¡Ole por los toreros buenos!
Sebastián Castella cortó tres orejas y mantuvo su supremacía en Cañaveralejo. Faenón de Uceda Leal al cuarto de la tarde. Luis Bolívar, inmenso en su primero. Los toros de Ernesto González, tres y tres.
Víctor Diusabá Rojas
¡Ole por los toreros buenos! Ese grito, que brota del tendido, resume la tarde grande de ayer en Cañaveralejo. Tres figuras, desde la montera hasta las zapatillas, sacaron adelante una corrida que quizás habría dejado muchos interrogantes en otras manos.
Pero, menos mal, estaban ellos. Porque, en principio, cuando hubo que bajarse del carro y empujar cuesta arriba, no tuvieron problema en remangarse las chaquetillas y arar en lo que parecía un desierto. Y después, con al viento de la nobleza a favor, hicieron todo como si de ello dependiera no sólo el estar en la Feria de Cali, sino ganarse el derecho de la temporada entera.
La jerarquía, pues, no se vende en la farmacia de la esquina. Viene vestida de Malva y oro, como en el caso de Sebastián Castella, quien volvió a conquistar esta plaza, de la que ya debe tener escriturado alguno de los tendidos, porque hay gente que viene a verle con los ojos cerrados.
El francés los tuvo bien abiertos en sus dos turnos. Antes, en el segundo de la tarde, que se cayó hasta derrumbarse. El toro quería pero no podía. Entonces, Castella lo metió de poquitos, luego de pedir un plazo a la gente. Y en el término de un parpadeo, ya había una faena, con el secreto de dejarle la muleta en la cara. El arrimón levantó a la parroquia. Y la oreja se dejó venir.
El quinto tenía otras condiciones. Se movía y daba pelea. Un trincherazo de lujo abrió la puerta a la faena larga y emotiva, con el ejemplar haciendo la tarea completa en los medios, que vieron nacer dos tandas suaves, dignas de Nimes y afortunadas en Cali. Dos orejas.
Las mismas que pudo cortar Uceda Leal en el faenón del cuarto de la tarde, y que fueron una, de pronto porque la gente quiere volverlo a ver. ¡Cómo estuvo! Pieza a pieza edificó un monumento macizo a la muleta. Ahí brotaron, por igual, el arte y el poder. Claro, uno elige partes para guardar y de esas vale coleccionar un par de naturales. Y antes, con el capote, una verónica y una media. Su primer toro no valió. Palmas
Y en la faena al tercero de la tarde, de esa primera mitad del encierro de Ernesto González que poco sirvió, hay que quitarse el sombrero y tirarlo a los pies de Luis Bolívar. Una tanda de naturales tan lentos que paró en ellos el reloj taurino que los aficionados llevamos siempre. Hubo muchas cosas buenas en ese turno, pero sobre todo una: tenemos un torero para pelear arriba.
En el sexto, que también entró en ese segundo aire de la corrida, Luis se jugó entero para entrar en le marcador. El capote se abrió para dar una larga serie de lances, a cuál mejor. Y en la muleta tuvo que fajarse, sin que por eso dejara de trazar pases dignos de la tarde. La espada cayó baja. Dos orejas.
Ficha de la corrida
Feria de Cali 2008
Plaza de Cañaveralejo
Tercera corrida de abono
Seis toros de Ernesto González Caicedo
550, 464, 546, 494, 484 y 504 kgrs
Desiguales de presentación. Los tres primeros, flojos y descastados. Los tres últimos, nobles y con movilidad. Palmas al quinto en el arrastre.
Uceda Leal
Azul purísima y oro
Palmas y oreja
Sebastián Castella
Malva y oro
Oreja y dos orejas
Luis Bolívar
Palo de rosa y oro
Palmas y dos orejas
Detalles: Tarde calurosa y plaza casi llena. Saludó Álex Benavides y Chiricuto, por pares de banderillas, al quinto.
¡Ole por los toreros buenos! Ese grito, que brota del tendido, resume la tarde grande de ayer en Cañaveralejo. Tres figuras, desde la montera hasta las zapatillas, sacaron adelante una corrida que quizás habría dejado muchos interrogantes en otras manos.
Pero, menos mal, estaban ellos. Porque, en principio, cuando hubo que bajarse del carro y empujar cuesta arriba, no tuvieron problema en remangarse las chaquetillas y arar en lo que parecía un desierto. Y después, con al viento de la nobleza a favor, hicieron todo como si de ello dependiera no sólo el estar en la Feria de Cali, sino ganarse el derecho de la temporada entera.
La jerarquía, pues, no se vende en la farmacia de la esquina. Viene vestida de Malva y oro, como en el caso de Sebastián Castella, quien volvió a conquistar esta plaza, de la que ya debe tener escriturado alguno de los tendidos, porque hay gente que viene a verle con los ojos cerrados.
El francés los tuvo bien abiertos en sus dos turnos. Antes, en el segundo de la tarde, que se cayó hasta derrumbarse. El toro quería pero no podía. Entonces, Castella lo metió de poquitos, luego de pedir un plazo a la gente. Y en el término de un parpadeo, ya había una faena, con el secreto de dejarle la muleta en la cara. El arrimón levantó a la parroquia. Y la oreja se dejó venir.
El quinto tenía otras condiciones. Se movía y daba pelea. Un trincherazo de lujo abrió la puerta a la faena larga y emotiva, con el ejemplar haciendo la tarea completa en los medios, que vieron nacer dos tandas suaves, dignas de Nimes y afortunadas en Cali. Dos orejas.
Las mismas que pudo cortar Uceda Leal en el faenón del cuarto de la tarde, y que fueron una, de pronto porque la gente quiere volverlo a ver. ¡Cómo estuvo! Pieza a pieza edificó un monumento macizo a la muleta. Ahí brotaron, por igual, el arte y el poder. Claro, uno elige partes para guardar y de esas vale coleccionar un par de naturales. Y antes, con el capote, una verónica y una media. Su primer toro no valió. Palmas
Y en la faena al tercero de la tarde, de esa primera mitad del encierro de Ernesto González que poco sirvió, hay que quitarse el sombrero y tirarlo a los pies de Luis Bolívar. Una tanda de naturales tan lentos que paró en ellos el reloj taurino que los aficionados llevamos siempre. Hubo muchas cosas buenas en ese turno, pero sobre todo una: tenemos un torero para pelear arriba.
En el sexto, que también entró en ese segundo aire de la corrida, Luis se jugó entero para entrar en le marcador. El capote se abrió para dar una larga serie de lances, a cuál mejor. Y en la muleta tuvo que fajarse, sin que por eso dejara de trazar pases dignos de la tarde. La espada cayó baja. Dos orejas.
Ficha de la corrida
Feria de Cali 2008
Plaza de Cañaveralejo
Tercera corrida de abono
Seis toros de Ernesto González Caicedo
550, 464, 546, 494, 484 y 504 kgrs
Desiguales de presentación. Los tres primeros, flojos y descastados. Los tres últimos, nobles y con movilidad. Palmas al quinto en el arrastre.
Uceda Leal
Azul purísima y oro
Palmas y oreja
Sebastián Castella
Malva y oro
Oreja y dos orejas
Luis Bolívar
Palo de rosa y oro
Palmas y dos orejas
Detalles: Tarde calurosa y plaza casi llena. Saludó Álex Benavides y Chiricuto, por pares de banderillas, al quinto.