La compra de la nueva flota de Avianca
El presidente de la aerolínea cuenta los pormenores de uno de los negocios más grandes del año en Colombia.
Fabio Villegas Ramírez * / Especial para El Espectador
Tras emerger del proceso de reestructuración financiera adelantada al amparo del capítulo 11 –Ley de Reestructuración Económica de los Estados Unidos–, Avianca estaba lista para emprender una nueva etapa en su desarrollo. Darle un nuevo aire a la segunda aerolínea más antigua del mundo, manteniendo sus niveles de seguridad y especialización, nos llevó a trazar planes para alcanzar los más altos estándares de eficiencia y atención, lo que, a su vez, implicó emprender el proceso de renovación de la flota de aeronaves.
La aventura fue apasionante y contó con el empeño de expertos en negociación, planeación, red de rutas, mercados, ingeniería, servicio y finanzas, entre otros especialistas adscritos a todas las áreas de la compañía.
La definición de los equipos de vuelo que estarán al servicio de los viajeros de Avianca en Colombia y el mundo en los próximos 20 años no fue sencilla. Tampoco rápida. Conscientes de que la decisión de una nueva flota para Avianca se tomaría con base en factores técnicos, operacionales y financieros que nos garantizaran ofrecer servicios de la más alta calidad a nuestros viajeros, no ahorramos esfuerzos en conocer los beneficios que las diversas alternativas ofrecían en variables clave: componentes, configuración de espacios, rendimiento, respaldo, capacidad, sistemas de entretenimiento, consumo de combustible, protección al medio ambiente, entre otros factores.
Así presentamos –a comienzos de 2005–, ante los dos mayores fabricantes de aviones en el mundo, los requisitos que debía tener la nueva flota Avianca. Este trecho del camino estuvo marcado por extenuantes jornadas en Atlanta, Nueva York, Miami, Seattle, Londres, París y Toulouse, que nos permitieron adentrarnos en las particularidades de los tipos de avión recomendados por Boeing y Airbus para las misiones de vuelo Avianca. Al mismo tiempo se dio inicio a contactos con bancos y agencias de crédito internacional.
La presencia de los representantes de Avianca ante americanos y europeos expertos en aeronáutica y servicio aéreo, era la presencia orgullosa de un país suramericano que había visto resurgir de las cenizas a su aerolínea bandera. De allí salía la fuerza y el tesón para mantener la alerta a lo largo de las 20 horas que duraba –en promedio– entre pizzas, hamburguesas y lasañas, cada sesión de análisis.
Debo advertir que, como responsable del proceso, llegó a mortificarme el sacrificio que implicaba para los integrantes del equipo tomar distancia física de su familia, sus hobbies y quehaceres cotidianos, para emprender un viaje tras otro en busca del producto óptimo. Claro está que la compensación llegó con las visitas a las plantas de Boeing en Seattle (Estados Unidos) y Airbus en Toulouse (Francia), verdaderos pináculos nutridos por la ciencia y el arte de más de 900 empresas proveedoras de todo tipo de componentes que les llegan desde diferentes sitios en los cinco continentes.
Luego de casi 18 meses de ires y venires, en junio de 2006 se dio inicio a la ‘verdadera’ negociación. Ya teníamos en la mira la flota ideal, compuesta por los B-787 Dream Liner del fabricante estadounidense y los A-319, A-320 y A-330 del constructor europeo. Además de constituir lo último en tecnología, al combinar materiales más livianos, diseños innovadores y espacios confortables, estos equipos cumplen a cabalidad con las exigencias operacionales que imponen las rutas, distancias, volumen de viajeros y carga proyectadas por Avianca. A lo largo de varias semanas de trabajo continuo en sesiones simultáneas en las oficinas de la aerolínea en Bogotá, se negoció con cada uno de los oferentes, aspectos relativos a la configuración, el precio, así como los tiempos de ensamblaje, entregas y pago.
Al finalizar el año, luego de poner por escrito lo pactado, Avianca, en unión del Grupo Synergy, cerró las negociaciones que dieron fin a la compra de 60 Airbus y 10 Boeing de última tecnología, cuyo valor total a precios de catálogo, incluidos sus motores, asciende a US$ 7.300 millones. Y tal como lo anunciamos al compartir en 2007 esta buena nueva con nuestros viajeros en el país y el exterior, con ellos aspiramos mantener a Avianca a la vanguardia en tecnología en la región, en tanto nuestros usuarios disfrutan de una nueva experiencia al volar en los enlaces a puntos en Colombia, las Américas y Europa.
Ahora, y como quiera que hasta aquí el esfuerzo colectivo se había concentrado en la adquisición de la nueva flota, después de casi tres años de iniciado el proyecto, los colaboradores en tierra y aire nos preparamos para la llegada, incorporación y operación exitosa del primer avión. Un A-320 de fabricación europea que surcará nuestros cielos a partir del primer trimestre de 2008.
* Presidente de AVIANCA
Tras emerger del proceso de reestructuración financiera adelantada al amparo del capítulo 11 –Ley de Reestructuración Económica de los Estados Unidos–, Avianca estaba lista para emprender una nueva etapa en su desarrollo. Darle un nuevo aire a la segunda aerolínea más antigua del mundo, manteniendo sus niveles de seguridad y especialización, nos llevó a trazar planes para alcanzar los más altos estándares de eficiencia y atención, lo que, a su vez, implicó emprender el proceso de renovación de la flota de aeronaves.
La aventura fue apasionante y contó con el empeño de expertos en negociación, planeación, red de rutas, mercados, ingeniería, servicio y finanzas, entre otros especialistas adscritos a todas las áreas de la compañía.
La definición de los equipos de vuelo que estarán al servicio de los viajeros de Avianca en Colombia y el mundo en los próximos 20 años no fue sencilla. Tampoco rápida. Conscientes de que la decisión de una nueva flota para Avianca se tomaría con base en factores técnicos, operacionales y financieros que nos garantizaran ofrecer servicios de la más alta calidad a nuestros viajeros, no ahorramos esfuerzos en conocer los beneficios que las diversas alternativas ofrecían en variables clave: componentes, configuración de espacios, rendimiento, respaldo, capacidad, sistemas de entretenimiento, consumo de combustible, protección al medio ambiente, entre otros factores.
Así presentamos –a comienzos de 2005–, ante los dos mayores fabricantes de aviones en el mundo, los requisitos que debía tener la nueva flota Avianca. Este trecho del camino estuvo marcado por extenuantes jornadas en Atlanta, Nueva York, Miami, Seattle, Londres, París y Toulouse, que nos permitieron adentrarnos en las particularidades de los tipos de avión recomendados por Boeing y Airbus para las misiones de vuelo Avianca. Al mismo tiempo se dio inicio a contactos con bancos y agencias de crédito internacional.
La presencia de los representantes de Avianca ante americanos y europeos expertos en aeronáutica y servicio aéreo, era la presencia orgullosa de un país suramericano que había visto resurgir de las cenizas a su aerolínea bandera. De allí salía la fuerza y el tesón para mantener la alerta a lo largo de las 20 horas que duraba –en promedio– entre pizzas, hamburguesas y lasañas, cada sesión de análisis.
Debo advertir que, como responsable del proceso, llegó a mortificarme el sacrificio que implicaba para los integrantes del equipo tomar distancia física de su familia, sus hobbies y quehaceres cotidianos, para emprender un viaje tras otro en busca del producto óptimo. Claro está que la compensación llegó con las visitas a las plantas de Boeing en Seattle (Estados Unidos) y Airbus en Toulouse (Francia), verdaderos pináculos nutridos por la ciencia y el arte de más de 900 empresas proveedoras de todo tipo de componentes que les llegan desde diferentes sitios en los cinco continentes.
Luego de casi 18 meses de ires y venires, en junio de 2006 se dio inicio a la ‘verdadera’ negociación. Ya teníamos en la mira la flota ideal, compuesta por los B-787 Dream Liner del fabricante estadounidense y los A-319, A-320 y A-330 del constructor europeo. Además de constituir lo último en tecnología, al combinar materiales más livianos, diseños innovadores y espacios confortables, estos equipos cumplen a cabalidad con las exigencias operacionales que imponen las rutas, distancias, volumen de viajeros y carga proyectadas por Avianca. A lo largo de varias semanas de trabajo continuo en sesiones simultáneas en las oficinas de la aerolínea en Bogotá, se negoció con cada uno de los oferentes, aspectos relativos a la configuración, el precio, así como los tiempos de ensamblaje, entregas y pago.
Al finalizar el año, luego de poner por escrito lo pactado, Avianca, en unión del Grupo Synergy, cerró las negociaciones que dieron fin a la compra de 60 Airbus y 10 Boeing de última tecnología, cuyo valor total a precios de catálogo, incluidos sus motores, asciende a US$ 7.300 millones. Y tal como lo anunciamos al compartir en 2007 esta buena nueva con nuestros viajeros en el país y el exterior, con ellos aspiramos mantener a Avianca a la vanguardia en tecnología en la región, en tanto nuestros usuarios disfrutan de una nueva experiencia al volar en los enlaces a puntos en Colombia, las Américas y Europa.
Ahora, y como quiera que hasta aquí el esfuerzo colectivo se había concentrado en la adquisición de la nueva flota, después de casi tres años de iniciado el proyecto, los colaboradores en tierra y aire nos preparamos para la llegada, incorporación y operación exitosa del primer avión. Un A-320 de fabricación europea que surcará nuestros cielos a partir del primer trimestre de 2008.
* Presidente de AVIANCA