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Momento de Tara

Entre Copas y Entre Mesas.

Hugo Sabogal
11 de septiembre de 2022 - 02:00 a. m.
La marca Tara esconde, en sí misma, gran parte del secreto, pues nace como tributo al salar del mismo nombre, en el inmenso y silencioso altiplano.
La marca Tara esconde, en sí misma, gran parte del secreto, pues nace como tributo al salar del mismo nombre, en el inmenso y silencioso altiplano.
Foto: Archivo Particular
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Si una de las máximas aspiraciones de un creador de vinos es alcanzar el punto más alto de refinamiento en la copa –delicadeza, sutileza, distinción–, otro anhelo es buscar trascendencia en lo elemental, en lo intocado, en lo que yace dentro.

Y esto es lo que logra el enólogo chileno Felipe Toso en el Desierto de Atacama, el más árido del mundo, donde todo es supervivencia.

Toso es el jefe de enología de Ventisquero, bodega chilena asentada en zonas tradicionalmente históricas para la viticultura austral, como Maipo y Colchagua. Desde allí, Toso concibe vinos clásicos y modernos enfocados en reflejar las cualidades naturales del territorio (clima y suelos, por ejemplo).

Este es el caso de Tara, una colección de cinco propuestas soñadas para conectarnos con el origen.

La marca Tara esconde, en sí misma, gran parte del secreto, pues nace como tributo al salar del mismo nombre, en el inmenso y silencioso altiplano. El Salar de Tara ocupa una zona de 48 kilómetros cuadrados, bajo la tutela de gigantes rocosos, cuyas formas sugieren siluetas de catedral.

La superficie del salar está recubierta de sal y de otros minerales, dando la impresión de un tapiz blanco y brillante.

Así, pues, van las cosas:

Tara White Wine #1. Es un Chardonnay hecho a mano, que se manifiesta en copa con una nebulosa turbidez, muy evocativa de la camanchaca o niebla matinal, que cubre los viñedos a ciertas horas del día. Este vino de tipo natural se deposita, con sus sedimentos, en recipientes de acero inoxidable por 15 meses. Ofrece matices salinos, frutados, florales y calcáreos. “Fresco y nervioso”, lo define su autor.

Tara White Wine #2. Es un Viognier nacido de manera involuntaria. En 2011, al bajar el nivel de las barricas, el faltante se completó con vino de la cosecha de 2012. Surgió entonces un vino tipo solera, que viene elaborándose con mezcla de añadas desde 2011. Su complejidad aromática es explosiva y se derrama en capas cítricas y de frutos secos. Es pura “tensión en el paladar”, dice su autor.

Tara White Wine #3. Este Sauvignon Blanc, refrescante y también turbio, proyecta vibrantes sensaciones minerales, manteniendo la impronta de los vinos desérticos.

Red Wine #1. Es un Pinot Noir cuya adaptación al suelo salino y desértico fue desafiante. De color rubí y con asomos de cereza, champiñón y tierra húmeda, es pura tentación en la boca.

Red Wine #2. Es un ensamble de Syrah y Merlot, frutado, salino, de cuerpo sedoso y suave intensidad. En todo sentido, es un vino extremo y desértico, propio del fogoso quehacer de Toso en este desierto seco, árido y estelar del continente.

Tara está presente en el mercado colombiano y se consigue en tiendas especializadas y restaurantes seleccionados.

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