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Sobre la fundación de Bogotá pareciera que todo está dicho: que la fundó Gonzalo Jiménez de Quesada, que él mismo ordenó construir 12 chozas y que el padre fray Domingo de las Casas celebró la primera misa en lo que hoy es la Plaza de Bolívar. Pero hay otras versiones no tan conocidas que es importante traer a colación: que no fue un fundador sino tres los que dieron vida a esta ciudad, que Quesada podría ser de origen judío, que la primera misa fue en honor a las doce tribus de Israel y no a los 12 apóstoles —lo cual confirmaría su origen de cristiano converso, tesis del historiador colombo-polaco Juan Friede—, que fue fundada dos veces y que el primer nombre de la capital fue Nuestra Señora de la Esperanza.
A pesar de que han corrido litros de tinta sobre la historia de Bogotá, lo cierto es que fueron pocos los cronistas que dejaron testimonios de aquellos primeros años. Uno de ellos, el poeta Juan de Castellanos, amigo personal de Quesada, aseguraba que la primera misa se hizo “en memoria de las 12 fuentes de Elín por donde estos pasaron, y de las 12 piedras que sacaron del Jordán y pusieron en la tierra de Gálgala”. La tesis de que fue en honor de los apóstoles provino del propio De las Casas.
Otro de los mitos que han hecho carrera es la fecha exacta de fundación. A finales de 1537 las huestes españolas entraron a la Sabana y establecieron un campamento militar en lo que hoy es el Chorro de Quevedo, también conocido como Pueblo Viejo o Thybzaca. El 6 de agosto de 1538 Quesada hizo la fundación de facto de la ciudad, pero sin tener en cuenta las instrucciones de la Corona acerca de cómo debía establecerse un poblado, y ello ocurrió en la Plaza de las Yerbas (hoy Parque de Santander), lugar donde realmente se hizo la primera misa. Luego, el 22 de abril de 1539, se adelantó la fundación jurídica, en presencia de Sebastián de Belalcázar y Nicolás de Federmán, quienes entablaron un pleito por la posesión de estos territorios con el adelantado, el cual se resolvió a favor de éste tras su viaje a España. Ahí sí, entonces, se designaron los sitios para la iglesia principal, la casa de gobierno, la prisión o cárcel, así como los solares para los primeros vecinos. Según cuenta nuestra escritora bogotana Soledad Acosta de Samper, en su libro La mujer española en Santafé de Bogotá, de 1890, Quesada trajo los caballos, Federmán las gallinas y Belalcázar los cerdos.
La idea de fundar una ciudad en el altiplano tampoco fue de Quesada sino de Belalcázar, según tesis del historiador Eduardo Posada publicada en su libro Narraciones, de 1906. “Quesada no pensó entonces en levantar una ciudad que llegase a ser populosa, sino levantar una especie de aduar (pequeñas tiendas de campaña, al estilo beduino) para pasar las horas de la conquista, y sobre todo, a fin de dejarles sus casas libres a los pobres indios allá en Bacatá, y poner en sitio aparte su vivac” (campamento militar o refugio improvisado). El historiador insistía en que la propuesta fue de Belalcázar, quien venía del Perú dejando un reguero de pueblos fundados, porque “no sólo era un soldado audaz que derribaba con su brazo de atleta las nacionalidades indígenas, sino un hábil organizador que fundaba nuevos pueblos sobre los escombros de las tribus caídas”.
El nombre de la ciudad es otra historia: Bogotá, Facatá o incluso Mueketá —que significarían algo así como fin del valle, remate de sierra o extremidad del campo— era un poblado indígena ubicado en un lugar entre Funza y Cota, como se aprecia en el antiguo mapa que dibujó el cacique Diego de Torres hacia 1538. En su Gramática chibcha, Ezequiel Uricoechea dice que los aborígenes llamaban a la capital Theusa o Theusaquillo. Santafé fue dado por la Corona española el 27 de julio de 1540, según petición que hizo Sebastián Rodríguez. Si hubiera prosperado la idea de Bolívar, de acuerdo a lo planteado en el Congreso de Angostura, en 1819, nuestra capital se denominaría hoy Las Casas, en homenaje al primer sacerdote de la ciudad, según relata en sus memorias Florencio O’Leary, su edecán.
Volviendo a la azarosa historia de la fundación de Bogotá, y para remarcar el origen mestizo y multicultural de nuestra capital, es interesante recordar la narración de Posada, al referirse a lo que hicieron las huestes europeas tan pronto terminaron la ceremonia de constitución jurídica del nuevo poblado: “jefes y soldados, extranjeros y chibchas, se entregaron a festejar el bautismo de aquella ciudad (...) Todos se dirigieron a las orillas del (río) Fucha, y allá hicieron carreras de caballos, danzas y juegos de cañas”, embebidos de chicha y vino. Naturalmente, unos meses después, nacieron las primeras bogotanas y bogotanos mestizos, origen de la diversa ciudad actual.
* Director Archivo de Bogotá.