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Cuando nos preguntamos por la bebida más representativa de las islas británicas, concluimos que es el whisky. De vinos, nada. Por eso vale la pena ponerse al tanto de lo que ocurre enológicamente en en el país de la Pérfida Albión.
Históricamente, la relación del Reino Unido con el vino ha sido estrecha. De hecho, es uno de los principales mercados vinícolas del mundo. Suele decirse que bodeguero que no consiga la venia inglesa, no existe.
La historia nos dice que esta nación produce vinos desde tiempos romanos, con intervalos demasiado prolongados como para dejar huella. Tras la expulsión de las legiones romanas, alrededor del siglo V, la actividad enológica se extendió hasta el periodo normando, cuando se contabilizaron cuarenta viñedos en operación.
Para el periodo de 1500, bajo el férreo mando de Enrique VIII, la cifra había aumentado a 139, con la casa real y la nobleza como principales clientes. Y, sí, porque el vino estaba fuera del alcance de los plebeyos.
La falta de mercado hizo que los viñedos locales desaparecieran, forzando a los enófilos a depender, primero, de Francia, y, luego, tras las refriegas entre monarcas franceses e ingleses, de Portugal y España.
Una primera estocada para el vino local se produjo en 1860 cuando el gobierno de turno eliminó aranceles, golpeando duramente a los ingleses. Y posteriormente, durante la I Guerra Mundial, el sector dejó de existir, porque, claro, era más apremiante producir alimentos que bebidas fermentadas.
Entre 1940 y 1960, algunos emprendedores retomaron la tradición, concentrando su actividad en zonas climáticamente favorables en la franja sur, con énfasis en los condados de Wessex, Sussex, Somerset, Devon, East Sussex y Gales.
A partir de los setenta, y debido al aumento de temperaturas por el calentamiento global, nacieron nuevos emprendimientos gracias a que el sempiterno clima frío y húmedo había perdido intensidad y ya no era obstáculo para plantar vides.
La apuesta más segura es el espumoso, en gran parte porque las mencionadas características se asemejan a las del norte francés. Lo mismo ocurre con sus suelos.
Las variedades más plantadas incluyen Chardonnay, Pinot Noir y Pinot Meunière (tintas), o sea, las mismas del champán. Y también florecen otras blancas como Pinot Gris, Müller-Thurgau y la rosada Schönburger. La híbridas Bacchus y Seyval han demostrado acomodarse perfectamente al terroir británico.
En competencias internacionales, varios vinos han alcanzado posiciones destacadas, consolidando así su posición como nuevo polo vitivinícola. Entre los productores más sobresalientes figuran Bolney Wine Estate, Debbie Wines, Chapel Down, Sharpham Estate, Hattingley Valley Wines, Simpsons Wine Estate, Forty Hall Vineyard, Westwell Wines y Oxney Organic Estate. En total, existen 500 viñedos comerciales y 165 bodegas en actividad.