La segunda fuga de Jorge Luis Ochoa
Hacia la una y treinta de la tarde del sábado 21 de noviembre de 1987, en un peaje situado a la altura del municipio de Cerrito, en el Valle del Cauca, fue capturado por segunda vez el narcotraficante Jorge Luis Ochoa Vásquez.
Redacción Ipad
Al momento de su detención iba al volante de un automóvil Porsche blanco tipo Coupé, y aunque el personaje intentó evadir a las autoridades a través de una documentación falsa, las unidades de la Policía vial sabían perfectamente que se trataba del capo del cartel de Medellín.
La razón de la fácil identificación del capo y de su misma captura fue que los narcotraficantes del Cartel de Cali dieron aviso a las autoridades como parte de su confrontación armada. Para hacerlo contaron con el apoyo de uno de los principales socios del cartel de Medellín, Rafael Cardona Salazar. Este último había decidido colaborar con la gente de Cali por una razón personal. Ochoa sostenía una relación amorosa con su esposa Odilia, hecho que lo llevó a olvidarse de su vieja amistad con Pablo Escobar y los Ochoa.
Al conocerse la captura de Jorge Luis Ochoa se armó el revuelo en Colombia, pues a la justicia le había quedado el sinsabor de haberlo tenido preso y permitido su libertad. Fue cuando Ochoa Vásquez, en compañía de Gilberto Rodríguez, fue capturado en España en noviembre de 1984. Casi dos años después, en julio de 1986, fue extraditado a Colombia, procesado por un juez de Cartagena por contrabando de reses de lidia y dejado en libertad semanas más tarde causando el descrédito de las autoridades.
Por eso, la recaptura de Jorge Luis Ochoa causó euforia entre las autoridades y el inmediato anuncio de que iba a correr la misma suerte que Carlos Lehder Rivas, capturado y extraditado el 4 de febrero de 1987. Sin embargo, empezaron a suceder situaciones anormales. En primer término, no existía una orden de captura contra Ochoa con fines de extradición y sólo era posible obtenerla si se saldaban los procesos pendientes en Colombia, entre ellos el referido por el contrabando de reses de lidia.
Además, una vez los miembros del cartel de Medellín se enteraron de la captura de Jorge Luis Ochoa en el Valle, desataron una ola de amenazas sin antecedentes. En un comunicado de los llamados Extraditables advirtieron que si se daba la extradición a Estados Unidos de Ochoa, su propósito era declarar la guerra total y absoluta contra toda la clase política del país y ejecutar, “sin consideraciones de ninguna naturaleza” a los principales jefes políticos de los partidos tradicionales en Colombia.
Al mismo tiempo que los Extraditables desplegaron su ola de amenazas, dieron dos pasos adicionales. Rafael Cardona Salazar fue asesinado en el local donde negociaba autos de colección en Medellín, y otros sicarios intentaron secuestrar en su propia casa al entonces candidato a la alcaldía de Medellín, Juan Gómez Martínez. No pudieron hacerlo porque el político y periodista antioqueño, con el apoyo de su hijo, literalmente se defendió a bala, y logró frustrar el intento de secuestro.
Mientras se daban estos acontecimientos y los medios de comunicación informaban que el automóvil en que había sido capturado Ochoa Vásquez aparecía a nombre de un agregado militar de la embajada de Honduras en Bogotá, el ministro de Justicia Enrique Low Murtra extremaba esfuerzos para tratar de impedir la libertad de Jorge Luis Ochoa. Fue un momento crítico y una carrera contra el tiempo, pues a pesar de las exigencias del presidente Virgilio Barco, el Estado no contaba con una orden de captura con fines de extradición para enviar a Ochoa a Estados Unidos.
Esa carrera terminó ganándola Jorge Luis Ochoa. Cuando apenas llevaba 27 días en prisión, su abogado interpuso un recurso de Habeas Corpus, argumentando que no existía ninguna razón para permanecer detenido, pues precisamente hacía falta una orden de captura por narcotráfico y con fines de extradición. El recurso fue presentado al juez 71 de instrucción criminal, Andrés Enrique Montañez, quien a pesar de las advertencias del ministro Low Murtra, terminó autorizando la libertad de Ochoa.
El fin de este sainete se produjo en la tarde del 30 de diciembre de 1987. A manera de plan distractor, ese mismo día y a la misma hora se presentó un intento de fuga en la cárcel Modelo, en la cual fueron abatidos tres delincuentes. Y al tiempo que los medios de comunicación y las autoridades estaban pendientes del desenlace en la Modelo, hacia las cinco de la tarde llegó a La Picota la orden de libertad de Jorge Luis Ochoa. Fue un largo forcejeo que concluyó hacia las ocho de la noche con la libertad de Ochoa.
Por la puerta principal de La Picota salió tranquilamente Ochoa. El juez que le otorgó la libertad tuvo que responder ante la justicia penal. El director de prisiones también enfrentó cargos de la justicia pero argumentó que inicialmente él estaba atendiendo el intento de fuga en La Modelo y que no podía contradecir la orden de un juez. En cuanto al ministro Low Murtra, después de la frustración de la libertad de Ochoa, logró que la justicia colombiana le autorizara cinco órdenes de captura con fines de extradición contra los principales capos del cartel de Medellín.
Como era de esperarse, Jorge Luis Ochoa regresó a sus andanzas y hasta el 15 de enero de 1991 hizo parte activa del cartel de Medellín. Ese día, amparado por la Política de Sometimiento a la Justicia del gobierno de César Gaviria, se entregó a las autoridades en el atrio de la iglesia del municipio de Caldas (Antioquia), fue recluido en la cárcel de Itagüí, apareció para asistirlo legalmente el exprocurador general de la Nación Carlos Jiménez Gómez y después de pagar una exigua pena de prisión saldó sus cuentas con la justicia.
Al momento de su detención iba al volante de un automóvil Porsche blanco tipo Coupé, y aunque el personaje intentó evadir a las autoridades a través de una documentación falsa, las unidades de la Policía vial sabían perfectamente que se trataba del capo del cartel de Medellín.
La razón de la fácil identificación del capo y de su misma captura fue que los narcotraficantes del Cartel de Cali dieron aviso a las autoridades como parte de su confrontación armada. Para hacerlo contaron con el apoyo de uno de los principales socios del cartel de Medellín, Rafael Cardona Salazar. Este último había decidido colaborar con la gente de Cali por una razón personal. Ochoa sostenía una relación amorosa con su esposa Odilia, hecho que lo llevó a olvidarse de su vieja amistad con Pablo Escobar y los Ochoa.
Al conocerse la captura de Jorge Luis Ochoa se armó el revuelo en Colombia, pues a la justicia le había quedado el sinsabor de haberlo tenido preso y permitido su libertad. Fue cuando Ochoa Vásquez, en compañía de Gilberto Rodríguez, fue capturado en España en noviembre de 1984. Casi dos años después, en julio de 1986, fue extraditado a Colombia, procesado por un juez de Cartagena por contrabando de reses de lidia y dejado en libertad semanas más tarde causando el descrédito de las autoridades.
Por eso, la recaptura de Jorge Luis Ochoa causó euforia entre las autoridades y el inmediato anuncio de que iba a correr la misma suerte que Carlos Lehder Rivas, capturado y extraditado el 4 de febrero de 1987. Sin embargo, empezaron a suceder situaciones anormales. En primer término, no existía una orden de captura contra Ochoa con fines de extradición y sólo era posible obtenerla si se saldaban los procesos pendientes en Colombia, entre ellos el referido por el contrabando de reses de lidia.
Además, una vez los miembros del cartel de Medellín se enteraron de la captura de Jorge Luis Ochoa en el Valle, desataron una ola de amenazas sin antecedentes. En un comunicado de los llamados Extraditables advirtieron que si se daba la extradición a Estados Unidos de Ochoa, su propósito era declarar la guerra total y absoluta contra toda la clase política del país y ejecutar, “sin consideraciones de ninguna naturaleza” a los principales jefes políticos de los partidos tradicionales en Colombia.
Al mismo tiempo que los Extraditables desplegaron su ola de amenazas, dieron dos pasos adicionales. Rafael Cardona Salazar fue asesinado en el local donde negociaba autos de colección en Medellín, y otros sicarios intentaron secuestrar en su propia casa al entonces candidato a la alcaldía de Medellín, Juan Gómez Martínez. No pudieron hacerlo porque el político y periodista antioqueño, con el apoyo de su hijo, literalmente se defendió a bala, y logró frustrar el intento de secuestro.
Mientras se daban estos acontecimientos y los medios de comunicación informaban que el automóvil en que había sido capturado Ochoa Vásquez aparecía a nombre de un agregado militar de la embajada de Honduras en Bogotá, el ministro de Justicia Enrique Low Murtra extremaba esfuerzos para tratar de impedir la libertad de Jorge Luis Ochoa. Fue un momento crítico y una carrera contra el tiempo, pues a pesar de las exigencias del presidente Virgilio Barco, el Estado no contaba con una orden de captura con fines de extradición para enviar a Ochoa a Estados Unidos.
Esa carrera terminó ganándola Jorge Luis Ochoa. Cuando apenas llevaba 27 días en prisión, su abogado interpuso un recurso de Habeas Corpus, argumentando que no existía ninguna razón para permanecer detenido, pues precisamente hacía falta una orden de captura por narcotráfico y con fines de extradición. El recurso fue presentado al juez 71 de instrucción criminal, Andrés Enrique Montañez, quien a pesar de las advertencias del ministro Low Murtra, terminó autorizando la libertad de Ochoa.
El fin de este sainete se produjo en la tarde del 30 de diciembre de 1987. A manera de plan distractor, ese mismo día y a la misma hora se presentó un intento de fuga en la cárcel Modelo, en la cual fueron abatidos tres delincuentes. Y al tiempo que los medios de comunicación y las autoridades estaban pendientes del desenlace en la Modelo, hacia las cinco de la tarde llegó a La Picota la orden de libertad de Jorge Luis Ochoa. Fue un largo forcejeo que concluyó hacia las ocho de la noche con la libertad de Ochoa.
Por la puerta principal de La Picota salió tranquilamente Ochoa. El juez que le otorgó la libertad tuvo que responder ante la justicia penal. El director de prisiones también enfrentó cargos de la justicia pero argumentó que inicialmente él estaba atendiendo el intento de fuga en La Modelo y que no podía contradecir la orden de un juez. En cuanto al ministro Low Murtra, después de la frustración de la libertad de Ochoa, logró que la justicia colombiana le autorizara cinco órdenes de captura con fines de extradición contra los principales capos del cartel de Medellín.
Como era de esperarse, Jorge Luis Ochoa regresó a sus andanzas y hasta el 15 de enero de 1991 hizo parte activa del cartel de Medellín. Ese día, amparado por la Política de Sometimiento a la Justicia del gobierno de César Gaviria, se entregó a las autoridades en el atrio de la iglesia del municipio de Caldas (Antioquia), fue recluido en la cárcel de Itagüí, apareció para asistirlo legalmente el exprocurador general de la Nación Carlos Jiménez Gómez y después de pagar una exigua pena de prisión saldó sus cuentas con la justicia.