revitalizando una práctica que se había mantenido principalmente en contextos locales y educativos. Su proyección nacional ha sido posible gracias al respaldo institucional y al compromiso de los músicos y directores que forman parte del proyecto.
Durante su primera temporada, en 2023, las estudiantinas llevaron a cabo una serie de conciertos en Bogotá, Cali, Santander de Quilichao y Cajicá, además de 80 presentaciones individuales en diversas localidades. Estas actuaciones culminaron en la grabación del disco antológico Pulsos vitales. El sentir de las estudiantinas regionales de Colombia, que reúne 18 temas emblemáticos del repertorio andino, como la danza “Bucarelia”, de Pedro A. Morales, y el bambuco “Revoloteando”, de Carlos Alberto Ordóñez. Este álbum celebra la riqueza musical de las regiones andinas y sirve como testimonio de la capacidad del arte para unir a las comunidades.
Del mismo modo, del 7 al 9 de octubre, las seis estudiantinas se presentaron en Armenia, Pereira y Manizales, dejando entre los asistentes la impronta de una tradición musical compuesta por bambucos, pasillos y torbellinos, entre otros géneros.
El impacto de las estudiantinas va más allá de lo musical. Según Jorge Sossa, coordinador del Grupo de Música del Ministerio de las Culturas, estas agrupaciones son el resultado de años de trabajo en las escuelas de música de la región andina. Su consolidación fortalece el ecosistema musical y contribuye a la convivencia y la construcción de paz en el país.
“Son el producto del seguimiento que desde el Plan Nacional de Música para la Convivencia se ha hecho a las prácticas de las cuerdas pulsadas en el país. Las estudiantinas expresan el trabajo de las escuelas de las regiones de la zona andina y el Plan ha sido impulsor de esos procesos”, dice el maestro Jorge Sossa.
El reconocimiento del formato de estudiantina como patrimonio nacional es un hito importante en la historia reciente de Colombia. Este logro, destacado por el maestro Fabián Forero Valderrama, refuerza el papel de estas agrupaciones como embajadoras culturales y agentes de cambio social. En un país marcado por la diversidad y los desafíos, las estudiantinas representan una convergencia de tradición y modernidad, un puente entre el pasado y el futuro que inspira esperanza y resiliencia.
Mediante proyectos como Sonidos para la Construcción de Paz, el Gobierno ha demostrado que el arte y la cultura son herramientas poderosas para la transformación social. En palabras de Oriana Medina, jefa de bandolas de la Estudiantina del Altiplano Cundiboyacense, “la música genera hábitos que nos enseñan a estar en sociedad, a amar a los otros, y desde ahí creamos paz”.
Por eso, las estudiantinas regionales, con su música vibrante y su mensaje de unidad, son un testimonio del poder del arte para sanar heridas y construir un futuro más armónico para Colombia.
Con cada cuerda pulsada, estas agrupaciones no solo interpretan melodías, sino que también tejen historias de reconciliación y esperanza que resonarán en el corazón de las generaciones venideras.