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Hoy en día es muy frecuente encontrar discusiones, sin sentido quizás, entre colombianos y venezolanos sobre el verdadero origen de la arepa. Y este enfrentamiento, al parecer inocente, se ha profundizado tanto, que su discusión puede incluso terminar rozando matices donde la xenofobia se viste de patriotismo arcaico. (Lea otro artículo de Ginna Velasco, sobre memoria histórica).
Sin embargo, más allá de cuestionarnos sobre las raíces y la pureza de esa masa de harina, agua, sal y grasa, llamada arepa, o de fenómenos como el nacionalista que, en distintos grados, nos ha acompañado desde el surgimiento de los Estados-naciones, el verdadero encanto de estas situaciones va un poco más allá. Y es que al indagar sobre alimentos representativos, no solo como la arepa, sino también sobre platos de otras regiones, nos encontramos una pluralidad y mezcla que se aleja mucho de lo original, autóctono y típico.
¿Qué sería, por ejemplo, de la comida mediterránea sin el tomate suramericano? ¿O de platos de África Central y Occidental sin su famosa salsa de maní o cacahuate?, que fue llevado de regiones tropicales de América a Europa y, posteriormente, transportados a África del Norte.
La lista es muy larga, pero pueden nombrarse ejemplos similares como el del ceviche peruano, que no podría ser lo que es hoy sin las propiedades antibacterianas del limón asiático; el chocolate suizo, que no existiría sin el cacao americano; el té inglés, que se basa en hierbas asiáticas; las papás fritas belgas, que se lograron gracias al viaje de ese tubérculo por el Atlántico; el patacón caribeño y latinoamericano, que no existiría sin el plátano y banano del sudeste asiático. ¿O qué sería de los tacos al pastor sin los cerdos traídos en barcos, del goulash húngaro sin los pimientos mexicanos, de Colombia sin el café etíope o la paella sin el arroz asiático?
Por esta razón cuestionar el origen de la arepa no puede dejar de lado que no solo los ingredientes viajan, sino también las técnicas culinarias que al final se traducen en nuevos sabores y platos. En el caso de la arepa, el maíz, su ingrediente básico, es prehispánico y de origen mesoamericano, y fue domesticado por primera vez a más de 2.500 kilómetros al norte de Colombia y Venezuela.
Por otro lado, en países como México y El Salvador existen alimentos parecidos a las arepas, como las gorditas y las pupusas. Por lo tanto, más que un verdadero origen único, las arepas encarnan un viaje culinario y seguir su rastro no nos lleva a más que a la historia de intercambios culinarios.
En este sentido es posible que, al igual que en la música, también en la cultura gastronómica, “en lo puro no hay futuro, la pureza está en la mezcla”.
* Innovadora social y escritora. Autora del libro “De la crisis a la realización personal. Trece herramientas de resiliencia en la práctica” (Ícono, 2023).