Hombres trans y personas no binaries en los proyectos de ley sobre menstruación
La agenda por los derechos menstruales en Colombia reconoce que no se puede hablar de menstruación digna si se niegan las vivencias de las personas con identidades de género diversas. Pero los debates recientes en el Congreso muestran que sobre la regla todavía persisten prejuicios sobre la feminidad, el género y la sexualidad.
Mariana Escobar Bernoske
El nuevo Congreso de Colombia tiene el reto de legislar sobre la menstruación. ¿Qué productos deberían ser gratis? ¿Qué son y cuáles son los derechos menstruales?, son algunas de las preguntas que las propuestas legislativas prometen responder. En medio de esa oleada de proyectos, se ha mencionado que las mujeres y las “personas menstruantes” son quienes se beneficiarían de ellos. Este último concepto, que abarca las experiencias de hombres trans y personas no binaries, ha suscitado debates, pues algunos sectores creen que con su uso se estarían eliminando a las mujeres como sujetos de derechos; mientras que otros aseguran que usarlo es reconocer la diversidad de los cuerpos y la menstruación. (América Latina: ¿progresista o retrógrada frente a los derechos LGBTIQ+?)
Colombia es uno de los pocos países en la región, junto a Chile, Argentina y México, que reconoce que no todas las vivencias menstruales son iguales. Desde 2018, la Corte Constitucional considera la menstruación como un asunto de equidad y justicia de género; y ha afirmado que algunas situaciones que atraviesan a las mujeres son compartidas con los hombres trans y personas no binaries, como sucede con la menstruación. Así mismo, la sentencia que despenalizó el aborto en Colombia hasta la semana 24 cobija a las “personas gestantes”, un concepto similar al de “personas menstruantes”, para referirse a hombres trans y personas no binaries. (En video: Kit para abortar sin sentir culpa)
A pesar de que Colombia es pionera en Latinoamérica al tener una sentencia de la Corte que elimina los impuestos a toallas higiénicas, tampones y, recientemente en 2020, a copas menstruales, el acceso a estos productos es limitado. Según la más reciente encuesta Pulso Social, del Departamento Administrativo Nacional de Estadística (DANE), en junio de este año, al menos 513.542 mujeres tuvieron dificultades económicas para adquirir los elementos necesarios para atender su periodo.
Durante la pasada legislatura en el Congreso, se presentaron ocho proyectos de ley alrededor de la menstruación. Estos textos ya incluían el concepto de personas menstruantes a excepción de dos, los presentados por John Jairo Bermúdez, del Centro Democráticos; y Soledad Tamayo, del Partido Conservador. Algunas de las problemáticas que abordaban esos proyectos eran la distribución gratuita de productos a personas en zonas rurales, con condiciones de vulnerabilidad o privadas de la libertad, la endometriosis, la creación de una licencia menstrual, estrategias de educación integral y el concepto de dignidad menstrual.
El único proyecto que fue sancionado es la ley 2261 de 2022, que busca que a las mujeres y personas menstruantes privadas de la libertad se les entreguen artículos de cuidado y gestión menstrual. Del resto, seis de los proyectos fueron archivados y uno está pendiente por ser discutido en el Senado. Actualmente, en este nuevo periodo, hay radicados otros tres proyectos en esta materia: dos que buscan proveer de manera gratuita artículos de cuidado menstrual y uno que apuesta por la definición, reconocimiento y ejercicio pleno de los derechos menstruales. (Proyecto busca que productos de higiene menstrual sean de entrega gratuita)
Precisamente la aprobación en la plenaria de la Cámara de Representantes de este último proyecto, el pasado 27 de julio, reabrió la polémica por la utilización del término “personas menstruantes”. Sin embargo, las representantes Katherine Miranda, Alexandra Vásquez y Susana Boreal, quienes fueron ponentes del proyecto de ley, justifican que su uso nace de luchas feministas por las personas menstruantes más vulnerables, como una manera de reconocerles su derecho y que haya justicia menstrual.
Según la Caja de Compensación de Antioquia (Comfama), una persona menstrúa, en promedio, 2.700 días en su vida, es decir, 7.4 años. Es una función biológica, así que, de acuerdo con la Organización de las Naciones Unidas (ONU), “convertir la menstruación en un estigma puede socavar el disfrute de los derechos fundamentales tanto de mujeres y niñas como de hombres transgénero y personas no binaries que menstrúan”.
Organizaciones como “Princesas Menstruantes” y la “Escuela de educación menstrual Emancipadas” explican que, a pesar de que el concepto de “personas menstruantes” reconoce la diversidad, si se usa para enunciar también a las mujeres, puede llegar a borrar las identidades u otras experiencias alrededor de la menstruación. “Hay una deuda histórica con los derechos de las diversidades, pero también de las niñas y mujeres (…) cada experiencia debe ser reconocida desde sus particularidades”, afirma Carolina Ramírez, psicóloga creadora de Princesas Menstruantes.
En esta misma línea, Iván Danilo Donato, activista transmasculino, comenta en la columna “‘Personas menstruantes’ y el borrado de una identidad política” que los derechos y experiencias menstruales deben ser visibilizados de manera diferencial. Por esto, cuestiona el uso que se le ha dado al concepto y afirma que “las identidades transmasculinas y no binaries, al igual que la de las mujeres, también son de enunciación política, y están siendo reducidas a “personas” cuya única característica identificable es la capacidad de menstruar”. (En video: ¿Por qué “Yo marcho trans”?)
El pasado 19 de agosto se llevó a cabo en Medellín la segunda juntaza por la ley integral por los derechos menstruales. En este espacio, Cam López, investigador del área de género y sexualidad de la organización Temblores, llamó la atención sobre la necesidad de nombrar a todas las personas que tienen experiencias menstruales, así como también reconocer que se han excluido de la discusión sobre los proyectos de ley a las personas con diversidades funcionales y provenientes de las regiones.
Uno de los retos en Colombia es, precisamente, definir qué experiencias y personas son titulares de estos derechos menstruales, según “Reglas sin reglas”, un movimiento que busca desestigmatizar la menstruación e impulsar proyectos de ley sobre este tema en América Latina y el Caribe. Para esta iniciativa, un lenguaje libre de estigma, incluyente, claro y sencillo es fundamental para diseñar las propuestas legislativas.
Aunque existe el camino largo de nombrar a niñas, niñes, adolescentes, jóvenes, mujeres, hombres trans, personas no binaries y con identidades diversas, el movimiento propone el concepto de “personas con vivencias menstruales”. De esta forma “son consideradas personas con vivencias menstruales aquellas que fueron asignadas sexo femenino al nacer que contarán, cuentan o contaron con un ciclo hormonal ovárico”, explica Verónica Delgadillo, vocera de “Reglas sin reglas”. La senadora y activista mexicana también resalta que menstruar de forma digna debe ser un derecho garantizado pues, aunque la menstruación es algo íntimo, hace parte de la vida histórica, cultural, social y política. (Ser una persona sorda y LGTBIQ+)
Frente al panorama legislativo del país, la antropóloga Isis Tijaro, directora de la organización Tyet y cofundadora de “Reglas sin reglas”, resalta la importancia de crear una ley integral y no seguir presentando pequeños proyectos de ley que están aislados, pero tienen la misma conceptualización e idea. “De alguna forma, esto está quitando el alcance a los derechos menstruales y tiene que ver con el derecho al trabajo, a la educación menstrual de calidad, a una infraestructura adecuada, al acceso al agua limpia y potable (…) a toda una agenda para tomar decisiones autónomas informadas para mujeres, hombres trans y las personas con identidades diversas”, argumenta.
Aunque ahora la movilización legislativa apunta a eliminar las barreras, mejorar el acceso a los productos menstruales y deshacerse de los tabúes, el lenguaje que se utiliza para hablar sobre la menstruación en Colombia es fundamental. Estas discusiones que se están dando en el Congreso y en la sociedad civil, según las personas expertas consultadas para este artículo, deben tener en cuenta todas las experiencias en su diversidad porque no existe una única manera de tener la regla.
El nuevo Congreso de Colombia tiene el reto de legislar sobre la menstruación. ¿Qué productos deberían ser gratis? ¿Qué son y cuáles son los derechos menstruales?, son algunas de las preguntas que las propuestas legislativas prometen responder. En medio de esa oleada de proyectos, se ha mencionado que las mujeres y las “personas menstruantes” son quienes se beneficiarían de ellos. Este último concepto, que abarca las experiencias de hombres trans y personas no binaries, ha suscitado debates, pues algunos sectores creen que con su uso se estarían eliminando a las mujeres como sujetos de derechos; mientras que otros aseguran que usarlo es reconocer la diversidad de los cuerpos y la menstruación. (América Latina: ¿progresista o retrógrada frente a los derechos LGBTIQ+?)
Colombia es uno de los pocos países en la región, junto a Chile, Argentina y México, que reconoce que no todas las vivencias menstruales son iguales. Desde 2018, la Corte Constitucional considera la menstruación como un asunto de equidad y justicia de género; y ha afirmado que algunas situaciones que atraviesan a las mujeres son compartidas con los hombres trans y personas no binaries, como sucede con la menstruación. Así mismo, la sentencia que despenalizó el aborto en Colombia hasta la semana 24 cobija a las “personas gestantes”, un concepto similar al de “personas menstruantes”, para referirse a hombres trans y personas no binaries. (En video: Kit para abortar sin sentir culpa)
A pesar de que Colombia es pionera en Latinoamérica al tener una sentencia de la Corte que elimina los impuestos a toallas higiénicas, tampones y, recientemente en 2020, a copas menstruales, el acceso a estos productos es limitado. Según la más reciente encuesta Pulso Social, del Departamento Administrativo Nacional de Estadística (DANE), en junio de este año, al menos 513.542 mujeres tuvieron dificultades económicas para adquirir los elementos necesarios para atender su periodo.
Durante la pasada legislatura en el Congreso, se presentaron ocho proyectos de ley alrededor de la menstruación. Estos textos ya incluían el concepto de personas menstruantes a excepción de dos, los presentados por John Jairo Bermúdez, del Centro Democráticos; y Soledad Tamayo, del Partido Conservador. Algunas de las problemáticas que abordaban esos proyectos eran la distribución gratuita de productos a personas en zonas rurales, con condiciones de vulnerabilidad o privadas de la libertad, la endometriosis, la creación de una licencia menstrual, estrategias de educación integral y el concepto de dignidad menstrual.
El único proyecto que fue sancionado es la ley 2261 de 2022, que busca que a las mujeres y personas menstruantes privadas de la libertad se les entreguen artículos de cuidado y gestión menstrual. Del resto, seis de los proyectos fueron archivados y uno está pendiente por ser discutido en el Senado. Actualmente, en este nuevo periodo, hay radicados otros tres proyectos en esta materia: dos que buscan proveer de manera gratuita artículos de cuidado menstrual y uno que apuesta por la definición, reconocimiento y ejercicio pleno de los derechos menstruales. (Proyecto busca que productos de higiene menstrual sean de entrega gratuita)
Precisamente la aprobación en la plenaria de la Cámara de Representantes de este último proyecto, el pasado 27 de julio, reabrió la polémica por la utilización del término “personas menstruantes”. Sin embargo, las representantes Katherine Miranda, Alexandra Vásquez y Susana Boreal, quienes fueron ponentes del proyecto de ley, justifican que su uso nace de luchas feministas por las personas menstruantes más vulnerables, como una manera de reconocerles su derecho y que haya justicia menstrual.
Según la Caja de Compensación de Antioquia (Comfama), una persona menstrúa, en promedio, 2.700 días en su vida, es decir, 7.4 años. Es una función biológica, así que, de acuerdo con la Organización de las Naciones Unidas (ONU), “convertir la menstruación en un estigma puede socavar el disfrute de los derechos fundamentales tanto de mujeres y niñas como de hombres transgénero y personas no binaries que menstrúan”.
Organizaciones como “Princesas Menstruantes” y la “Escuela de educación menstrual Emancipadas” explican que, a pesar de que el concepto de “personas menstruantes” reconoce la diversidad, si se usa para enunciar también a las mujeres, puede llegar a borrar las identidades u otras experiencias alrededor de la menstruación. “Hay una deuda histórica con los derechos de las diversidades, pero también de las niñas y mujeres (…) cada experiencia debe ser reconocida desde sus particularidades”, afirma Carolina Ramírez, psicóloga creadora de Princesas Menstruantes.
En esta misma línea, Iván Danilo Donato, activista transmasculino, comenta en la columna “‘Personas menstruantes’ y el borrado de una identidad política” que los derechos y experiencias menstruales deben ser visibilizados de manera diferencial. Por esto, cuestiona el uso que se le ha dado al concepto y afirma que “las identidades transmasculinas y no binaries, al igual que la de las mujeres, también son de enunciación política, y están siendo reducidas a “personas” cuya única característica identificable es la capacidad de menstruar”. (En video: ¿Por qué “Yo marcho trans”?)
El pasado 19 de agosto se llevó a cabo en Medellín la segunda juntaza por la ley integral por los derechos menstruales. En este espacio, Cam López, investigador del área de género y sexualidad de la organización Temblores, llamó la atención sobre la necesidad de nombrar a todas las personas que tienen experiencias menstruales, así como también reconocer que se han excluido de la discusión sobre los proyectos de ley a las personas con diversidades funcionales y provenientes de las regiones.
Uno de los retos en Colombia es, precisamente, definir qué experiencias y personas son titulares de estos derechos menstruales, según “Reglas sin reglas”, un movimiento que busca desestigmatizar la menstruación e impulsar proyectos de ley sobre este tema en América Latina y el Caribe. Para esta iniciativa, un lenguaje libre de estigma, incluyente, claro y sencillo es fundamental para diseñar las propuestas legislativas.
Aunque existe el camino largo de nombrar a niñas, niñes, adolescentes, jóvenes, mujeres, hombres trans, personas no binaries y con identidades diversas, el movimiento propone el concepto de “personas con vivencias menstruales”. De esta forma “son consideradas personas con vivencias menstruales aquellas que fueron asignadas sexo femenino al nacer que contarán, cuentan o contaron con un ciclo hormonal ovárico”, explica Verónica Delgadillo, vocera de “Reglas sin reglas”. La senadora y activista mexicana también resalta que menstruar de forma digna debe ser un derecho garantizado pues, aunque la menstruación es algo íntimo, hace parte de la vida histórica, cultural, social y política. (Ser una persona sorda y LGTBIQ+)
Frente al panorama legislativo del país, la antropóloga Isis Tijaro, directora de la organización Tyet y cofundadora de “Reglas sin reglas”, resalta la importancia de crear una ley integral y no seguir presentando pequeños proyectos de ley que están aislados, pero tienen la misma conceptualización e idea. “De alguna forma, esto está quitando el alcance a los derechos menstruales y tiene que ver con el derecho al trabajo, a la educación menstrual de calidad, a una infraestructura adecuada, al acceso al agua limpia y potable (…) a toda una agenda para tomar decisiones autónomas informadas para mujeres, hombres trans y las personas con identidades diversas”, argumenta.
Aunque ahora la movilización legislativa apunta a eliminar las barreras, mejorar el acceso a los productos menstruales y deshacerse de los tabúes, el lenguaje que se utiliza para hablar sobre la menstruación en Colombia es fundamental. Estas discusiones que se están dando en el Congreso y en la sociedad civil, según las personas expertas consultadas para este artículo, deben tener en cuenta todas las experiencias en su diversidad porque no existe una única manera de tener la regla.