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La Organización Mundial de la Salud (OMS) toma como referencia la diferencia que tiene la obesidad con el sobrepeso, que es el siguiente nivel después de un promedio de normalidad. Se habla entonces de obesidad cuando el exceso de calorías en relación con el gasto calórico de un individuo genera una acumulación de grasa corporal superior a los 30 puntos al comparar el peso y la estatura de la persona. Esta enfermedad es crónica y representa un mayor riesgo de contraer enfermedades cardiovasculares, metabólicas, ortopédicas, psicosociales, entre muchas otras.
Según la última Encuesta Nacional de Situación Nutricional el 56 % de los colombianos entre los 18 y 64 años, sufren de sobrepeso u obesidad y una de cada cinco personas padece esta patología. Sin embargo, de lo que poco se habla es de cómo esta condición influye en la salud mental de quienes la padecen y las razones por las que esta debe ser abordada de manera interinstitucional.
Esto partiendo del hecho de que, según expertos de la salud, la obesidad es una enfermedad multicausal, que si bien está relacionada con tipos de hábitos nocivos, también puede estar ligada a algún trastorno psicológico. Así lo explica Lina Murillo, psicóloga clínica, especialista en evaluación y tratamiento de trastornos afectivos y emocionales.
“Uno de los factores que influyen en la obesidad es el emocional, puesto que muchas veces la ingesta de alimentos se vuelve una estrategia de regulación emocional. Cuando las personas tienen que enfrentar alguna emoción que no saben cómo hacerlo, recurren a la comida como una estrategia de regulación. Esto se ve en algunos diagnósticos como ansiedad, depresión, pero no hay que dejar de lado el estrés y otras situaciones cotidianas que nos producen alguna alteración emocional”.
Aún así, la experta reconoce que existen otros tipos de causas que hacen necesario que la enfermedad se intervenga desde diferentes dimensiones y especialidades. De acuerdo con este argumento, el doctor Ricardo Nassar, jefe del Centro de Obesidad de la Fundación Santa Fe de Bogotá, asegura que nunca se puede pensar en que existe una mente saludable sin cuerpo saludable y viceversa. Por ende, considera fundamental que el tratamiento tenga el componente psicológico para que este sea efectivo y perdurable.
“No podemos llevar a ningún paciente a cirugía sin normalizar sus conductas psicológicas. Siempre debemos llevarlo en el mejor estado físico y emocional. Cuando las personas bajan de peso y se enfrentan a situaciones estresantes, nuevamente recaen a malos hábitos y costumbres. Por ello, aunque la cirugía es el tratamiento más efectivo, no puede desligarse de un manejo psicológico”, explicó Nassar.
Para entenderlo, el doctor explicó que desde la Fundación Santa Fe se trabaja con un equipo multidisciplinario entendiendo la obesidad como una enfermedad crónica que exige que cada paciente tenga una interpretación múltiple de su caso. “El tratamiento pasa por evaluación psiquiátrica, nutricional, endocrina, desde la medicina del deporte y la cirugía bariátrica. Lo que hacemos es valorar el mismo paciente y llevarlo a una punta donde sacamos conclusiones del mejor tratamiento. Por ejemplo, definimos si el paciente está decidido a un cambio de vida y si está dispuesto a tener seguimiento y lógicamente enseñarle nuevos hábitos alimenticios, cómo manejar el estrés y realizar ejercicio”.
La presión social
Por otra parte, Pablo Alberto Castaño, endocrinólogo de la Clínica Somer, habla sobre cómo las condiciones sociales son un factor que puede incrementar los problemas de salud mental asociados con la obesidad. Para empezar, dice que no se debe hablar de la persona obesa sino de la persona que padece de obesidad, pues es una enfermedad y no un calificativo.
“La obesidad tiene una relación multidireccional con la mente y las emociones. Así que enfermedades como la depresión, el trastorno de ansiedad, el trastorno afectivo bipolar, los trastornos de la conducta alimentaria como anorexia y bulimia, pueden favorecer el desarrollo de esta condición. Por eso, llamar a alguien obeso crea un estigma social que lleva a mayores problemas para el individuo, lo estereotipa y lo discrimina consciente o inconscientemente. Existen en la sociedad estigmas y prejuicios que hacen una tortura el desenvolvimiento normal de una personas con la condición. De hecho, les puede ser más difícil conseguir trabajo, tener pareja, pertenecer a grupos culturales, sociales y políticos, además de que pueda llevar a la persona a la depresión, ansiedad, suicidio, entre otros”.
Por estas razones, Castaño asegura que en el proceso es fundamental el apoyo familiar, de pareja, de la empatía de las instituciones y trabajadores de salud y de las políticas de salud pública, para que faciliten el entendimiento de la obesidad como una enfermedad compleja y así desarrollar mecanismos para enfrentarla de la mejor manera.
La psicóloga Lina Murillo complementa este argumento con el tema del autoestima y la insatisfacción corporal, que, según ella, precisamente son variables de los estereotipos y juicios sociales que rodean el cuerpo. “Las personas que padecen de obesidad parecen salirse de ese estereotipo de la sociedad y por lo tanto reciben una presión social considerable que llega a afectar su calidad de vida, porque se ven limitados en las acciones y actividades que pueden realizar y con las que se sientan cómodos. La mayoría no se sienten cómodos yendo a una piscina, a un gimnasio o comprando ropa. Son muchas cosas en las cuales se encuentran limitadas y allí ya hay una afectación en su calidad de vida y por lo tanto también en su salud mental”, explicó.
Los tres expertos concluyen que todos los factores internos o externos de la enfermedad, deben tener la misma atención por igual con el fin de que el tratamiento sea exitoso. Para lograrlo, cada caso debe ser rigurosamente estudiado desde todas sus aristas, debido a que individualmente tiene características, causas y desarrollos diferentes.
En el marco del mes contra la obesidad, la invitación es a que las personas contribuyan a combatir los estigmas sociales que hacen el proceso más difícil para las personas y puedan llevar a cabo una calidad de vida óptima y equitativa.