¿Fin del dominio del vidrio?
Por primera vez en su historia, el DWWA ampliará su espectro de concursantes a vinos envasados en recipientes alternativos, o sea, en materiales distintos al vidrio. No serán evaluados como categoría separada, sino junto con los demás.
Hace cuatro meses me referí a los nuevos envases que se vienen abriendo paso en la producción de vino: por ejemplo, de plástico, chatos o cuadrados, de lata, cartón y hasta papel. En su mayoría, son proyectos destinados a llamar la atención, probar suerte, abaratar costos, favorecer el reciclaje, aumentar la base de consumo, reducir la huella de carbono causada por el vidrio, facilitar la forma de beberlo y enganchar nuevos consumidores, particularmente jóvenes.
Todo me imaginaba menos que estos nuevos ropajes se graduarían con honores en 2023 durante el principal concurso mundial del sector, entre abril y junio, organizado por la revista inglesa Decanter, líder global en su segmento.
Hablo del Decanter World Wine Awards (DWWA), que cumple 20 años ininterrumpidos de actividades, cuyos puntajes son asignados por profesionales mundiales del sector.
Por primera vez en su historia, el DWWA ampliará su espectro de concursantes a vinos envasados en recipientes alternativos, o sea, en materiales distintos al vidrio. No serán evaluados como categoría separada, sino junto con los demás.
En su justificación, Decanter manifiesta que el contenido se debe calificar por mérito propio. Es un giro revolucionario que elevará la imagen de aquellos productos aparentemente desprovistos de elegancia y buen gusto.
Uno de ellos, por ejemplo, es el bag-in-box, sistema integrado por una bolsa oscura metida en un soporte de cartón. La bolsa protege la bebida de los rayos UV, mientras que su dispensador (tipo llave) deja fluir el líquido hacia afuera, sin permitir el ingreso de oxígeno, o sea, evitando la oxidación prematura. El bag-in-box conserva la bebida durante seis semanas, algo imposible en una botella recién descorchada. Ya se ofrecen vinos de alta calidad en este tipo de envase, que resulta útil para el hogar y diversos entornos gastronómicos, facilitando la oferta de vino por copa.
Los vinos en lata, como los elaborados por la firma Kiss of Wine, ya se ofrecen en aerolíneas, supermercados, viajes de placer y picnics. Otro emprendimiento destacado corresponde a la firma italiana When in Rome, que sorprende con sus vinos envasados en bag-in-box, lata y botellas de papel. Específicamente en envases de papel sobresale la británica Frugalpac, con sus formas y diseños.
Aunque los tradicionalistas insisten, no sin razón, en que el vidrio y el corcho son irreemplazables en el segmento de los vinos de guarda, Michael Hill Smith MW (Master of Wine), jurado del DWWA, anticipa que calificar vinos envasados en todo tipo de empaques representará un fascinante reto. En Estados Unidos, las ventas minoristas de vinos se calculan en US$61.000 millones anuales: US$47.000 millones corresponden a los envases tradicionales, mientras que las de los alternativos ascienden a US$14.000 millones, cifra que pesa y crece.
Hace cuatro meses me referí a los nuevos envases que se vienen abriendo paso en la producción de vino: por ejemplo, de plástico, chatos o cuadrados, de lata, cartón y hasta papel. En su mayoría, son proyectos destinados a llamar la atención, probar suerte, abaratar costos, favorecer el reciclaje, aumentar la base de consumo, reducir la huella de carbono causada por el vidrio, facilitar la forma de beberlo y enganchar nuevos consumidores, particularmente jóvenes.
Todo me imaginaba menos que estos nuevos ropajes se graduarían con honores en 2023 durante el principal concurso mundial del sector, entre abril y junio, organizado por la revista inglesa Decanter, líder global en su segmento.
Hablo del Decanter World Wine Awards (DWWA), que cumple 20 años ininterrumpidos de actividades, cuyos puntajes son asignados por profesionales mundiales del sector.
Por primera vez en su historia, el DWWA ampliará su espectro de concursantes a vinos envasados en recipientes alternativos, o sea, en materiales distintos al vidrio. No serán evaluados como categoría separada, sino junto con los demás.
En su justificación, Decanter manifiesta que el contenido se debe calificar por mérito propio. Es un giro revolucionario que elevará la imagen de aquellos productos aparentemente desprovistos de elegancia y buen gusto.
Uno de ellos, por ejemplo, es el bag-in-box, sistema integrado por una bolsa oscura metida en un soporte de cartón. La bolsa protege la bebida de los rayos UV, mientras que su dispensador (tipo llave) deja fluir el líquido hacia afuera, sin permitir el ingreso de oxígeno, o sea, evitando la oxidación prematura. El bag-in-box conserva la bebida durante seis semanas, algo imposible en una botella recién descorchada. Ya se ofrecen vinos de alta calidad en este tipo de envase, que resulta útil para el hogar y diversos entornos gastronómicos, facilitando la oferta de vino por copa.
Los vinos en lata, como los elaborados por la firma Kiss of Wine, ya se ofrecen en aerolíneas, supermercados, viajes de placer y picnics. Otro emprendimiento destacado corresponde a la firma italiana When in Rome, que sorprende con sus vinos envasados en bag-in-box, lata y botellas de papel. Específicamente en envases de papel sobresale la británica Frugalpac, con sus formas y diseños.
Aunque los tradicionalistas insisten, no sin razón, en que el vidrio y el corcho son irreemplazables en el segmento de los vinos de guarda, Michael Hill Smith MW (Master of Wine), jurado del DWWA, anticipa que calificar vinos envasados en todo tipo de empaques representará un fascinante reto. En Estados Unidos, las ventas minoristas de vinos se calculan en US$61.000 millones anuales: US$47.000 millones corresponden a los envases tradicionales, mientras que las de los alternativos ascienden a US$14.000 millones, cifra que pesa y crece.