Momentos de Syrah o Shiraz
Es frecuente encontrar en cartas de vinos y en estanterías de tiendas los nombres Syrah o Shiraz para referirse, en su orden, al delicado tinto originario del Valle del Ródano, en el nororiente de Francia, y a la potente cepa reinante en Australia.
Desde lo legendario, se especula que la Syrah proviene de Siracusa, localidad siciliana de ascendencia griega. También se la relaciona con Shiraz, antigua ciudad de Persia, hoy Irán). Y se la asocia, asimismo, a una antigua variedad del Ródano, alabada en tiempos romanos.
Pero desde lo científico, un estudio ampelográfico —campo dedicado a la identificación y clasificación de las vides—, la Syrah o la Shiraz provienen de un cruce de dos uvas franco-alpinas: la blanca Mondeuse Blanch y la tinta Dureza. Otro análisis advierte que sus progenitores pudieron ser la tinta Mondeuse Noir y la blanca Viognier.
En cualquier caso, desde el punto de vista botánico, la Syrah o la Shiraz son la misma variedad, solo que con estilos diferentes. Así, el apelativo Syrah alude a vinos elegantes y refrescantes, en particular los elaborados en el norte del Valle del Ródano, mientras que los llamados Shiraz conciernen a aquellos hechos en la calurosa Australia e identificados con un estilo intenso y corpulento.
Eso sí, ambos comparten perfiles comunes como elegancia y capacidad de envejecimiento, al igual que sensaciones a frutos negros (cereza, casis, zarzamora y mora azul), lo mismo que sabores asociados a un tapenade de aceitunas y alcaparras, con un trasfondo de pimienta blanca o negra. Cuando se crían en barricas de roble, sugieren notas ahumadas y florales (violeta o lavanda).
Los Syrah franceses de climas frescos exhiben, en particular, un color profundo, y se sienten carnosos, especiados, perfumados y refinados. Tal es el caso de los originados en Hermitage y Crozes-Hermitage (sus cunas ancestrales). En cambio, los Shiraz australianos, de regiones calurosas, se tornan alcohólicos, corpulentos, intensos y maduros, como los de Nueva Gales del Sur, en particular los de Barossa. Solo en Adelaida Hills, al sur de Australia, revelan un estilo ligero y elegante, y por tanto se les llama Syrah.
Al mismo tiempo, existen otros ejemplares de climas frescos elaborados en California, Italia, España, Chile y Argentina.
Algunos próximos a nuestro entorno incluyen, de Chile, a Undurraga Terroir Hunter, del valle costero de Leyda; Montes Folly, del Valle de Apalta, en Colchagua; Lapostolle Cuvée Alexandre, del Valle de Colchagua; Concha y Toro Gravas de Maipo, del Valle de Maipo; Errázuriz Las Pizarras, de Aconcagua Costa; Ventisquero Tara Syrah, del desierto de Atacama, y Emiliana Salvaje, del Valle de Casablanca. En Argentina sobresalen Trapiche Iscay, del Valle de Uco, y Bodega Aleanna-El Enemigo, de Gualtallary, Mendoza. Motivos suficientes para deleitarse con la variedad tinta que le habla de tú a tú al Cabernet Sauvignon.
Desde lo legendario, se especula que la Syrah proviene de Siracusa, localidad siciliana de ascendencia griega. También se la relaciona con Shiraz, antigua ciudad de Persia, hoy Irán). Y se la asocia, asimismo, a una antigua variedad del Ródano, alabada en tiempos romanos.
Pero desde lo científico, un estudio ampelográfico —campo dedicado a la identificación y clasificación de las vides—, la Syrah o la Shiraz provienen de un cruce de dos uvas franco-alpinas: la blanca Mondeuse Blanch y la tinta Dureza. Otro análisis advierte que sus progenitores pudieron ser la tinta Mondeuse Noir y la blanca Viognier.
En cualquier caso, desde el punto de vista botánico, la Syrah o la Shiraz son la misma variedad, solo que con estilos diferentes. Así, el apelativo Syrah alude a vinos elegantes y refrescantes, en particular los elaborados en el norte del Valle del Ródano, mientras que los llamados Shiraz conciernen a aquellos hechos en la calurosa Australia e identificados con un estilo intenso y corpulento.
Eso sí, ambos comparten perfiles comunes como elegancia y capacidad de envejecimiento, al igual que sensaciones a frutos negros (cereza, casis, zarzamora y mora azul), lo mismo que sabores asociados a un tapenade de aceitunas y alcaparras, con un trasfondo de pimienta blanca o negra. Cuando se crían en barricas de roble, sugieren notas ahumadas y florales (violeta o lavanda).
Los Syrah franceses de climas frescos exhiben, en particular, un color profundo, y se sienten carnosos, especiados, perfumados y refinados. Tal es el caso de los originados en Hermitage y Crozes-Hermitage (sus cunas ancestrales). En cambio, los Shiraz australianos, de regiones calurosas, se tornan alcohólicos, corpulentos, intensos y maduros, como los de Nueva Gales del Sur, en particular los de Barossa. Solo en Adelaida Hills, al sur de Australia, revelan un estilo ligero y elegante, y por tanto se les llama Syrah.
Al mismo tiempo, existen otros ejemplares de climas frescos elaborados en California, Italia, España, Chile y Argentina.
Algunos próximos a nuestro entorno incluyen, de Chile, a Undurraga Terroir Hunter, del valle costero de Leyda; Montes Folly, del Valle de Apalta, en Colchagua; Lapostolle Cuvée Alexandre, del Valle de Colchagua; Concha y Toro Gravas de Maipo, del Valle de Maipo; Errázuriz Las Pizarras, de Aconcagua Costa; Ventisquero Tara Syrah, del desierto de Atacama, y Emiliana Salvaje, del Valle de Casablanca. En Argentina sobresalen Trapiche Iscay, del Valle de Uco, y Bodega Aleanna-El Enemigo, de Gualtallary, Mendoza. Motivos suficientes para deleitarse con la variedad tinta que le habla de tú a tú al Cabernet Sauvignon.