La caída del Grupo Grancolombiano
Una de las más duras batallas de los 125 años que lleva El Espectador en defensa de su independencia frente al poder tuvo lugar en 1982, tras las denuncias contra el Grupo Grancolombiano.
Redacción El Espectador
El diario puso al descubierto irregularidades del emporio económico a través de fondos de inversión y de autopréstamos de los miembros del Grupo con recursos de los ahorradores.
El Grupo retiró entonces su pauta del periódico para asfixiar sus finanzas, estrategia que dio lugar al célebre editorial del 4 de abril de 1982 (“La tenaza económica”), en el que Guillermo Cano respondió: “...No vendemos, no hipotecamos, no cedemos nuestra conciencia ni nuestra dignidad a cambio de un puñado de billetes. Eso no está dentro de nuestros presupuestos”.
La contundencia de las denuncias ocasionó que Jaime Michelsen Uribe fuera relevado de la presidencia del Grupo, en principio; que el emporio desapareciera, tiempo después, y que, finalmente, Michelsen terminara preso.
Entre tanto, el Grupo se empleó a fondo para frenar el éxodo de ahorradores ocasionado por el escándalo y para ello usó hasta cartas personalizadas, una de las cuales tuvo como destinatario a Hernando Jiménez Pérez, por ese entonces funcionario de este diario.
En la carta, firmada por Michelsen, quedaba claro que el banquero sabía quién era el ahorrador que se le iba, por lo que le dedicó dos párrafos que bien constituyen un reto a la historia (ver facsímil). Alegaba que la de El Espectador era una “aparente como curiosa y solitaria censura”, y sostenía que las cifras avalaban la solidez del Grupo. Jiménez guardó la misiva por tres décadas y, para refrescarle la memoria al país, la hizo llegar al diario, a propósito de los 125 años.
El diario puso al descubierto irregularidades del emporio económico a través de fondos de inversión y de autopréstamos de los miembros del Grupo con recursos de los ahorradores.
El Grupo retiró entonces su pauta del periódico para asfixiar sus finanzas, estrategia que dio lugar al célebre editorial del 4 de abril de 1982 (“La tenaza económica”), en el que Guillermo Cano respondió: “...No vendemos, no hipotecamos, no cedemos nuestra conciencia ni nuestra dignidad a cambio de un puñado de billetes. Eso no está dentro de nuestros presupuestos”.
La contundencia de las denuncias ocasionó que Jaime Michelsen Uribe fuera relevado de la presidencia del Grupo, en principio; que el emporio desapareciera, tiempo después, y que, finalmente, Michelsen terminara preso.
Entre tanto, el Grupo se empleó a fondo para frenar el éxodo de ahorradores ocasionado por el escándalo y para ello usó hasta cartas personalizadas, una de las cuales tuvo como destinatario a Hernando Jiménez Pérez, por ese entonces funcionario de este diario.
En la carta, firmada por Michelsen, quedaba claro que el banquero sabía quién era el ahorrador que se le iba, por lo que le dedicó dos párrafos que bien constituyen un reto a la historia (ver facsímil). Alegaba que la de El Espectador era una “aparente como curiosa y solitaria censura”, y sostenía que las cifras avalaban la solidez del Grupo. Jiménez guardó la misiva por tres décadas y, para refrescarle la memoria al país, la hizo llegar al diario, a propósito de los 125 años.