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Fachadas color pastel. Amarillos, verdes, azules, rojos y naranjas. Calles empedradas y tejas de barro. Al fondo salsa, boleros y son. Tambores, maracas y guitarras, voces alegres, acentos.
Todos se muestran cálidos y tranquilos. Saludan y sonríen a cada visitante. En las afueras huele a azúcar, a flores y a brisa marina, luego, llegando el centro histórico, a mariscos. Arte, música, museos, galerías y más color. Flores amarillas, rosadas y moradas; caña de azúcar, tabacos, canchánchara y ron.
Trinidad, la tercera villa fundada por los conquistadores españoles, en 1514, y ubicada en la central provincia de Sancti Spíritus, es la más serena, delicada y generosa estampa de los viejos tiempos de Cuba.
La misteriosa atracción que logra generar en todo el que la visita radica no solo en la hermosura de su conservada arquitectura, sino también en la persistencia del pasado.
Hay otro ritmo. Los trinitarios se mueven al son de tambores e historias, se detienen a conversar y a contar cuentos de esclavos, piratas y tesoros escondidos, que se han repetido tanto, que pareciera que todos fueran ciertos. Caminar, andar, oír y oler y abrazar, Trinidad da la posibilidad de sentir entre las más sencillas expresiones de vida y color.
De encontrar la magia en las historias de resistencia, por su tradición africana de esclavitud, santería y raíces ancestrales; y de agradecimiento por la sonrisa y calidez del abrazo de un desconocido, el color de las flores que adornar las casas y los jardines; y la brisa fresca de la montaña y el mar, que recorre nuestro cuerpo y nos recuerda que estamos vivos.
“Al ser humano se le están cerrando los sentidos, cada vez requiere más intensidad, como los sordos. No vemos lo que no tiene la iluminación de la pantalla, ni oímos lo que no llega a nosotros cargado de decibeles, ni olemos perfumes. Ya ni las flores los tienen”, escribió Ernesto Sábato en La Resistencia.
Trinidad, Cuba, nos da la posibilidad de sentir con intensidad. De abrir los sentidos, olernos, vernos, oírnos, emocionarnos, erizarnos, soñar con volver a caminar por sus calles, recorrer sus montañas, abrazarnos con la historia y bailar hasta el amanecer.
Insiste Sábato que “ya los mercados no son aquellos a los que iban las mujeres con sus puestos de frutas, de verduras, de carnes, verdadera fiesta de colores y olores, fiesta de la naturaleza en medio de la ciudad, atendidos por hombres que vociferaban entre sí, mientras nos contagiaban la gratitud por sus frutos”, invitados a esta fiesta en Trinidad. La única condición es ir con los sentidos bien abiertos. Recorrer los 315 kilómetros que hay desde La Habana y envolverse en los colores de la ciudad.
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La opción más económica, pero menos rápida para llegar, es el autostop. En toda la isla es común que, con una sonrisa y unos buenos ejercicios de movimientos con el brazo, algún cubano o turista lo lleven, o por lo menos lo vayan acercando a su destino. Si tiene suerte será un cubano lleno de historias y buena música; si no también disfrutará del viaje, con las historias de extranjeros cuestionados, enamorados y curiosos que recorren Cuba.
Otra buena opción, por su economía y facilidad, son los buses de Viazul, que lo conducen a Cienfuegos, La Perla del Sur, reconocida por su singular arquitectura, su jardín botánico y la playa de Rancho Luna. Su costo es de 25 dólares por persona.
Otra posibilidad es pasar por Santa Clara, que, aunque hace el viaje unas horas más largas, es la ciudad donde está el mausoleo de Che Guevara, cuenta con la segunda universidad más prestigiosa del país, lo que le da aires académicos y un aire juvenil que hace que nos podamos imaginar desde una mezcla de música, teatro y danza hechos en Cuba para los cubanos, hasta conciertos improvisados, espectáculos de drags y heavy metal.
La famosa ciudad del Che no solo es popular por sus rimbombantes monumentos, sino también por su vitalidad. Esta ciudad, autoproclamada como “Ciudad Liberal”, esconde una energía que abarca parte del ocio nocturno más eléctrico fuera de La Habana. Además, la opción de hostales es buena y variada.
Otra opción, buena si viaja acompañado, es en taxi compartido. Es mucho más rápido y cómodo, y podrá decidir cuál ruta tomar. Las tarifas siempre varían, por eso intente cotizar con quiénes más pueda. Pida recomendaciones en su hostal, o casa de familia (la mejor opción para alojarse en Cuba si quiere conocer lo más propio de la isla), y saque sus dotes de negociantes.
Es muy común que a los europeos y norteamericanos les pidan más dinero, así que saque su calidez latinoamericana, siéntase orgulloso de ser colombiano y pida el menor precio. En Trinidad, al igual que en el resto de la isla la moneda que se usa para los turistas es el Peso Cuba Convertible (CUC).
El valor actual es de 1,00 dólar estadounidense. Aunque es preferible que esa moneda la guarde para otro viaje, ya que el cambio de dólares estadounidenses a pesos convertibles está sujeto a un impuesto del 10 %; mientras que el cambio a otras divisas como euros, libras o dólares canadienses están libres de ese impuesto.
Recuerde que Cuba cuenta con una doble economía, y el Peso Cubano (CUB), es mucho más económico, y aunque en teoría, se supone que los turistas solo pueden usar pesos convertibles, podría arriesgarse en algunos momentos y en espacio no tan turísticos para que el presupuesto del viaje disminuya.
La última opción es alquilar un carro y tener la libertad de hacer la ruta que quiera y detenerse en los lugares que decida. No es la opción más económica, pero es muy utilizada por muchos turistas.
Finalmente, en el destino, disfrute de la fiesta de colores y olores, alquile un caballo para recorrer la ciudad y sus rincones más íntimos y románticos, y algunos de los lugares que la rodean: como el Valle de los Ingenios, también declarado Patrimonio de la Humanidad por la Unesco, una gran reserva natural y arqueológica de la industria azucarera del siglo XIX, cuya producción hizo de Trinidad una de las más prósperas de Cuba.
La Ruta del Esclavo, desde donde se puede visitar el Mirador del Valle y las imponentes vistas que brinda de la llanura de Trinidad, es otra gran opción. En el camino al Valle hay varias haciendas y casas donde puede tomar un delicioso café, tomar guarapo, o guararrón, y refrescarse en alguna de las cascadas con agua transparente y rodeadas de montañas.
Si prefiere no recorrer estos valles en caballo, aunque es seguro y económico, también puede usar el tren local que llega todos los días desde Trinidad o una máquina de vapor de 1919 que funciona como tren turístico con un circuito de dos horas y media. Otra manera entretenida de conocer lo más lindo del centro de la Isla.
Sin embargo, tenga en cuenta que lo ideal es que antes del atardecer esté en alguna de las plazas o en lo alto de alguna de las imponentes torres de la ciudad, que le permitirán ver un laberinto de tejados rojizos, los colores de las fachadas, la delicadeza de los jardines, los pájaras que vuelan buscando descanso, las montañas del Ingenio y el mar inmenso.
La ciudad museo de Cuba, cuenta con alrededor de cincuenta palacetes e innumerables inmuebles dignos de admirar como la Iglesia Parroquial de la Santísima Trinidad, el Museo Romántico situado en al Palacio Brunet, la Casa Templo de Yemayá, donde está un altar dedicado a la divinidad del mar, y muchos más lugares de interés que sin duda lo enamorarán.
Además, Trinidad es rica en plazas y plazuelas como la Plaza Mayor que fue punto de partida de la restauración de la ciudad en los años 80 y es donde se localiza la estatua de Terpsícore, musa de la danza y la música.
Cuando caiga el sol y la música empiece a sonar más fuerte, puede visitar La Chanchánchara, a dos cuadras de la Plaza Mayor, que además de ser un coctel tradicional, con aguardiente de caña, limón, miel, es un bar tradicional ubicado en una de las edificaciones más antiguas de la ciudad.
Allí deje que el tiempo se detenga, vaya sin afán, déjese contagiar por los sonidos de los músicos locales que improvisan o tocan las canciones más famosas, mientras alguno de los trinitarios le enseña alguno de sus mejores pasos. La canchánchara hará que no sienta el cansancio.
Hora de despertarse para ir a dormir y seguir soñando.
“Y cuando el sol se hundía en el horizonte, mientras los pájaros terminaban de acomodarse en sus nidos, la tierra hacía un largo silencio y los hombres, ensimismados, parecían preguntarse sobre el sentido de la vida y de la muerte”, la fiesta de colores y emociones que buscaba Sábato en La Resistencia está en Trinidad, y todos somos bienvenidos.
Resistir para encontrar nuevos paraísos, para volver abrir nuestros sentimos y agradecer por estar vivos. Parar, respirar y no dejarnos llevar por los afanes del mundo. “Hay una manera de contribuir a la protección de la humanidad, y es no resignarse. No mirar con indiferencia cómo desaparece de nuestra mirada la infinita riqueza que forma el universo que nos rodea, con sus colores, sonidos y perfumes”. Trinidad ha resistido, los colores de Sábato están en Trinidad.