Así funciona la primera Clínica de Género pública en Colombia
En el Hospital de Chapinero, de Bogotá, se encuentra la primera clínica pública especializada en la atención de personas trans y no binarias del país. Desde que abrió sus puertas, el 19 de diciembre de 2023, ha atendido a más de 273 personas.
Mariana Escobar Bernoske
En el segundo piso del Hospital de Chapinero, en Bogotá, se encuentra la primera clínica pública especializada en el país para la atención de personas trans y no binarias. Las diferentes banderas de la población LGBTIQ+ señalan el camino hacia los consultorios y un afiche le asegura a la población trans que visita el centro médico que ahí están preparados para entender quienes realmente son.
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Era la primera vez que Alejandra, una mujer trans de 30 años, asistía a la clínica. Estaba nerviosa, hace seis años que inició su tránsito y la lista de malas experiencias con profesionales de la salud no es corta. La trataron de “enferma”, se negaron a respetar su identidad de género y, en el mejor de los casos, le dijeron que no sabían cómo ayudarla. Ella había escuchado que en esta clínica sí tenían conocimientos sobre personas trans; las expectativas eran altas, pero, de todas formas, no estaba completamente convencida.
“¿Nombre?”, le preguntó la doctora Diana Vargas, líder del servicio de Endocrinología y Ginecobstetricia de la clínica, al ingresar al consultorio. Alejandra preguntó si tenía que decir el nombre que aparecía en su cédula. La médica le aseguró que no era necesario, pues lo importante era saber cómo se identifica, de qué forma quería ser tratada y cuáles eran sus expectativas de la consulta.
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El tránsito hormonal de Alejandra, como el de muchas personas con experiencia de vida trans, inició de forma “artesanal”. Esto quiere decir que ella se automedicó siguiendo consejos de sus amigas, sin algún acompañamiento profesional, ni sabiendo cuáles eran los riesgos o la forma segura de hacerlo. Empezó inyectándose progesterona y, al ver cambios en su cuerpo, comenzó a hacerlo más seguido.
Llegó un momento en el que se estaba inyectando cada 15 días. “Eso me acarreó consecuencias tanto físicas como mentales. Me inyectaba yo sola y fue un mal para mi cuerpo porque al final no estaba haciendo nada, la doctora me explicó que esa hormona no me estaba ayudando como yo creía”, relata Alejandra. La consulta en la clínica de género fue la primera vez que una especialista se había tomado el tiempo para explicarle lo que realmente necesitaba para su tránsito teniendo en cuenta sus antecedentes de salud.
En medio de la atención médica, la doctora Vargas, quien también estaba acompañada por residentes, pues la clínica pretende también ser un espacio educativo, le preguntó a Alejandra si algún día quería tener hijos. Esa pregunta, por sencilla o rutinaria que parezca, es muy significativa cuando se trata de la salud sexual y reproductiva de personas trans. Organizaciones como la Liga de Salud Trans han denunciado que hoy en día persiste la idea de que si una persona “cambia de sexo”, debe renunciar a ser fértil o a algún día tener hijos.
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Tras la consulta, Alejandra dice que se siente muy cómoda con la atención que recibió y que está dispuesta a dejarse guiar por los médicos. Aprovecha para comentar que le gustaría algún día acceder a una cirugía de feminización facial porque “la cara es como la carta de presentación al mundo”, pero que no está segura sí en su caso sería posible acceder. A esto, como si se tratara de un secreto a voces, la doctora Vargas le comenta que la va a remitir a cirugía plástica porque se vale soñar; “nosotros estamos acá para tratar de hacer esos sueños realidad”, le afirma.
La clínica de género del Distrito apuesta por ser un espacio seguro desde una mirada integral a la salud y condiciones específicas de la población trans. Uno de sus propósitos es cerrar la brecha de acceso teniendo en cuenta los mandatos de la Corte Constitucional y la Política Pública LGBTIQ+ de la ciudad, que establecen que los procedimientos médicos de reafirmación de género no son un asunto estético, sino una necesidad básica para la salud y el libre desarrollo de la personalidad.
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A los pacientes que llegan les dicen que la clínica les va a dar el “servicio completo”. Esto se traduce en que en un solo día sean atendidos en varias especialidades: Psiquiatría, Endocrinología, Ginecoobstetricia, Odontología e, incluso, Cirugía Plástica. En palabras de Jairo Moreno, referente poblacional LGBTIQ+ del centro médico, esto se da con el fin de evitar que los pacientes tengan que agendar varias citas y ser nuevamente autorizados por sus entidades prestadoras de salud.
Por el momento, la clínica atiende los martes y jueves desde las 7:00 am hasta el mediodía. Los servicios están disponibles para personas afiliadas a las EPS Capital Salud y Famisanar, tanto en el régimen subsidiado como en el régimen contributivo. Desde que abrió sus puertas, el 19 de diciembre de 2023, la clínica ha atendido a más de 273 personas, siendo los casos más frecuentes mujeres trans mayores de treinta años. Sin embargo, cualquier persona mayor de edad con una identidad de género diversa puede acceder.
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Además de los servicios de reafirmación de género, también el centro de salud está pensado para atender a personas con orientaciones sexuales diversas en materia de prevención de Infecciones de Transmisión Sexual (ITS) y planificación familiar. Por ejemplo, el personal de la clínica está capacitado en atención de casos de VIH/Sida, por eso también se encuentran en las instalaciones pruebas rápidas de diagnóstico y servicios de orientación para la toma de antivirales.
A nivel nacional, esta es la única iniciativa pública que existe pensada para brindar servicios de salud para la población género diversa. Si bien tiene varios retos por delante, como consolidar un presupuesto para ampliar su atención o que todavía algunas personas no comprendan el por qué existe la clínica, sus funcionarios y pacientes concuerdan que en el poco tiempo de funcionamiento que lleva ha tenido un impacto positivo en la población.
Cada semana, al menos unas 30 personas no binarias o trans como Alejandra llegan a la clínica con la ilusión de iniciar o continuar con sus procesos de género sin ser juzgadas o cuestionadas por su identidad. La ilusión de tener un acompañamiento seguro que les permita poder verse al espejo y ver reflejado quienes siempre han sido. Pero también, cada consulta es “un aprendizaje de lado y lado”, en palabras de la doctora Vargas, porque cada tránsito es único y una oportunidad de brindar un servicio médico de manera digna y humanizado.
*Para ponerse en contacto con la clínica de género, puede escribir al correo: clinicagenero@subrednorte.gov.co
En el segundo piso del Hospital de Chapinero, en Bogotá, se encuentra la primera clínica pública especializada en el país para la atención de personas trans y no binarias. Las diferentes banderas de la población LGBTIQ+ señalan el camino hacia los consultorios y un afiche le asegura a la población trans que visita el centro médico que ahí están preparados para entender quienes realmente son.
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Era la primera vez que Alejandra, una mujer trans de 30 años, asistía a la clínica. Estaba nerviosa, hace seis años que inició su tránsito y la lista de malas experiencias con profesionales de la salud no es corta. La trataron de “enferma”, se negaron a respetar su identidad de género y, en el mejor de los casos, le dijeron que no sabían cómo ayudarla. Ella había escuchado que en esta clínica sí tenían conocimientos sobre personas trans; las expectativas eran altas, pero, de todas formas, no estaba completamente convencida.
“¿Nombre?”, le preguntó la doctora Diana Vargas, líder del servicio de Endocrinología y Ginecobstetricia de la clínica, al ingresar al consultorio. Alejandra preguntó si tenía que decir el nombre que aparecía en su cédula. La médica le aseguró que no era necesario, pues lo importante era saber cómo se identifica, de qué forma quería ser tratada y cuáles eran sus expectativas de la consulta.
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El tránsito hormonal de Alejandra, como el de muchas personas con experiencia de vida trans, inició de forma “artesanal”. Esto quiere decir que ella se automedicó siguiendo consejos de sus amigas, sin algún acompañamiento profesional, ni sabiendo cuáles eran los riesgos o la forma segura de hacerlo. Empezó inyectándose progesterona y, al ver cambios en su cuerpo, comenzó a hacerlo más seguido.
Llegó un momento en el que se estaba inyectando cada 15 días. “Eso me acarreó consecuencias tanto físicas como mentales. Me inyectaba yo sola y fue un mal para mi cuerpo porque al final no estaba haciendo nada, la doctora me explicó que esa hormona no me estaba ayudando como yo creía”, relata Alejandra. La consulta en la clínica de género fue la primera vez que una especialista se había tomado el tiempo para explicarle lo que realmente necesitaba para su tránsito teniendo en cuenta sus antecedentes de salud.
En medio de la atención médica, la doctora Vargas, quien también estaba acompañada por residentes, pues la clínica pretende también ser un espacio educativo, le preguntó a Alejandra si algún día quería tener hijos. Esa pregunta, por sencilla o rutinaria que parezca, es muy significativa cuando se trata de la salud sexual y reproductiva de personas trans. Organizaciones como la Liga de Salud Trans han denunciado que hoy en día persiste la idea de que si una persona “cambia de sexo”, debe renunciar a ser fértil o a algún día tener hijos.
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Tras la consulta, Alejandra dice que se siente muy cómoda con la atención que recibió y que está dispuesta a dejarse guiar por los médicos. Aprovecha para comentar que le gustaría algún día acceder a una cirugía de feminización facial porque “la cara es como la carta de presentación al mundo”, pero que no está segura sí en su caso sería posible acceder. A esto, como si se tratara de un secreto a voces, la doctora Vargas le comenta que la va a remitir a cirugía plástica porque se vale soñar; “nosotros estamos acá para tratar de hacer esos sueños realidad”, le afirma.
La clínica de género del Distrito apuesta por ser un espacio seguro desde una mirada integral a la salud y condiciones específicas de la población trans. Uno de sus propósitos es cerrar la brecha de acceso teniendo en cuenta los mandatos de la Corte Constitucional y la Política Pública LGBTIQ+ de la ciudad, que establecen que los procedimientos médicos de reafirmación de género no son un asunto estético, sino una necesidad básica para la salud y el libre desarrollo de la personalidad.
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A los pacientes que llegan les dicen que la clínica les va a dar el “servicio completo”. Esto se traduce en que en un solo día sean atendidos en varias especialidades: Psiquiatría, Endocrinología, Ginecoobstetricia, Odontología e, incluso, Cirugía Plástica. En palabras de Jairo Moreno, referente poblacional LGBTIQ+ del centro médico, esto se da con el fin de evitar que los pacientes tengan que agendar varias citas y ser nuevamente autorizados por sus entidades prestadoras de salud.
Por el momento, la clínica atiende los martes y jueves desde las 7:00 am hasta el mediodía. Los servicios están disponibles para personas afiliadas a las EPS Capital Salud y Famisanar, tanto en el régimen subsidiado como en el régimen contributivo. Desde que abrió sus puertas, el 19 de diciembre de 2023, la clínica ha atendido a más de 273 personas, siendo los casos más frecuentes mujeres trans mayores de treinta años. Sin embargo, cualquier persona mayor de edad con una identidad de género diversa puede acceder.
Podría interesarle: Francesca Mcqoid es la directora de asuntos LGBTIQ+ en Minigualdad
Además de los servicios de reafirmación de género, también el centro de salud está pensado para atender a personas con orientaciones sexuales diversas en materia de prevención de Infecciones de Transmisión Sexual (ITS) y planificación familiar. Por ejemplo, el personal de la clínica está capacitado en atención de casos de VIH/Sida, por eso también se encuentran en las instalaciones pruebas rápidas de diagnóstico y servicios de orientación para la toma de antivirales.
A nivel nacional, esta es la única iniciativa pública que existe pensada para brindar servicios de salud para la población género diversa. Si bien tiene varios retos por delante, como consolidar un presupuesto para ampliar su atención o que todavía algunas personas no comprendan el por qué existe la clínica, sus funcionarios y pacientes concuerdan que en el poco tiempo de funcionamiento que lleva ha tenido un impacto positivo en la población.
Cada semana, al menos unas 30 personas no binarias o trans como Alejandra llegan a la clínica con la ilusión de iniciar o continuar con sus procesos de género sin ser juzgadas o cuestionadas por su identidad. La ilusión de tener un acompañamiento seguro que les permita poder verse al espejo y ver reflejado quienes siempre han sido. Pero también, cada consulta es “un aprendizaje de lado y lado”, en palabras de la doctora Vargas, porque cada tránsito es único y una oportunidad de brindar un servicio médico de manera digna y humanizado.
*Para ponerse en contacto con la clínica de género, puede escribir al correo: clinicagenero@subrednorte.gov.co