Las civilizaciones del vino

Enófilos, aficionados, entusiastas y recién convertidos tienen en el museo temático Cité du Vin la mejor excusa para viajar al pasado milenario del vino y luego -a bordo de audiovisuales y salas especializadas- regresar a su presente, con paradas intermedias en todas aquellas civilizaciones y culturas tentadas por su magia.

Seleccionado por la National Geographic como séptimo entre los mejores museos del mundo, el Cité du Vin, en Burdeos (Francia), inaugurado en 2016 y recientemente reabierto tras la crisis sanitaria, nos reafirma esa arraigada noción de que el vino es, desde hace ocho mil años, parte vital de la evolución humana.

Nos ha alegrado días y noches en campos y ciudades; ha sido compañero en la mesa rural, en la urbana, en la pagana y en la monárquica; ha ejercido como estímulo y calmante en nuestras sagas personales, amorosas y familiares; ha servido de inspiración a todas las formas de expresión artística y humanística; ha sido utilizado como pócima medicinal y curativa, y ha nutrido a los creyentes en sus momentos espirituales.

Por cuatro euros podrá visitarlo de manera virtual. Y por una suma similar tendrá acceso remoto a la exposición “Bebiendo con los dioses”, un espacio único para apreciar el indisoluble enlace entre vino y mitología. Ahora, si lo suyo es lo presencial, pagará 20 euros por el boleto de entrada, aunque antes deberá cruzar el Atlántico y todo lo que ello implica.

En la edificación predominan las formas redondas. Sus diseñadores, XTU Architects, quisieron asemejarla a un decantador, pero también luce como una embarcación en tránsito perenne. Por eso, en su interior, siempre se siente un movimiento continuo.

Cubre 13.350 metros cuadrados de área, repartidos en diez niveles. En los 3.000 metros cuadrados de zonas interactivas desfilan imágenes y narraciones con detalles sobre la historia, evolución y procesos productivos de la bebida. Son 120 filmaciones diferentes, que almacenan diez horas de contenido.

Trabajan en el lugar 100 expertos para explicar y atender preguntas. Estos, a su vez, se apoyan en guías que hablan ocho idiomas. La señalización es trilingüe. Para quienes prefieren el distanciamiento social, está disponible un dispositivo personalizado.

En la cava central se despliegan 800 botellas, provenientes de 64 orígenes, incluidos países inexplorados como China, Corea y Kazajistán. Casi todas las botellas son para la venta. Se han dispuesto tres zonas de degustación y un mirador de 35 metros de altura, donde se ofrecen copas de distintas procedencias en dispensadores automáticos.

Adultos y jóvenes asisten a talleres prácticos, no sin antes visitar la zona de inmersión sensorial, compuesta por aparatos que expelen vapores con los aromas del vino.

La Cité cuenta también con una completa biblioteca de consulta, abierta al público.

Para la toma de fuerzas y energía funcionan tres restaurantes, con sus respectivas cavas, lo mismo que una variada tienda de objetos y un punto de compra de boletos para el acceso a las rutas de vinos de Francia. Su amplia zona al aire libre se conecta con el vecino río Garona y su silvestre contorno. La visita presencial toma entre dos y tres horas.

Un proyecto así solo es posible en una ciudad como Burdeos, cuyos negocios del vino generan recursos por más de 4.000 millones de euros.

Les dejo el enlace de la Cité du Vin en español: https://www.laciteduvin.com/es.

Enófilos, aficionados, entusiastas y recién convertidos tienen en el museo temático Cité du Vin la mejor excusa para viajar al pasado milenario del vino y luego -a bordo de audiovisuales y salas especializadas- regresar a su presente, con paradas intermedias en todas aquellas civilizaciones y culturas tentadas por su magia.

Seleccionado por la National Geographic como séptimo entre los mejores museos del mundo, el Cité du Vin, en Burdeos (Francia), inaugurado en 2016 y recientemente reabierto tras la crisis sanitaria, nos reafirma esa arraigada noción de que el vino es, desde hace ocho mil años, parte vital de la evolución humana.

Nos ha alegrado días y noches en campos y ciudades; ha sido compañero en la mesa rural, en la urbana, en la pagana y en la monárquica; ha ejercido como estímulo y calmante en nuestras sagas personales, amorosas y familiares; ha servido de inspiración a todas las formas de expresión artística y humanística; ha sido utilizado como pócima medicinal y curativa, y ha nutrido a los creyentes en sus momentos espirituales.

Por cuatro euros podrá visitarlo de manera virtual. Y por una suma similar tendrá acceso remoto a la exposición “Bebiendo con los dioses”, un espacio único para apreciar el indisoluble enlace entre vino y mitología. Ahora, si lo suyo es lo presencial, pagará 20 euros por el boleto de entrada, aunque antes deberá cruzar el Atlántico y todo lo que ello implica.

En la edificación predominan las formas redondas. Sus diseñadores, XTU Architects, quisieron asemejarla a un decantador, pero también luce como una embarcación en tránsito perenne. Por eso, en su interior, siempre se siente un movimiento continuo.

Cubre 13.350 metros cuadrados de área, repartidos en diez niveles. En los 3.000 metros cuadrados de zonas interactivas desfilan imágenes y narraciones con detalles sobre la historia, evolución y procesos productivos de la bebida. Son 120 filmaciones diferentes, que almacenan diez horas de contenido.

Trabajan en el lugar 100 expertos para explicar y atender preguntas. Estos, a su vez, se apoyan en guías que hablan ocho idiomas. La señalización es trilingüe. Para quienes prefieren el distanciamiento social, está disponible un dispositivo personalizado.

En la cava central se despliegan 800 botellas, provenientes de 64 orígenes, incluidos países inexplorados como China, Corea y Kazajistán. Casi todas las botellas son para la venta. Se han dispuesto tres zonas de degustación y un mirador de 35 metros de altura, donde se ofrecen copas de distintas procedencias en dispensadores automáticos.

Adultos y jóvenes asisten a talleres prácticos, no sin antes visitar la zona de inmersión sensorial, compuesta por aparatos que expelen vapores con los aromas del vino.

La Cité cuenta también con una completa biblioteca de consulta, abierta al público.

Para la toma de fuerzas y energía funcionan tres restaurantes, con sus respectivas cavas, lo mismo que una variada tienda de objetos y un punto de compra de boletos para el acceso a las rutas de vinos de Francia. Su amplia zona al aire libre se conecta con el vecino río Garona y su silvestre contorno. La visita presencial toma entre dos y tres horas.

Un proyecto así solo es posible en una ciudad como Burdeos, cuyos negocios del vino generan recursos por más de 4.000 millones de euros.

Les dejo el enlace de la Cité du Vin en español: https://www.laciteduvin.com/es.