La magia del tejido: un viaje por la artesanía del Caribe colombiano
Al existir una diversidad etaria se “enriquece el intercambio de conocimientos y habilidades entre los artesanos…”, afirma Aura Aguilar, quien, como investigadora, destaca la importancia en la continuidad de tradiciones y técnicas artesanales como mecanismo de preservación de la cultura.
Investigación por: Aura Aguilar Caro. Co-investigación: Numas Armando Gil Olivera, Angélica Orozco Idárraga, Linda Palacio, Ivonne Romero Pérez y Wendy Almedrales.
En el vibrante corazón del Caribe colombiano, dos comunidades —Ariguaní y San Jacinto— están entrelazando mucho más que simples fibras; están hilando hebras de esperanza. Aquí, la artesanía se entrelaza con la historia, la cultura y, sobre todo, la identidad de sus habitantes.
Aura Aguilar Caro, una trabajadora social, docente investigadora de la Universidad Simón Bolívar de Barranquilla, es líder del proyecto de investigación “Permítame María”, ganador de la convocatoria de Estímulos 2023 en el Ministerio de las Culturas, las Artes y los Saberes. Ella toma como inspiración la canción “El Pergamino del juglar” de Adolfo Pacheco Anillo, en homenaje a las artesanas de su pueblo. Su labor da vida a un esfuerzo por recuperar y celebrar el saber popular del tejido y la modistería, un legado que yace en las manos creativas de 18 mujeres y dos hombres de diversas edades, que mantienen viva una tradición que desafía al tiempo.
La sala de un pequeño taller en San Jacinto es testigo de alegres risas y diálogos profundos. Las mujeres, con sus manos hábiles, transforman hilos de colores en hamacas y prendas que cuentan historias de generaciones. “Teníamos que tejer para ayudarnos”, comparte Olivia Carmona, una de las artesanas, mientras muestra una hermosa hamaca. A través de entrevistas y grupos focales, la investigación avanza y deja entrever la experiencia única de estas creadoras, iluminando no solo sus técnicas artísticas, sino también los desafíos que enfrentan en un mundo donde la modernidad parece amenazar su legado.
El enfoque de género e intercultural que promueve esta investigación revela la predominancia femenina en la artesanía y también su transformación. “Mi experiencia al principio fue un poco dura porque siempre aquí las que trabajaron fueron las mujeres, esa parte. Y al verlo a uno tejiendo siempre se burlaban, porque eso era de mujer y siempre daba cosita, pero seguí, no importó”, dice Juan Mugno, el único hombre en el grupo en Ariguaní, quien reafirma su rol en un pueblo que ya lo conoce y en el que aún lucha por validar la labor de tejido en un espacio tradicionalmente femenino.
Sin embargo, no todo es fácil. Las artesanas enfrentan numerosos retos, desde la presión de la globalización hasta la escasez de recursos. “Aquí los que ponían el precio eran los compradores…”, lamenta María, quien se reconoce como mujer luchadora del sector en un contexto en el que la independencia económica se convierte en un anhelo colectivo.
Los apoyos que reciben han sido cruciales en este proceso de revitalización cultural. Para el desarrollo de la investigación ha sido necesario comprender el trabajo artesanal y de modistería como apropiación social del conocimiento. Así, las artesanas no solo han podido visibilizar su trabajo, sino que también han encontrado un espacio de reconocimiento formal en las tradiciones. A partir de diversos encuentros celebran su patrimonio cultural y permiten que sus creaciones brillen ante un público más amplio, conectando así presente y pasado, preservando un saber y una tradición.
La investigación pone especial énfasis en el campo generacional del saber popular. Al existir una diversidad etaria se “enriquece el intercambio de conocimientos y habilidades entre las artesanas…”, afirma Aura Aguilar, quien, como investigadora, destaca la importancia en la continuidad de tradiciones y técnicas artesanales como mecanismo de preservación de la cultura. Pero ¿cómo asegurar que estas tradiciones perduren? la respuesta podría radicar en fortalecer la educación y las oportunidades de formación, algo que muchas artesanas consideran un paso fundamental para innovar y expandir sus emprendimientos.
A medida que este proyecto avanza, surgen interrogantes sobre la transformación de los roles de género y las expectativas culturales que se enmarcan en un análisis relacional cultural, político y social. Esto es reflejo de una tensión que permea las comunidades y se interconecta con la raza, los territorios, la etnia, la identidad y un sin número de variables que intervienen en la definición de los roles que cumplen hombres y mujeres en la sociedad. Es allí donde el tejido y la modistería surgen como herramienta de reivindicación en la que el empoderamiento femenino se fortalece para igualar la balanza en las relaciones de poder.
La investigación “Permítame María” no solo habla de hilos y patrones, habla de historias, de resistencia, y de una rica herencia cultural que desea ser preservada. Cada encuentro entre la academia y la comunidad es un peldaño que se avanza hacia la visibilidad y el respeto que sus saberes merecen. Así, mientras las manos crean, las voces de estas y estos artesanos resuenan con fuerza, dejando claro que el arte del tejido trasciende lo material y se convierte en un símbolo poderoso de identidad y pertenencia.
Y aunque el camino por recorrer aún es largo, estas comunidades continúan trabajando con determinación desde el arte, generando una sincronía entre la tradición y la modernidad para preservar una cultura.
En el vibrante corazón del Caribe colombiano, dos comunidades —Ariguaní y San Jacinto— están entrelazando mucho más que simples fibras; están hilando hebras de esperanza. Aquí, la artesanía se entrelaza con la historia, la cultura y, sobre todo, la identidad de sus habitantes.
Aura Aguilar Caro, una trabajadora social, docente investigadora de la Universidad Simón Bolívar de Barranquilla, es líder del proyecto de investigación “Permítame María”, ganador de la convocatoria de Estímulos 2023 en el Ministerio de las Culturas, las Artes y los Saberes. Ella toma como inspiración la canción “El Pergamino del juglar” de Adolfo Pacheco Anillo, en homenaje a las artesanas de su pueblo. Su labor da vida a un esfuerzo por recuperar y celebrar el saber popular del tejido y la modistería, un legado que yace en las manos creativas de 18 mujeres y dos hombres de diversas edades, que mantienen viva una tradición que desafía al tiempo.
La sala de un pequeño taller en San Jacinto es testigo de alegres risas y diálogos profundos. Las mujeres, con sus manos hábiles, transforman hilos de colores en hamacas y prendas que cuentan historias de generaciones. “Teníamos que tejer para ayudarnos”, comparte Olivia Carmona, una de las artesanas, mientras muestra una hermosa hamaca. A través de entrevistas y grupos focales, la investigación avanza y deja entrever la experiencia única de estas creadoras, iluminando no solo sus técnicas artísticas, sino también los desafíos que enfrentan en un mundo donde la modernidad parece amenazar su legado.
El enfoque de género e intercultural que promueve esta investigación revela la predominancia femenina en la artesanía y también su transformación. “Mi experiencia al principio fue un poco dura porque siempre aquí las que trabajaron fueron las mujeres, esa parte. Y al verlo a uno tejiendo siempre se burlaban, porque eso era de mujer y siempre daba cosita, pero seguí, no importó”, dice Juan Mugno, el único hombre en el grupo en Ariguaní, quien reafirma su rol en un pueblo que ya lo conoce y en el que aún lucha por validar la labor de tejido en un espacio tradicionalmente femenino.
Sin embargo, no todo es fácil. Las artesanas enfrentan numerosos retos, desde la presión de la globalización hasta la escasez de recursos. “Aquí los que ponían el precio eran los compradores…”, lamenta María, quien se reconoce como mujer luchadora del sector en un contexto en el que la independencia económica se convierte en un anhelo colectivo.
Los apoyos que reciben han sido cruciales en este proceso de revitalización cultural. Para el desarrollo de la investigación ha sido necesario comprender el trabajo artesanal y de modistería como apropiación social del conocimiento. Así, las artesanas no solo han podido visibilizar su trabajo, sino que también han encontrado un espacio de reconocimiento formal en las tradiciones. A partir de diversos encuentros celebran su patrimonio cultural y permiten que sus creaciones brillen ante un público más amplio, conectando así presente y pasado, preservando un saber y una tradición.
La investigación pone especial énfasis en el campo generacional del saber popular. Al existir una diversidad etaria se “enriquece el intercambio de conocimientos y habilidades entre las artesanas…”, afirma Aura Aguilar, quien, como investigadora, destaca la importancia en la continuidad de tradiciones y técnicas artesanales como mecanismo de preservación de la cultura. Pero ¿cómo asegurar que estas tradiciones perduren? la respuesta podría radicar en fortalecer la educación y las oportunidades de formación, algo que muchas artesanas consideran un paso fundamental para innovar y expandir sus emprendimientos.
A medida que este proyecto avanza, surgen interrogantes sobre la transformación de los roles de género y las expectativas culturales que se enmarcan en un análisis relacional cultural, político y social. Esto es reflejo de una tensión que permea las comunidades y se interconecta con la raza, los territorios, la etnia, la identidad y un sin número de variables que intervienen en la definición de los roles que cumplen hombres y mujeres en la sociedad. Es allí donde el tejido y la modistería surgen como herramienta de reivindicación en la que el empoderamiento femenino se fortalece para igualar la balanza en las relaciones de poder.
La investigación “Permítame María” no solo habla de hilos y patrones, habla de historias, de resistencia, y de una rica herencia cultural que desea ser preservada. Cada encuentro entre la academia y la comunidad es un peldaño que se avanza hacia la visibilidad y el respeto que sus saberes merecen. Así, mientras las manos crean, las voces de estas y estos artesanos resuenan con fuerza, dejando claro que el arte del tejido trasciende lo material y se convierte en un símbolo poderoso de identidad y pertenencia.
Y aunque el camino por recorrer aún es largo, estas comunidades continúan trabajando con determinación desde el arte, generando una sincronía entre la tradición y la modernidad para preservar una cultura.