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Para quienes trabajan en el sector energético global, el apellido Bulgheroni es un patronímico de quilates. Y lo es, gracias a sus exitosas operaciones energéticas, tanto en Argentina como en otros mercados latinoamericanos.
En los últimos diez años, sin embargo, los buscadores de vinos memorables han comenzado a reconocer la irrupción de Bulgheroni en el exclusivo cenáculo del vino, mediante ambiciosas inversiones en Argentina, Uruguay, California, Italia, Francia y Australia. Según marketwatchmag.com, Bulgheroni, cuya riqueza se estima en US$5.000 millones, ha invertido la quinta parte de su fortuna en los rubros vitivinícola y olivícola, y en proyectos recreativos y turísticos de lujo, como el de Garzón, en Uruguay, a una ahora del balneario de Punta del Este.
Anteriormente, movimientos similares se habían registrado en el Cono Sur con el ingreso de tradicionales y adinerados clanes enológicos europeos, como Rothschild, Marnier-Lapostolle, Peré Vergé, Cuvelier, Hess Persson, Raventós Codorniú y Miguel Torres.
Ahora el turno es para un local: el magnate Alejandro Bulgheroni, argentino de ascendencia italiana, cuyos desarrollos ya generan elogios de la crítica especializada.
En 2012, Bulgheroni inició un plan de adquisiciones en Argentina con la compra de premiadas casas de Luján de Cuyo, zona dedicada a elaborar vinos finos en el país austral. Lo hizo por intermedio de la firma Inversora Agroindustrial Sudamericana, de la cual es socio Carlos Pulenta, experimentado bodeguero mendocino. Bulgheroni invirtió en Vistalba y Tomero, creadas por Pulenta, y también compró Argento Wine Company, propiedad de la británica Bibendum Wine. Argento fue fundada inicialmente por Bodega La Esmeralda, del empresario argentino Nicolás Catena Zapata.
En California, según un detallado informe de marketwatchmag.com, Bulgheroni ha establecido dos ejes productivos de vinos finos: uno, en Amador County, con la bodega Renwood Winery (reconocida por su ancestral Zinfandel), y el otro, en Howell Mountain (Valle de Napa), con una propiedad que lleva su nombre: Alejandro Bulgheroni Estate.
Y como todo hijo pródigo vuelve a casa, sus ejecuciones en Italia tienen como escenario las denominaciones más cotizadas de la Toscana: Chianti Classico (con Dievoli), Bolgheri (con Tennuta de Colonne) y Montalcino (con Poggio Landi y Podere Bricio).
Pero las propiedades y participaciones accionarias de Bulgheroni en Europa no acaban allí, sino que se extienden a Burdeos, en Francia, con su accionar en Château de Langalerie y Château Suau.
Además, desarrolló en Australia la marca Alkina, incorporando centenarios viñedos de la región de Barossa, que le han dado pie para manifestar que se trata de “algo novedoso y actual, en un entorno con tesoros antiguos”.
Y no puede faltar una última mención a su proyecto estrella en Garzón, Uruguay, donde construyó una moderna planta para vinos de alta gama, identificados con la marca Bodega Garzón, elegida por la revista Wine Enthusiast, en 2018, como el mejor emprendimiento del Nuevo Mundo. También mandó diseñar allí un campo de golf profesional, una sede de lujo y un restaurante dirigido por el chef argentino Francis Mallman. La marca de aceite de oliva Colinas de Garzón también procede de allí.
Mientras todo este blend de propiedades toma cuerpo, Bulgheroni mantiene su catalejo apuntando al horizonte.