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Elena Stashenko ejerce desde hace 30 años la misma profesión de su mamá: química. Cuando era una adolescente soñaba con ser bióloga o veterinaria, pero en la extinta Unión Soviética la química tenía mejor reputación.
Luego de estudiar en Moscú tanto el pregrado como el posgrado, emigró a Colombia por un asunto “netamente emocional”. Se casó con un colombiano y llegó a Bucaramanga en 1982. Desde entonces ha trabajado en la Universidad Industrial de Santander.
Al principio las cosas no fueron fáciles. El idioma se convirtió en una de las primeras barreras. Ya hablaba inglés, francés y ruso pero el problema aquí “es que pulula el lenguaje de doble sentido”. También tuvo que irse amoldando a las costumbres, la idiosincrasia, el modo de pensar. Y sobre todo “aprender a aceptar lo distinto”.
Reconoce que hay lugares más fáciles en los cuales desempeñar su profesión, por la tradición científica y la impresionante infraestructura. Sin embargo, le generó un reto trabajar desde cero en un país que está ávido de desarrollo. “No puedes consolidar algo si apenas llevas dos o tres años en alguna parte, se trata de toda la vida”.
Así como tiene claro que los desafíos merecen tiempo, desde el primer instante que llegó a la capital santandereana supo que su vida sería de constante lucha.
Su primer objetivo fue desvirtuar una idea con la que muchos conviven y que la indigestó. “El extranjero erróneamente piensa que los otros son inferiores, que si se quiere hacer ciencia, arte o literatura, es afuera. Aquí también se puede”. Por ello es una convencida de que los estudiantes pueden quedarse en el país realizando excelentes maestrías y doctorados. “No pretendo compararme con Harvard u Oxford, pero los laboratorios en donde hoy trabajamos son excelentes. No miento ni exagero”.
Elena cuestiona que los primeros y quizá los principales investigadores de la megabiodiversidad con la que cuenta el país fueran extranjeros como Alexander von Humboldt, José Celestino Mutis o Richard Evans Schultes, y por esto se ha empeñado en enseñarle a la “gente de todas las tonalidades” a conocer su diversidad, porque “sólo se protege cuando se ama”.
Stashenko, quien además de su labor de docente en la UIS, integra la junta directiva de la Acción Colombiana para el Avance de la Ciencia y dirige la Academia Colombiana de Ciencias Exactas, Físicas y Naturales, ha logrado consolidar grupos de investigación o, como ella dice, un microcosmos, donde los estudiantes de sexto y séptimo semestres —cuando todavía no tienen el afán de graduarse— avanzan en el conocimiento científico. “No se trata de escoger a mentes brillantes, basta con que tengan curiosidad”, señala al contar entre risas que no siempre que juega la Selección colombiana de fútbol el laboratorio se queda solo. “Siempre hay alguien que se queda trabajando y uno sabe que con ellos podemos llegar más lejos”.
Actualmente también lidera varios proyectos financiados por Colciencias. Es directora del Centro Nacional de Investigaciones para la Agroindustrialización de Especies Vegetales Aromáticas Medicinales Tropicales (Cenivam), donde la meta es la aplicabilidad. “Realizamos estudios de los principios activos de las plantas para poder incorporarlas a productos”. Ya se han logrado diseñar con materia prima de “nuestro campo” productos de limpieza, aromatizantes, repelentes de insectos, aceites para masajes, extractos, entre otros. Ello contribuye altamente a intensificar la industria nacional al “dejar de importar todo”.
La profesora Stashenko dice que el secreto para haber logrado una consolidación en el país en el ámbito científico es tener perseverancia, ya que disfruta al máximo lo que hace y entiende la ciencia no solamente como una cuestión de razón, sino de emoción, donde juega un papel fundamental la curiosidad. “Siempre nos estamos enfrentando a lo desconocido”.
kmoreno@elespectador.com