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“Yo no tenía ni idea de que era delincuente”. Esa es la frase que repiten los hombres homosexuales que vivieron su juventud hacia finales de la década del 70 e inicios de los 80. En Colombia, por más de 90 años, ser homosexual fue un delito. O más bien, ser un hombre y que te encontraran teniendo relaciones sexuales con otro podría llevarte a la cárcel.
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En ese entonces, el Código Penal decía: “Se aplicará una pena de prisión a quienes realicen el acto carnal homosexual”. Puede que hoy suene absurdo, pero lo que estaba tipificado era el sexo anal y, por ende, se perseguía a quienes dieran su consentimiento para ello. Lo que se tradujo en una criminalización, sustentada en parte por la moral cristiana según Walter Bustamante Tejada, historiador y magíster en estudios de género, de aquellos hombres que las autoridades sospecharan que podrían ser homosexuales.
En palabras del escritor e investigador antioqueño Guillermo Correa Montoya, la homosexualidad era un “asunto nocivo” para la moralidad pública, pero como era muy complejo comprobar que alguien fuera gay, “los vigilantes del sexo tuvieron licencia para invadir la intimidad en procura de obtener pruebas fehacientes del delito”. Esto significó detenciones arbitrarias, interrogatorios y redadas en los espacios en que se reunían.
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Los bares de “ambiente”, como eran llamados por la población gay en esa época, eran los más intervenidos por las autoridades. Manuel Velandia, uno de los pioneros del movimiento de liberación homosexual en Colombia (MLHC), que había surgido en 1977, recuerda que en estos lugares había un bombillo rojo en la puerta que se alumbraba hacia adentro para avisarles que la Policía había llegado.
“En las redadas parqueaban la parte trasera de la camioneta hacia la puerta del bar. Entonces nadie podía escapar porque se salía directamente a la Policía”, cuenta Manuel. “Nos llevaban a la comisaría de la carrera 5 con 32, pero a veces nos llevaban de paseo por la ciudad. Había gente que pagaba en especie o daba dinero para poder bajar del camión. A los que nos negábamoss a pagar, nos llevaban hasta la subida de Monserrate, nos desnudaban, bañaban con agua fría y nos botaban la ropa lejos”, agrega el activista.
Manuel, que para esa época era estudiante universitario, ya estaba involucrado en el movimiento homosexual y sus discusiones sobre religión, psicología y despenalización. Por lo que sabía que realmente las autoridades no podían mandarlos a la cárcel porque el delito no era que te gustaran los hombres. Sin embargo, la mayoría no tenía ni idea sobre qué decía el Código Penal.
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Ese fue el caso de Juan Daniel Castro, fundador del grupo Diversidad Senior Colombia. En 1978, cuando cumplió 18 años y estaba comenzando a explorar su sexualidad, fue cuando se enteró de que la homosexualidad era un delito. Sin embargo, dice que en un principio tenía completa ignorancia sobre lo que estipulaba la ley. Eso sí, él recuerda que una de las primeras cosas que aprendió cuando comenzó a visitar bares era que cuando llegaban las autoridades tocaba actuar. “Era como hacer teatro. Decíamos ‘hagámonos los machos’ y si había mujeres hacíamos como si hubiera parejas heterosexuales”, comenta.
Pero no siempre fue divertida esa actuación. Juan Daniel recuerda que las redadas eran normales, pero que casi siempre los policías o el Ejército solo llegaban a pedir documentos de identidad y en algunos casos les hacían salir del bar para una requisa. Sin embargo, cuenta que una noche llegaron con un camión y obligaron a subir a prácticamente todo el mundo. Los detuvieron por 24 horas sin ninguna explicación.
“Afortunadamente, estaba con amigos y lo que nosotros dijimos fue ‘pues vamos a cuidarnos entre nosotros’. Pero lo que vi en el calabozo fue bastante grotesco. Había una parejita, un par de jóvenes gais tomados de la mano, y un policía los vio y entonces los hizo pasar delante de todo el mundo. Los colocaron uno frente al otro. Tenían que golpearse mutuamente y el que no era capaz iba a ser golpeado por el policía. Por supuesto que estos dos chicos, que no pasaban de los 20 años, no fueron capaces y eso se volvió un circo. Esa era la diversión de los policías: golpearlos hasta ver sangre”, relata Juan Daniel.
A quienes más detenían era a los “amanerados” y a las trans. Además, según las fuentes consultadas por este diario, para la ley era como si en esa época las mujeres lesbianas no existieran. Mejor dicho, como no había penetración, pues el artículo penal no podría aplicarse para ellas y desde lo moral la penalización de la homosexualidad era una respuesta por la defensa de la virilidad y el honor de los varones.
Realmente en Colombia nadie fue a prisión por ser homosexual. Según investigaciones académicas como El delito de acceso carnal homosexual en Colombia: Entre la homofobia de la medicina psiquiátrica y el orden patriarcal legal y De los Armarios a las Calles. Historia del Movimiento de Liberación Homosexual de Colombia, 1977-1989, no hay ningún registro que dé cuenta de alguna condena por conductas homosexuales. Y esta fue una de las razones por las que el delito fue eliminado cuando se actualizó el Código Penal en 1980. El abogado Germán Rincón Perfetti, una de las personas claves en el tema de derechos e igualdad dentro del movimiento LGBTIQ+ colombiano, cree que la despenalización de la homosexualidad fue resultado del devenir histórico del derecho penal.
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A diferencia de otros países, en Colombia la despenalización no fue fruto del movimiento social, sino más bien, porque no había antecedentes del uso formal del delito. Ese fue el argumento presentado por los magistrados que sostuvieron que no era necesario mantenerlo en el Código Penal. Al interior del MLHC se planteó la organización de una campaña de agitación pública en medio de la reforma a la justicia. Sin embargo, como estaba en vigencia el estatuto de seguridad, fueron disuadidos a no hacerlo.
El movimiento gay se encontraba en la clandestinidad y temían que si llamaban la atención se podría mantener la pena en el código o que terminara en un aumento considerable. Quedarse en silencio funcionó. Con la expedición del Decreto-Ley 100 de 1980, ser un hombre marica que tenía relaciones sexuales consensuadas dejó de ser un crimen. Pasó un año antes de que entrara en vigencia y oficialmente para 1981 ya ninguno de estos hombres podría ser considerado, legalmente, como delincuentes.
Pero, como explica Yamid Cotrina, abogado constitucionalista y de derechos humanos, “la homosexualidad deja de ser un delito, pero sigue siendo considerada una enfermedad por la psiquiatría, un pecado por la Iglesia católica y, por consiguiente, una conducta aberrante y censurable por parte de la sociedad colombiana”. Además, si recordamos que la década de los 80 coincide con la epidemia del SIDA a nivel mundial, el contexto social que tenía el movimiento gay por delante no era favorable.
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Sin embargo, la despenalización de la homosexualidad le permitió al MLHC salir del clóset y pasar de tener discusiones filosóficas y académicas, a ser activistas en las calles. Manuel comenta que, junto a Jaime Galindo, quien también fue precursor del movimiento, salían a bailar y besarse frente a la Policía con una copia del Código Penal en mano para probarles que esas manifestaciones ya no se consideraban delito.
Hubo accidentes y altercados, pues a pesar de que el Código Penal ya no castigaba la homosexualidad, el Código de Policía aún posibilitaba la represión de los homosexuales, al igual que las medidas extraordinarias que les propiciaba el Estatuto de Seguridad. Por eso, no fue sino hasta 1983, una vez terminado el estatuto, que Colombia tuvo su primera marcha del orgullo homosexual.
Y a pesar de que la despenalización de la homosexualidad fue un gran avance, realmente no significó una transformación notable. Era muy difícil, y todavía es, socializar el Código Penal y ni hablar de la mentalidad homofóbica del país. Por eso, los expertos señalan que pasaría una década más para empezar a hablar realmente de un cambio para las personas homosexuales. La Constitución de 1991 y el surgimiento de la Corte Constitucional fueron lo que comenzó a reescribir la historia LGBTIQ+ en Colombia.