Vinos sin alcohol suben y suben
La eliminación total o gradual del alcohol se logra mediante diversas técnicas como la evaporación, la ósmosis inversa o la detención de la fermentación alcohólica, sin alterar demasiado su sabor.
El vino sin alcohol o con bajo contenido constituye una de las tendencias más llamativas del sector este año. Así lo recogen varias fuentes especializadas, entre ellas el Concourse Mondial de Bruxelles (CMB), conocido como las “Naciones Unidas de los vinos finos”.
Un artículo publicado en el portal oficial del CMB atribuye este pronóstico a un estudio realizado en 10 países por el grupo IWSR Drinks Market Analysis.
Dicho trabajo establece que las ventas de bebidas sin alcohol y bajas en alcohol superaron los US$11.000 millones en 2022, frente a US$8.000 millones en 2018. Y presagia que su consumo aumentará en un tercio para 2026.
¿La razón? Existe un número creciente de consumidores que ha decidido dar prioridad a los temas de salud y bienestar en sus vidas.
Para entender este súbito incremento hay que remitirse a otra investigación de la Organización para la Cooperación y el Desarrollo Económicos (OCDE), acopiada recientemente en 11 países. Allí, el 36 % de los encuestados afirmó haber incrementado el consumo de alcohol durante los confinamientos de la pandemia.
Como mecanismo de contención, la OCDE recomendó varias acciones, entre ellas, limitar la promoción del alcohol entre los jóvenes, reforzar los controles policiales para prevenir los accidentes de tráfico relacionados con el alcohol, establecer políticas de precios para limitar la asequibilidad del alcohol y promover el vino de baja graduación o, incluso, el vino sin alcohol (o desalcoholizado).
Este giro no es nuevo y ya se aplica a productos como la cerveza y ciertos licores sin alcohol (whisky y ginebra, por ejemplo).
La eliminación total o gradual del alcohol se logra mediante diversas técnicas como la evaporación, la ósmosis inversa o la detención de la fermentación alcohólica, sin alterar demasiado su sabor. Y es precisamente la incidencia en el sabor lo que le ha impedido ampliar su círculo de aficionados.
“Hay que reconocerlo: un vino sin alcohol no sabe igual que un vino tradicional”, señala el portal académico The Conversation. Y esto sucede porque los procesos de reducción conducen a cambios en el cuerpo, los aromas y sabores del vino.
Justamente, esto es algo que buscan superar poderosas marcas como Yellow Tail, Kendall-Jackson, Miller Family Wine, Veuve du Vernay y Barton & Guestier, las cuales han entrado de lleno en la categoría del bajo alcohol.
Todas estas empresas reconocen que para mejorar su cuota de mercado deben lanzar campañas para generar confianza. Y, por supuesto, deberán promover cambios en aquellas legislaciones en las que se concibe al vino como bebida fermentada del jugo de la uva; o sea, con alcohol. Son barreras que se deben superar, pues los vinos bajos o sin alcohol han llegado para quedarse.
El vino sin alcohol o con bajo contenido constituye una de las tendencias más llamativas del sector este año. Así lo recogen varias fuentes especializadas, entre ellas el Concourse Mondial de Bruxelles (CMB), conocido como las “Naciones Unidas de los vinos finos”.
Un artículo publicado en el portal oficial del CMB atribuye este pronóstico a un estudio realizado en 10 países por el grupo IWSR Drinks Market Analysis.
Dicho trabajo establece que las ventas de bebidas sin alcohol y bajas en alcohol superaron los US$11.000 millones en 2022, frente a US$8.000 millones en 2018. Y presagia que su consumo aumentará en un tercio para 2026.
¿La razón? Existe un número creciente de consumidores que ha decidido dar prioridad a los temas de salud y bienestar en sus vidas.
Para entender este súbito incremento hay que remitirse a otra investigación de la Organización para la Cooperación y el Desarrollo Económicos (OCDE), acopiada recientemente en 11 países. Allí, el 36 % de los encuestados afirmó haber incrementado el consumo de alcohol durante los confinamientos de la pandemia.
Como mecanismo de contención, la OCDE recomendó varias acciones, entre ellas, limitar la promoción del alcohol entre los jóvenes, reforzar los controles policiales para prevenir los accidentes de tráfico relacionados con el alcohol, establecer políticas de precios para limitar la asequibilidad del alcohol y promover el vino de baja graduación o, incluso, el vino sin alcohol (o desalcoholizado).
Este giro no es nuevo y ya se aplica a productos como la cerveza y ciertos licores sin alcohol (whisky y ginebra, por ejemplo).
La eliminación total o gradual del alcohol se logra mediante diversas técnicas como la evaporación, la ósmosis inversa o la detención de la fermentación alcohólica, sin alterar demasiado su sabor. Y es precisamente la incidencia en el sabor lo que le ha impedido ampliar su círculo de aficionados.
“Hay que reconocerlo: un vino sin alcohol no sabe igual que un vino tradicional”, señala el portal académico The Conversation. Y esto sucede porque los procesos de reducción conducen a cambios en el cuerpo, los aromas y sabores del vino.
Justamente, esto es algo que buscan superar poderosas marcas como Yellow Tail, Kendall-Jackson, Miller Family Wine, Veuve du Vernay y Barton & Guestier, las cuales han entrado de lleno en la categoría del bajo alcohol.
Todas estas empresas reconocen que para mejorar su cuota de mercado deben lanzar campañas para generar confianza. Y, por supuesto, deberán promover cambios en aquellas legislaciones en las que se concibe al vino como bebida fermentada del jugo de la uva; o sea, con alcohol. Son barreras que se deben superar, pues los vinos bajos o sin alcohol han llegado para quedarse.