Secuestrados: Una luz de esperanza
Colombia y el mundo vieron conmocionados las imágenes de Íngrid Betancourt, triste mas no derrotada. El drama de los secuestrados sacudió a todos y se clama liberación.
Mariana Suárez Rueda / Redactora Política
Este 25 de diciembre, Íngrid Betancourt cumple 46 años de vida, y cinco años, 10 meses y dos días de estar privada de su libertad. La fortaleza que demostró en el primer video que enviaron las Farc como prueba de supervivencia, en 2003, parece abandonarla. Con semblante demacrado aparece en las recientes imágenes que Colombia y el mundo conocieron sobre el estado en que se encuentra un grupo de 16 secuestrados. Y en carta enviada a su madre, Yolanda Pulecio, reconoce que aunque haya decidido albergar esperanzas mientras continúe con vida, las fuerzas se agotan, al igual que “la ilusión de seguir creyendo”.
Es el mismo sentimiento de resignación y desconsuelo que se refleja en las voces y cartas de los otros secuestrados, algunos de los cuales están a punto de cumplir diez años en poder de las Farc. Sus familiares lo han intentado todo. Viajes al exterior en busca de la colaboración de jefes de Estado, mensajes de súplica a los comandantes guerrilleros, reuniones con el presidente Uribe, marchas y protestas a las que ha querido unirse el país entero, pero que todavía no han logrado dar fruto.
La agonía y la desilusión por la larga espera trajeron consigo un letargo. El país pareció dejar en un rincón olvidado el drama de los secuestrados. Sin embargo, esas imágenes —la de Íngrid y la del ex senador Luis Eladio Pérez tristes pero altivos—, además del esfuerzo del profesor Moncayo en su caminata hasta Bogotá y la misma gestión de la senadora liberal Piedad Córdoba, sacudieron a todos y hoy no sólo Colombia, sino también el mundo entero, claman por su regreso.
Un sacudón que, se podría decir, comenzó el 23 de junio pasado, cuando se conoció la noticia del asesinato de los 11 diputados del Valle. Fue un duro golpe en el corazón de sus familias y de todos. Una prueba de que la crueldad de las Farc no tiene límites, que la sombra de la muerte se tendía cada día sobre todos los secuestrados, que sus vidas se apagaban lentamente en la inmensidad de la selva y que se necesitaba cuanto antes tratar de lograr su liberación.
Hoy, no sólo las voces de sus familiares retumban todas las madrugadas en medio del silencio de los montes colombianos. También las de millones de colombianos. En medio de tanta desolación, los mensajes que el grupo de 16 secuestrados enviaron recientemente a sus familias son de aliento y esperanzas. Y la actitud de Íngrid Betancourt y Luis Eladio Pérez es de cansancio pero no de derrota, y muchos menos sumisión ante sus crueles captores.
En Colombia, además de los 46 considerados canjeables, son más de 3.000 los secuestrados. Hombres, mujeres y niños anónimos, sumidos en el olvido, por los que nadie pregunta ni protesta. El futuro de todos es incierto y el sufrimiento que embarga a sus allegados es hondo e irreparable. Cada día es de temor e incertidumbre.
Para Íngrid y sus compañeros, la propuesta del presidente Uribe de una zona de encuentro para hablar sobre acuerdo humanitario volvió a crear expectativas sobre la posibilidad de su libertad. Francia, Argentina, Brasil y otros países han ofrecido sus buenos oficios. Y mientras Gobierno y guerrilla libran un pulso político, en miles de casas siguen esperando que algún día sus captores se compadezcan, que las autoridades logren rescatarlos, que se inicien los diálogos o un proceso de paz o que, simplemente, ocurra un milagro.
Colombia no los olvida. Las bendiciones caen sobre ellos, en cualquier lugar donde se encuentren. Ha pasado mucho tiempo, el dolor aumenta, pero las cadenas de las Farc no podrán detener nunca el clamor de un pueblo que, como el colombiano, se acostumbró desde hace muchos años a vivir con la ilusión y la esperanza de un mejor mañana. En paz y libertad.
Los 46 secuestrados del intercambio humanitario
Ingrid Betancourt Pulecio, ex candidata a la Presidencia
Clara Leticia Rojas, ex candidata a la Vicepresidencia
Luis Eladio Pérez Bonilla, ex senador
Alan jara Urzola, ex gobernador del Meta
Gloria Polando de Lozada, ex congresista
Orlando Beltrán Cuellar, ex representante a la Cámara
Consuelo González de Perdomo, ex representante a la Cámara
Jorge Eduardo Gechen, ex congresista
Sigifredo López, ex diputado del Valle del Cauca
Óscar Tulio Lizcano, ex representante a la Cámara
Luis Mendieta Ovalle, coronel de la Policía
Enrique Murillo Sánchez, capitán de la Policía
Juan Carlos Bermeo, teniente del Ejército
Raymundo Malagón, teniente del Ejército
William Donato Gómez, teniente de la Policía
Édgar Yesid Duarte, capitán de la Policía
Guillermo Javier Solórzano, capitán de la Policía
Elkin Hernández Rivas, teniente de la Policía
Pablo Emilio Moncayo Cabrera, cabo del Ejército
Javier Rodríguez Porras, intendente de la Policía
César Lasso Monsalve, sargento de la Policía
Luis Peña Bonilla, subintendente de la Policía
Luis Arturo Arcia, cabo primero del Ejécito
José Miguel Arteaga, cabo primero del Ejército
Luis Beltrán Franco, cabo primero del Ejécito
William Pérez Medina, cabo segundo del Ejército
José Ricardo Marulanda, sargento del Ejército
Amaón Flórez Pantoja, cabo primero del Ejército
Luis Moreno Changueza, cabo primero del Ejército
Robinson Salcedo Guarín, cabo primero del Ejército
Arbey Delgado Argote, sargento segundo del Ejército
Erasmo Romero Rodríguez, sargento segundo del Ejército
Julio César Buitrago Cuesta, cabo primero de la Policía
John Jairo Durán, sargento segundo de la Policía
Álvaro Moreno, intendente de la Policía
Luis Alberto Erazo, sargento segundo de la Policía
José Libardo Forero, sargento de la Policía
Carlos José Duarte, subintendente de la Policía
Wilson Rojas Medina, subintentende de la Policía
Jorge Humberto Romero, subintendente de la Policía
Jorge Trujillo Solarte, subintendente de la Policía
Armando Castellanos, intendente de la Policía
José Libio Martínez, cabo del Ejército
Mark Gonsalves, contratista estadounidense
Thomas Howes, contratista estadounidense
Keith Stansell, contratista estadounidense
Este 25 de diciembre, Íngrid Betancourt cumple 46 años de vida, y cinco años, 10 meses y dos días de estar privada de su libertad. La fortaleza que demostró en el primer video que enviaron las Farc como prueba de supervivencia, en 2003, parece abandonarla. Con semblante demacrado aparece en las recientes imágenes que Colombia y el mundo conocieron sobre el estado en que se encuentra un grupo de 16 secuestrados. Y en carta enviada a su madre, Yolanda Pulecio, reconoce que aunque haya decidido albergar esperanzas mientras continúe con vida, las fuerzas se agotan, al igual que “la ilusión de seguir creyendo”.
Es el mismo sentimiento de resignación y desconsuelo que se refleja en las voces y cartas de los otros secuestrados, algunos de los cuales están a punto de cumplir diez años en poder de las Farc. Sus familiares lo han intentado todo. Viajes al exterior en busca de la colaboración de jefes de Estado, mensajes de súplica a los comandantes guerrilleros, reuniones con el presidente Uribe, marchas y protestas a las que ha querido unirse el país entero, pero que todavía no han logrado dar fruto.
La agonía y la desilusión por la larga espera trajeron consigo un letargo. El país pareció dejar en un rincón olvidado el drama de los secuestrados. Sin embargo, esas imágenes —la de Íngrid y la del ex senador Luis Eladio Pérez tristes pero altivos—, además del esfuerzo del profesor Moncayo en su caminata hasta Bogotá y la misma gestión de la senadora liberal Piedad Córdoba, sacudieron a todos y hoy no sólo Colombia, sino también el mundo entero, claman por su regreso.
Un sacudón que, se podría decir, comenzó el 23 de junio pasado, cuando se conoció la noticia del asesinato de los 11 diputados del Valle. Fue un duro golpe en el corazón de sus familias y de todos. Una prueba de que la crueldad de las Farc no tiene límites, que la sombra de la muerte se tendía cada día sobre todos los secuestrados, que sus vidas se apagaban lentamente en la inmensidad de la selva y que se necesitaba cuanto antes tratar de lograr su liberación.
Hoy, no sólo las voces de sus familiares retumban todas las madrugadas en medio del silencio de los montes colombianos. También las de millones de colombianos. En medio de tanta desolación, los mensajes que el grupo de 16 secuestrados enviaron recientemente a sus familias son de aliento y esperanzas. Y la actitud de Íngrid Betancourt y Luis Eladio Pérez es de cansancio pero no de derrota, y muchos menos sumisión ante sus crueles captores.
En Colombia, además de los 46 considerados canjeables, son más de 3.000 los secuestrados. Hombres, mujeres y niños anónimos, sumidos en el olvido, por los que nadie pregunta ni protesta. El futuro de todos es incierto y el sufrimiento que embarga a sus allegados es hondo e irreparable. Cada día es de temor e incertidumbre.
Para Íngrid y sus compañeros, la propuesta del presidente Uribe de una zona de encuentro para hablar sobre acuerdo humanitario volvió a crear expectativas sobre la posibilidad de su libertad. Francia, Argentina, Brasil y otros países han ofrecido sus buenos oficios. Y mientras Gobierno y guerrilla libran un pulso político, en miles de casas siguen esperando que algún día sus captores se compadezcan, que las autoridades logren rescatarlos, que se inicien los diálogos o un proceso de paz o que, simplemente, ocurra un milagro.
Colombia no los olvida. Las bendiciones caen sobre ellos, en cualquier lugar donde se encuentren. Ha pasado mucho tiempo, el dolor aumenta, pero las cadenas de las Farc no podrán detener nunca el clamor de un pueblo que, como el colombiano, se acostumbró desde hace muchos años a vivir con la ilusión y la esperanza de un mejor mañana. En paz y libertad.
Los 46 secuestrados del intercambio humanitario
Ingrid Betancourt Pulecio, ex candidata a la Presidencia
Clara Leticia Rojas, ex candidata a la Vicepresidencia
Luis Eladio Pérez Bonilla, ex senador
Alan jara Urzola, ex gobernador del Meta
Gloria Polando de Lozada, ex congresista
Orlando Beltrán Cuellar, ex representante a la Cámara
Consuelo González de Perdomo, ex representante a la Cámara
Jorge Eduardo Gechen, ex congresista
Sigifredo López, ex diputado del Valle del Cauca
Óscar Tulio Lizcano, ex representante a la Cámara
Luis Mendieta Ovalle, coronel de la Policía
Enrique Murillo Sánchez, capitán de la Policía
Juan Carlos Bermeo, teniente del Ejército
Raymundo Malagón, teniente del Ejército
William Donato Gómez, teniente de la Policía
Édgar Yesid Duarte, capitán de la Policía
Guillermo Javier Solórzano, capitán de la Policía
Elkin Hernández Rivas, teniente de la Policía
Pablo Emilio Moncayo Cabrera, cabo del Ejército
Javier Rodríguez Porras, intendente de la Policía
César Lasso Monsalve, sargento de la Policía
Luis Peña Bonilla, subintendente de la Policía
Luis Arturo Arcia, cabo primero del Ejécito
José Miguel Arteaga, cabo primero del Ejército
Luis Beltrán Franco, cabo primero del Ejécito
William Pérez Medina, cabo segundo del Ejército
José Ricardo Marulanda, sargento del Ejército
Amaón Flórez Pantoja, cabo primero del Ejército
Luis Moreno Changueza, cabo primero del Ejército
Robinson Salcedo Guarín, cabo primero del Ejército
Arbey Delgado Argote, sargento segundo del Ejército
Erasmo Romero Rodríguez, sargento segundo del Ejército
Julio César Buitrago Cuesta, cabo primero de la Policía
John Jairo Durán, sargento segundo de la Policía
Álvaro Moreno, intendente de la Policía
Luis Alberto Erazo, sargento segundo de la Policía
José Libardo Forero, sargento de la Policía
Carlos José Duarte, subintendente de la Policía
Wilson Rojas Medina, subintentende de la Policía
Jorge Humberto Romero, subintendente de la Policía
Jorge Trujillo Solarte, subintendente de la Policía
Armando Castellanos, intendente de la Policía
José Libio Martínez, cabo del Ejército
Mark Gonsalves, contratista estadounidense
Thomas Howes, contratista estadounidense
Keith Stansell, contratista estadounidense