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En Colombia, un valioso programa está llevando esperanza y nuevas oportunidades a quienes cumplen condena en centros penitenciarios. Se trata de Sonidos para la Construcción de Paz, iniciativa presidencial que, en colaboración con el Ministerio de las Artes, las Culturas y los Saberes, el Ministerio de Educación, el INPEC y el Ministerio de Justicia, ha llevado la música a 58 cárceles del país, beneficiando a cerca de 5.000 personas privadas de la libertad. Este proyecto, que ha llegado a varias regiones del país, ofrece a los internos una vía para la expresión y la transformación personal a través del arte.
Una muestra de ello se vive en medio de los muros de Villa Hermosa, centro penitenciario de mediana seguridad en Cali, donde el sonido de Son de Villa resuena como un eco de esperanza. Desde 1958, este espacio ha albergado a miles de internos, y hoy en sus 12 patios, que alojan a 3.900 personas, la música se ha convertido en un respiro para la rutina marcada por el hacinamiento. Con notas de salsa y rock que fluyen desde el salón de talleres, Son de Villa le ha dado a este recinto una identidad sonora que se extiende a cada rincón, hasta el punto en que resulta imposible pensar en Villa Hermosa sin los ritmos de esta orquesta.
Cumpliendo sueños
Lo que empezó como un sueño, en 2012 llevó a Son de Villa a consolidarse como grupo y presentarse en la Feria de Cali, junto a íconos como el Grupo Niche y la Orquesta Guayacán. Fue allí donde Juan Carlos Hoyos González, vocalista de Son de Villa, sintió el verdadero poder transformador de la música, marcado por el abrazo de Elvis Magno, vocalista del Grupo Niche, quien le auguró “grandes cosas” para la agrupación. Hoy, en condiciones difíciles y con el apoyo de empresarios que les han donado trajes, Juan Carlos y sus compañeros mantienen vivo el proyecto, ofreciendo presentaciones dentro del penal y en eventos especiales, como la Feria de Cali.
Para Son de Villa, la música es más que un refugio: es una voz que relata sus experiencias y sueños, con canciones como “Rumba de verdad”, “Café extremo” y “Segundas oportunidades”, que hablan de una realidad en la que la esperanza y la superación logran hacer eco.
“Queremos grabar nuestras primeras siete canciones”, comenta Juan Carlos Hoyos, quien, tras 20 años como vocalista, se ha convertido en el miembro más antiguo del grupo.
“Son de Villa me ha ayudado no solo a crecer como músico, sino también a apreciar el valor de la familia”, confiesa Steve Castro, baterista de Son de Villa, quien ha encontrado en la música una vía de cambio personal.
Una propuesta integral de formación musical
Angélica Frascica Escobar, líder del Componente de Formación del Plan Nacional de Música para la Convivencia, destaca que el programa abarca varias líneas de trabajo en estos centros: creación artística para la primera infancia, formación musical en educación básica y media, y el fortalecimiento de las agrupaciones musicales. Este apoyo ha permitido que los internos encuentren en la música una nueva identidad y un espacio donde compartir, expresarse y mejorar la calidad de vida de sus entornos.
Para Daniel Angulo, quien toca la marimba y está próximo a recobrar su libertad, Son de Villa ha sido una experiencia transformadora. Hijo de músicos del Pacífico, Daniel afirma que, aunque está próximo a salir, se va con una “amarga felicidad”: “Aquí he aprendido cosas maravillosas, y los sueños se cumplen”, confiesa.
Una herencia de salsa y resiliencia
La cárcel de Villa Hermosa encierra una historia marcada por la salsa. Hace casi tres décadas, Jairo Varela, famoso compositor y fundador del Grupo Niche, pasó por sus pasillos mientras cumplía su condena. Se trata del padre de la agrupación que, en diciembre de 2012, selló parte del destino y los sueños de Son de Villa.
Juan Carlos Hoyos comparte la dirección de la orquesta con el guitarrista Julián Andrés Tabares, quien, antes de integrar la agrupación, tocaba en una banda de rock cristiano. “Esa es la diferencia: nosotros estamos creando y fusionando la salsa con el rock, desarrollando nuestras nuevas canciones y nuestro estilo”, afirma.
Según Gustavo Adolfo Guevara, uno de los pianistas de Son de Villa, la música le ha permitido compartir experiencias con compañeros de pensamientos diversos: “Esta es mi primera vez en una agrupación. Aquí me encuentro con personas de pensamientos diferentes, pero en la música nos encontramos”. Por su parte, Rosember Mauricio Cortés Lozano, el otro pianista y bajista, dice que gracias a Son de Villa ha retomado su “amor por la música, después de quince años”. Mientras que el bongosero, Luis Fernando Rojas, llegó sin saber tocar y ahora aplica, entre las rejas, lo aprendido en las rumbas que hacía con amigos y familia en la calle.
La música, mucho más que un arte
El impacto del programa Sonidos para la Construcción de Paz no se limita a la cárcel de Villa Hermosa. Nataly Rincón Tobar, subdirectora de educación del INPEC, afirma que el programa ha disminuido los índices de depresión y agresividad entre los internos, promoviendo espacios de convivencia y un mejor trato interpersonal. “Cuando tienes una condena, debes aprender a construir un proyecto de vida”, comenta, destacando la importancia de que los internos encuentren una nueva dirección en sus vidas.
Con Sonidos para la Construcción de Paz, el Gobierno del Cambio reafirma su apuesta por la rehabilitación y la reconciliación. Este programa está demostrando que la música es mucho más que un arte: es un poderoso medio de liberación, reconciliación y un paso hacia una nueva vida.