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Contenido desarrollado en alianza con el Ministerio de las Culturas, las Artes y los Saberes

La luz en la oscuridad

Yuri Carolina Grosso, una mujer privada de la libertad, encontró en la cárcel El Buen Pastor una expresión de libertad: aprender a leer y escribir.

Yuri Carolina Grosso*
14 de diciembre de 2024 - 02:00 p. m.
Yuri Carolina Grosso.
Yuri Carolina Grosso.
Foto: Cortesía Ministerio de las Culturas, las Artes y los Saberes
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El 26 de abril de 2021, Colombia estaba en protestas y movilizaciones sociales en rechazo a la reforma tributaria propuesta por el Gobierno de entonces, una medida injusta y perjudicial para la mayoría de la población. Las protestas se extendieron a varias ciudades del país generando un amplio debate sobre la injusticia y la desigualdad. Fue en esta coyuntura en que las puertas del Buen Pastor se abrieron para recibir a Yuri Carolina Grosso, una persona que había vivido en medio de un torbellino caótico de desesperanza, una “fiesta eterna”, como ella lo describe. Siendo habitante de calle, Yuri conocía el Bronx bogotano como pocas personas: un mundo oscuro donde la celebración se fusionaba con la tragedia en una danza interminable de excesos y miseria. La noticia de una condena de 86 meses de cárcel por tráfico de drogas fue para ella un clavo en su ataúd.

Al cruzar el umbral de esa imponente puerta azul oscura iniciaba su historia en El Buen Pastor, donde las murallas resonaban entre rumores y susurros de las compañeras de celda. Sin embargo, en el instante en el que sus hombros temblaron de miedo y aprensión, se percató al final de que este lugar no era tan aterrador como los anteriores que había conocido. A comparación de las sombras del Bronx, la cárcel, con todas sus normas estrictas y guardias inflexibles, parecía ofrecer una oportunidad, un destello de luz en su vida.

En este entorno desolador fue donde Yuri conoció a Nicole Vanegas, una mujer alta, carismática y con una belleza que emanaba tanto por dentro como por fuera, y quien no solo fungía como su compañera de celda, sino como la guardiana de su bienestar. Desde el principio, Nicole dejó clara su postura: “Cucha, aquí no acepto consumidoras, así que se aplica o pida cambio de celda”, expresó con vehemencia. Esas palabras resonaron en su mente mientras los primeros síntomas de abstinencia ya comenzaban a afectar su cuerpo. Al notar esa lucha interna, esos temblores, Nicole le sugirió que se fuera a la biblioteca. Aquella visita fue un punto de inflexión en su vida. Al traspasar la puerta se encontró con Rosaura, una mujer con gafas grandes, de media estatura y que lucía el uniforme de guardia. Ella la condujo por senderos que jamás habría imaginado explorar. Yuri no sabía leer ni escribir, pero encontró en los libros un refugio, una salida a todas las sustancias que había consumido. Con paciencia y determinación Rosaura se convirtió en una maestra, enseñándole a descifrar las palabras que antes no significaban nada para ella. Cada página leída era una pequeña victoria, un paso hacia la redención.

El Buen Pastor se transformó en un mundo de posibilidades. Entre paredes y barrotes pintados de un blanco intenso, Yuri comenzó a reconstruir su vida, letra por letra, pieza por pieza. Las guardias, tan estrictas y rígidas, se convirtieron en figuras de autoridad que, en lugar de reprimirla, la guiaban hacia una vida mejor. El sinsentido de la existencia empezó a disiparse, dejando espacio para la esperanza, para la transformación.

Gradualmente, Yuri empezó a percibir una gratitud inesperada. Aunque su libertad estaba limitada por la prisión, ya no se veía obligada a dormir en calles heladas, sin comida ni refugio, expuesta a la crueldad de delincuentes callejeros. Había encontrado una sensación de seguridad que no había experimentado en años.

Fue en medio de esta transformación que la vida le ofreció otra oportunidad: Yeyron Valencia, el tallerista de escrituras creativas, un hombre alto, sonriente, que cantaba en las clases, se propuso enseñarle a escribir. Lo que al principio fue una actividad para llenar el tiempo libre se convirtió en una pasión inimaginable.

Con la escritura Yuri logró exorcizar sus pensamientos, transformando el dolor y la culpa en un camino de autoexploración, orgullo y perdón, sentimientos que comenzaban a crecer en su interior al darse cuenta de lo que era capaz, de crear por sí misma, de recrearse a sí misma. Con cada renglón hecho por ella sentía que dejaba atrás a la mujer rota que alguna vez se consideró.

Su profesor le recuperó la confianza, le decía: “Yuri, cuenta lo que has vivido, no importa tu ortografía, lo que importa es lo que tienes para contar, ¡eso da para un libro! Y como una profecía, así ocurrió: uno de sus textos fue publicado en Fugas de Tinta, en un programa que se llamaba Libertad Bajo Palabra. Esto no solo le mostró la puerta a un mundo maravilloso, sino que también le dio la oportunidad de conocer personalmente al escritor que más admiraba: Mario Mendoza. Y además pudo presentar en una Feria del Libro sus obras.

Paradójicamente, un lugar restrictivo le permitió hacer del arte una práctica de libertad: Yuri, ahora, se encuentra contando su historia, cambiando su mundo.

*Yuri Carolina Grosso, quien escribió su propia historia en tercera persona, es una mujer privada de la libertad participante de un proceso de formación artística producto de una alianza entre el INPEC, MinCulturas y la Biblioteca Nacional de Colombia.

Por Yuri Carolina Grosso*

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