Faloplastia en hombres trans, entre la euforia, los riesgos y las alternativas

En Colombia, no es tan común escuchar sobre esta cirugía de construcción del pene. El Espectador dialogó con especialistas sobre el procedimiento y el debate al interior de la población transmasculina sobre si vale la pena o no hacérsela.

Mariana Escobar Bernoske
16 de enero de 2024 - 05:00 p. m.
En el país, es más frecuente escuchar sobre la testosterona y la masculinización del pecho como el “estándar” de los servicios clínicos para hombres trans.
En el país, es más frecuente escuchar sobre la testosterona y la masculinización del pecho como el “estándar” de los servicios clínicos para hombres trans.
Foto: La Disidencia

Juan* sintió paz el día que, por primera vez, pudo orinar de pie . Tenía 35 años y, tras casi dos años y cuatro cirugías, su cuerpo reflejó el anhelo que por muchos años había mantenido en secreto: tener un pene. Juan, un hombre trans, se hizo una faloplastia, una serie de procedimientos quirúrgicos que crean un pene a partir de tejidos de otras partes del cuerpo del paciente.

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“Al crecer sin uno, pensé o mejor me convencí de que el mío crecería después”, recuerda Juan. Ya han pasado cinco años desde que se operó y, para él, fue la mejor decisión que tomó como parte de su proceso para reconocerse como un hombre. “Me siento más seguro en contextos en los que antes tenía miedo de ser agredido, como ir a un baño público o en el gimnasio”, añade. No fue un proceso sencillo, tuvo algunas complicaciones posquirúrgicas, pero hoy la cicatriz en su antebrazo, que fue de donde tomaron el tejido para crear su pene, es un motivo de orgullo.

Para algunas personas con experiencia de vida transmasculina, es decir, quienes al nacer su sexo asignado fue femenino, pero al crecer se identifican como hombres, acceder a la faloplastia es un paso importante para su tránsito de género. Mientras, para otros, es un procedimiento que no consideran necesario para afirmar quienes son y, por el contrario, sostienen que los cuerpos trans no deberían verse obligados a intervenirse quirúrgicamente para encajar en cómo la sociedad considera que debe verse un hombre y una mujer.

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Las cifras sobre la faloplastia en Colombia son prácticamente inexistentes. Sin embargo, desde la Liga de Salud Trans, aseguran que es alto el interés por las cirugías de afirmación de género. Aun así, mencionan que son más los hombres trans que consultan por una masculinización del pecho (mastectomía subcutánea) que por una faloplastia. Además, “es más usual escuchar sobre el tema de las vaginoplastias (el procedimiento que crea una vulva y vagina para mujeres trans) y escucharlas como procedimientos exitosos en términos de funcionalidad”, menciona Lina Quevedo, coordinador pedagógico de la Liga de Salud trans.

En el país, es un derecho acceder a cirugías para hacer un tránsito de género . La Corte Constitucional, en varias de sus sentencias, ha reiterado que las EPS deben autorizar estos procedimientos. Aun así, las personas con experiencia de vida trans consultadas por este diario mencionan que persiste en algunos profesionales de la salud la creencia de que estas cirugías son estéticas y no como parte del derecho a la identidad de género.

“Cuando yo empecé mi transición, quería llegar a la faloplastia”, dice Miguel*, quien tiene 28 años. Para él, los tiempos de espera y las barreras dentro del sistema de salud lo motivaron a desistir de querer el procedimiento. “Si no la haces a través de tu EPS, te toca pagar un montón de plata y ni yo, ni ninguno de los hombres trans que conozco, podemos pagarlo. También, la faloplastia es súper complicada, porque son muchas cirugías y con el tiempo me di cuenta de que no era crucial para mí”, reflexiona.

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Para entender el debate alrededor de esta cirugía, es necesario partir del hecho de que es un procedimiento quirúrgico complejo. Va más allá de la construcción inicial del falo, que se conoce como neopene.Incluye extender la uretra, crear un escroto, definir el glande a partir del clítoris, agregar prótesis testiculares y hasta , insertar un implante eréctil para tener relaciones sexuales. Dependiendo del equipo médico y los deseos o necesidades del paciente, este cóctel de procedimientos quirúrgicos podría tomar desde un par de meses, hasta unos cuantos años; eso sin tener en cuenta los riesgos y las complicaciones.

En el país son pocos los profesionales capacitados para realizarla. El Hospital San José de Bogotá, con su equipo interdisciplinario de género, es una de las instituciones con mayor trayectoria en el tema. Jorge Ernesto Cantini, jefe del servicio de cirugía plástica del hospital y coautor del libro Disforia de Género, cuenta que entre el 20% y el 30% de los pacientes trans que son atendidos se realizan la cirugía genital.

“En un primer momento, realizamos una serie de procedimientos microquirúrgicos, fundamentales en la cirugía reconstructiva, tomando piel del antebrazo y trasladando una porción del clítoris también para garantizar que el paciente pueda tener sensibilidad y la funcionalidad deseada. Ahora, si lo que desea es tener relaciones coitales, en un segundo procedimiento se coloca una prótesis de pene con un sistema hidráulico que le permite tener una erección”, explica Cantini.

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¿Es posible que el nuevo pene funcione en una relación sexual? ¿Tener una erección? Es una de las preguntas más frecuentes que suelen recibir los profesionales de la salud. Sin embargo, según una investigación de la Universidad Nacional sobre la atención en salud de pacientes trans, la función urinaria es la preocupación principal de los hombres trans interesados en una faloplastia. El estudio señala que entre el 75% y 100% de los pacientes que se operan logran orinar de pie.

Un procedimiento de alto impacto

La Asociación Profesional Mundial para la Salud Transgénero (WPATH por sus siglas en inglés) explica en el Manual de Estándares de Atención Médica que la faloplastia, en comparación con otros tratamientos quirúrgicos para la población trans, es el que maneja un mayor índice de complicaciones. La WPATH enumera como complicaciones comunes y manejables: bloqueos del nuevo conducto uretral, la aparición de aberturas o que la prótesis para poder tener erecciones se haya desacomodado. También mencionan que, aunque menos común, es posible la necrosis total o parcial del pene, es decir que se mueran las células de la piel por falta de sangre y oxígeno, y que la zona donante, o sea de donde se extrajo el tejido para el pene, no cicatrice.

“La faloplastia no es una sola cirugía, son entre tres y cuatro intervenciones con un espacio entre cada una de mínimo seis meses. O sea que estamos hablando de un proceso quirúrgico de casi dos años y con un índice de complicaciones del 30% al 40%. Eso es un número abismalmente alto”, comenta Álvaro Rodríguez, cirujano plástico especializado en cirugías para afirmación de género.

Esto no quiere decir que las cirugías no son exitosas o que los pacientes no obtienen los resultados deseados. Sino que al ser un procedimiento de alto impacto y, en palabras de Rodríguez, “un compromiso quirúrgico a largo plazo”, es necesario que los pacientes contemplen todas las variables. Además, para poder ser candidatos para la faloplastia se sugiere estar en tratamiento hormonal mínimo dos años y, aunque no es un requisito, se recomienda haberse realizado previamente una histerectomía (retirar el útero) y/o una ooforectomía (extraer los ovarios).

“Esos procedimientos que la medicina ofrece tienen que conversar necesariamente con las expectativas que las personas trans tengan en términos de derechos sexuales y reproductivos. No se puede seguir desconociendo que hay hombres trans que desean gestar”, opina Quevedo. Él destaca que, aunque es menos conocida que la faloplastia, la otra cirugía genital disponible para las personas transmasculinas es la metaidoioplastia. Esta consiste en alargar el clítoris, es menos invasiva y también les permite orinar de pie.

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Pero también hay alternativas no quirúrgicas que pueden ser útiles para ayudarles a sentirse más cómodos, atractivos, o simplemente más como quienes realmente son. El uso de prótesis externas o packers, es decir, un relleno que se lleva en la ropa interior para dar la apariencia de un pene, es una manera de explorar esta masculinización corporal. Para muchos, son muestra de que el camino quirúrgico no es la única opción que se debería ofrecer a las personas trans.

Jhacob Martin, hombre trans, es cocreador de FTM trans revolution Colombia, un emprendimiento dedicado a la fabricación de prótesis de penes para personas trans y no binarias. La iniciativa surgió como una respuesta al “sentir la incomodidad de no tener algo entre las piernas o más bien la incomodidad que la sociedad nos hace sentir”, comparte en diálogo con El Espectador. Su objetivo es ofrecer una alternativa no quirúrgica, realista, personalizada y con diferentes funciones que se adapte a las necesidades de cada quien.

Las funciones van desde dar la apariencia de “bulto”, hasta permitirles orinar y tener relaciones sexuales penetrativas en las que sientan placer. Sin embargo, Jhacob explica que todavía hay un gran porcentaje de la población trans que no conoce el tema de los packers y que los confunden con dildos (juguetes sexuales), pero son cosas completamente distintas.

El uso de prótesis externas no solo son una alternativa frente a intervenciones quirúrgicas, también responden a una forma “económica” de afirmar la expresión de género. Y cargan consigo un mensaje de que la identidad, el ser hombre, va más allá de lo que se tiene o no entre las piernas. “Mi existir no debería definirse por mis genitales, somos cuerpos que merecemos ser amades sin ser cuestionades o señalades”, menciona Jhacob.

Según Rodríguez, hoy en Colombia se estima que, por cada cuatro mujeres trans que tienen una cirugía de afirmación genital, hay un hombre trans que accede a este procedimiento. Tanto las personas con experiencia de vida trans como los médicos consultados para este artículo creen que es necesario brindar asesoramiento adecuado y oportuno a las personas sobre las distintas alternativas quirúrgicas, sus alcances y limitaciones, y las posibles consecuencias o complicaciones que puedan tener a corto, mediano y largo plazo. Y hacen un llamado hacia otros cuerpos posibles en el que el “paquete binario” no es la única finalidad que tienen un hombre trans al hacer su tránsito.

*Los nombres en este artículo fueron cambiados por petición de las fuentes.

Mariana Escobar Bernoske

Por Mariana Escobar Bernoske

Comunicadora social con énfasis en periodismo y producción sonora/radiofónica. Ha participado en investigaciones sobre Derechos Humanos desde una perspectiva feminista y de género. Tiene estudios en el Centro Latinoamericano de Derechos Humanos y la Universidad de Strathclyde.mescobarb@elespectador.com

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