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Este colombiano oriundo de Medellín y criado en Bogotá es el dueño de La Tamalería Colombiana, un emprendimiento que nació de la mano de un comunicador social apasionado por los negocios que decidió renunciar a su trabajo hace unos años y se atrevió a vivir el sueño americano. Su negocio está ubicado en Nueva York, empezó su travesía con 300 dólares en el bolsillo, y hoy por hoy genera trabajo a más de 150 personas en Estados Unidos.
Alejandro Martin no planeó que su futuro estuviera vinculado con la gastronomía, tampoco que unos tamales lo impulsaran a la cima, pero lo que siempre tuvo claro es que lo que hay detrás de un pequeño sueño, puede convertirse en el éxito de toda una vida.
Comenzó con la venta de cinco tamales y en la actualidad distribuye alrededor de 7.000 en el país norteamericano. En entrevista con Gastronomía y recetas, de El Espectador, el emprendedor cuenta la historia de cómo ha sido destacar el nombre de Colombia a partir de su gastronomía, y el sacrificio de no haber vuelto a ver a su mamá desde que decidió abandonar su vida en Colombia.
¿Quién es Alejandro Martin, y cómo le surge la idea de llevar tamales tolimenses a la ciudad que nunca duerme?
Soy un hombre de 35 años que vive en la ciudad de Nueva York. La verdad es que esto nunca se me ocurrió, jamás lo tuve diagramado en mi vida, escasamente sé preparar unos huevos revueltos, pero experto en temas de cocina no soy.
Esta idea surgió más bien basado en la necesidad con la que venimos la mayoría de los latinos a este lugar, mirar qué hacer. Llegué como todos a buscar trabajo, y lo que me ofrecieron fue como mesero, ahí fue donde me di cuenta de que este producto hacía falta, muy de la mano también con que un día mi expareja, la mamá de mi hija, tuvo un antojo de tamal, y cuando salí a buscarlo no tuve la suerte de encontrarlo.
Mi mamá tiene raíces tolimenses y en alguna ocasión que llamé a saludarla me dijo que cuando me visitara me iba a traer tamales de los que ella siempre nos hacía, pero al final eso nunca pasó porque no pudo viajar. Sin embargo, un día que estábamos descansando de nuestras labores diarias dijimos pues hagámoslos, y fue así como materializamos la idea. Empezamos a venderlos y a contarle a la gente que con nosotros podían conseguir este referente gastronómico colombiano.
Usted manifiesta que no es experto en la cocina y que lo que sabe preparar es muy poco, entonces ¿cómo logró llevar a las mesas americanas este plato tradicional colombiano?
Yo digo que hay cosas en la vida que son bendecidas, hay gente que tiene grandes talentos, cocineros que trabajan toda su vida para abrir sus restaurantes, posicionarlos, pero en mi caso yo no busqué nada, simplemente mi mamá guió el inicio de todo este proceso y nosotros fuimos puliendo la receta con el tiempo. Al principio nos quedaron sin consistencia, luego nos dimos cuenta de que eran claves algunos ingredientes y así nos aproximamos a la “exactitud” de la receta.
La virtualidad sin dudarlo fue lo que nos ayudó, sin eso no lo habríamos logrado. Lo más triste de todo esto es que mi mamá nunca ha venido a Estados Unidos y lo peor de todo para mí es que nunca más la he vuelto a ver, entonces, esto ha sido el resultado de sacrificios desde todos los puntos de vista, dejando el nombre de Colombia en alto.
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¿Cómo hacen para conseguir los ingredientes para esta preparación, especialmente la hoja de plátano?
Al principio resultó muy difícil, porque sentía que el producto no era como en Colombia, le faltaba el sabor, el toque original de esta preparación. Probamos marcas, sabores, colores, hasta que llegamos a un punto claro que nos permitió decir por aquí sí es. En el caso de la hoja de plátano, que es donde se cocina todo el tamal, fue más difícil todavía porque las hojas que se consiguen aquí no son las mismas, pero luego de una búsqueda incansable logramos traerlas de Colombia, casi el 70% de ellas son traídas desde Cundinamarca y eso ha hecho que el tamal sea un boom, con el solo olor se sabe que es un producto colombiano que lo transporta a uno a su país, porque despierta emociones.
¿Qué es “Tamal Go” y cómo ha impactado la cultura norteamericana?
Detrás de esto hay toda una historia que se ha ido transformando con el tiempo. Un día saqué un carrito de mercado y empecé a vender los tamales en la calle, después empezamos a darle marca al negocio y cuando ya llegamos a tener el producto con un sabor único y además con un reconocimiento evidente, se me vino la idea de “Tamal Go”, necesitábamos algo en qué movilizar los tamales, algo que representara nuestra idiosincrasia, que tuviera por todo lado a Colombia y creo, sin temor a equivocarme, que en este país somos los únicos que tenemos un carro así, que hable por sí solo y que invite, sin decir mucho, a que las personas consuman el producto.
Alejandro, ¿con cuántas unidades de tamales arrancaron el negocio y cuántas venden en la actualidad?
Nosotros comenzamos vendiendo entre 5 y 10 tamales, cuando corríamos con suerte, había días que no vendíamos nada, pero de un momento a otro nos disparamos, llegaron distribuidores de diferentes Estados que decían que querían vender los tamales de “La Tamalería”, y así empezamos a distribuir el producto. Hay tamales en Nueva York, New Jersey, Connecticut, Pensilvania, Staten Island, y en la Florida.
Abrimos nuestra primera fábrica en Miami, luego montamos el restaurante en Nueva York, abrimos en otros lados, y hoy en día estamos hablando de 7.000 unidades de venta a la semana.
¿Cuál es el éxito de un emprendimiento gastronómico fusionado con la comunicación social?
Eso es algo que muchas veces me pregunté y que aún no tengo una respuesta exacta. Creo que los comunicadores tenemos algo que viene innato, y es el don de la palabra, con eso se puede hacer lo que uno quiera. Mis videos son una muestra fiel de eso, tengo mucha facilidad para transmitirle a la gente lo que quiero de mi negocio y conectar mi profesión con el tema comercial.
Respecto al tema gastronómico, como lo he dicho en ocasiones anteriores, no soy experto en el tema, pero sí creo que tengo una especie de don, y es mi olfato y mi paladar. Sin ser chef, o experto en la materia siempre logro identificar cuándo a las recetas de lo que vendemos les falta algo, no solo con los tamales, también con la lechona, con los envueltos, cuento con la fortuna de trabajar con personas que cocinan muy bien y que me escuchan… y ahí radica el éxito de nuestros productos.
Además, creo que este tipo de emprendimientos tienen un pilar muy importante para quienes se quieran destacar en él y es el sabor con una buena estrategia comercial. Ahorita el mundo está preparado para el tema de las redes sociales, ahí es donde uno puede contactar a millones de personas y ofertarles el producto, el contenido digital llama, convence y ese recurso hay que aprovecharse. Sin el voz a voz de la gente es imposible llegar a donde uno quiere, la tecnología se trata de inmediatez, y en el caso nuestro, velamos porque lo que hacemos a diario llegue a todos los lugares del mundo, incluso, ahora mismo somos un referente en gastronomía colombiana.
Además de los tamales tolimenses ¿qué otros productos pueden encontrarse en “La Tamalería”?
A nivel general tenemos tamales, lechona y envueltos, pero en el restaurante como tal ya tenemos una carta más amplia que ha tenido gran aceptación por los comensales porque un producto hala al otro, tratamos de rescatar la comida tradicional colombiana, por ejemplo tenemos un plato que se llama “tamalchón”, es un tamal que se pone encima de la lechona y que se sirve en una tabla, su aspecto es como si fuera una especie de volcán, viene con su pedazo de cuero tostado muy característico de la receta. También tenemos nuestra lechona que es hervida en tablitas en forma de cerdo, están los envueltos rellenos con queso y bocadillo, y ya estamos integrando las picadas con chunchullo, papa criolla, morcilla y chorizo.
¿A qué le sabe un país como Estados Unidos?
Estados Unidos es la gloria y se lo he dicho a todo el mundo. Yo amo Colombia, lo tengo tatuado en el corazón, pero volví a nacer en Estados Unidos. Aquí cambié el chip, rompí barreras, dejé atrás muchos egos, acá todos somos iguales y eso es lo que lo motiva a uno a diario a ser mejor, a darles ejemplo a otros de que sí se puede, que la vida pone obstáculos, pero para demostrar de qué estamos hechos. Amo mi país, pero mi verdadero descubrimiento fue en esta nación.
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