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A los 18 años, cuando James Alison se convirtió del anglicanismo a la religión católica, ya era abiertamente gay. Poco después, en los ochenta, comenzó su vida sacerdotal. Recién se había descubierto el SIDA y Alison propuso que la pastoral católica se involucrase con quienes padecían esa enfermedad que, para entonces, se asociaba directamente con la homosexualidad. Para él era algo personal: su primer novio, un joven de Medellín, murió de SIDA en esa década.
Allí inició su activismo, su propia resistencia, la cual tomaría más forma en los 90, al acercarse a la obra del filósofo francés René Girard. Desde entonces, ha defendido que la idea de que “lo LGBT no es algo odiado por Dios, no es un pedido especial ni una abogacía selecta, sino el fruto lógico y orgánico de la revelación cristiana”. Esa tesis le implicó que en 2015, cuando vivía en Brasil, una oficina vaticana le enviara una carta con la cual le prohibía ser sacerdote, tras la queja del cardenal de São Paulo. Sin embargo, en 2017 el papa Francisco llamó directamente al padre Alison, trató la carta como nula y le confirmó en el sacerdocio, dándole los poderes necesarios para ejercer su ministerio con libertad.
El sacerdote James Alison, hoy una voz con amplio reconocimiento internacional en cuanto a homosexualidad y religión, habló con El Espectador a propósito del más reciente pronunciamiento al respecto del papa Francisco.
En una entrevista reciente para la AP, el papa Francisco afirmó que “el ser homosexual no es un delito”, ¿qué importancia tiene esa declaración?
Es la primera vez que un papa abiertamente llama por la descriminalización de todas las leyes antisodomía en el mundo. Eso es histórico: el apoyo completo del papa, que ojalá luego se traduzca en posiciones oficiales del secretario de Estado y los otros encargados de la diplomacia vaticana en todos los países donde se criminaliza la homosexualidad.
Tras afirmar contundentemente que la homosexualidad no es un delito, el papa hizo la voz de un objetor imaginario quien le dice “sí, pero es pecado”. A esto él responde “bueno, primero distingamos pecado por delito. Pero también es pecado la falta de caridad con el prójimo, ¿y vos cómo andás?”. Esto inicialmente se sacó de contexto porque cuando se lee una transcripción textual de la entrevista es difícil entender que se trata de un objetor imaginario, cosa que en cambio es muy clara cuando se escucha la entrevista en audio.
Más adelante el papa dice “ser homosexual no es un delito. Es una condición humana”. Con esto él quiere decir que aún si la homosexualidad fuese un pecado, eso no es relevante para el asunto en discusión: la descriminalización.
¿La homosexualidad es un pecado?
La homosexualidad es sencillamente una variante dentro de la condición humana. De ninguna manera puede ser considerada un pecado. El Vaticano no la considera directamente como un pecado. Quien afirmare que la homosexualidad es un pecado ciertamente no está siguiendo la doctrina católica.
Quien afirmare que la homosexualidad es un pecado ciertamente no está siguiendo la doctrina católica.
James Alison, sacerdote y activista LGBT
La enseñanza oficial del Vaticano sí ha dicho que la homosexualidad es una inclinación a lo que ellos llaman “actos malos”. Los más conservadores dicen que ser homosexual no es en sí un pecado, pero sí lo son los “actos homosexuales”, los cuales consideran intrínsecamente malos. A esto yo le respondo que para que el sexo homosexual fuera un pecado, un acto malo en sí mismo, este debería ser el fruto de un árbol podrido, pero no existe ninguna evidencia de que la homosexualidad sea una patología ni una deficiencia de la orientación sexual. Los homosexuales no somos “heterosexuales fallidos”, así como los zurdos no son “diestros fallidos”. Ahora, lo que un zurdo o un diestro escribe con su mano puede ser bueno o malo según las circunstancias. Existe la violación entre personas homosexuales y es terrible por las mismas razones que es terrible cuando quien viola es una persona heterosexual.
Mi posición, que los actos no son intrínsecamente buenos o malos, sino que lo son según las circunstancias, es, de hecho, una interpretación de la moral cristiana bastante conservadora y es por eso que nunca he tenido bronca con las autoridades eclesiásticas. Sé que muchos de ellos, aunque no lo digan en voz alta, están de acuerdo conmigo. Cada vez más religiosos reconocen que nuestra idea de lo que es la diversidad sexual estaba basada en concepciones de hace más de dos mil años que no coinciden con lo que hemos aprendido en los últimos 150 años. Sabemos que tenemos que revisar lo que le decimos a nuestras hermanas, hermanos y hermanes.
Su discurso no es el de la generalidad de la iglesia católica, aunque usted ha dado una batalla para que lo sea, ¿cómo ha sentido el cambio en la iglesia?
Supongo que cuando usted se refiere a la ‘iglesia’ habla de la jerarquía eclesial, pero la gran mayoría de la iglesia realmente son los laicos. He notado que en la mayoría de países católicos el pueblo se da cuenta rápidamente, al conocer personas homosexuales en la familia, en el trabajo, entre los amigos, de lo normal que es esta realidad. En cambio, el clero no y eso es por una razón muy conocida: está sobrepoblado de gays. Muchos viven una doble vida furtivamente, con angustia; otros son honestos, pero otros, los más tristes, tienen tan profundo rechazo por sí mismos que se vuelven los peores perseguidores de los gays. Es así en todos los países que conozco. Yo nunca fui minoría predicando en mi comunidad religiosa. Es un asunto del cual es casi imposible hablar con serenidad y honestidad porque todo el mundo trata de definirse por contra y fingir. Eso es absurdo. He notado en los últimos diez años que la joven generación de hoy no le presta atención a las sandeces que dicen las autoridades eclesiales en esta materia porque conocen demasiada gente que se asume gay cada vez más joven y rechazan la discriminación y les parece insoportable y ridícula.
Los homosexuales no somos “heterosexuales fallidos”, así como los zurdos no son “diestros fallidos”.
James Alison, sacerdote y activista LGBT
Usted ha tenido oportunidad de hablar con el papa Francisco y lo defiende, ¿qué tanto siente usted que el papa piense como usted?
Yo tengo la impresión, con base en lo que ha dicho públicamente, que él se da cuenta de que en esta materia cada país tiene una historia diferente. Algunos países no tienen modelos públicos gays, otros tienen bastantes y hasta tienen historias de héroes gays de otra época. En cada cultura es diferente la manera en que se llega a normalizar, lo cual significa humanizar la presencia gay en la sociedad en general. Si él cambiara la definición desde arriba estaría imponiendo un mandato escrito sobre gente antes de que cada país caiga en cuenta por sí mismo. Esto provocaría, si no un cisma, mucho odio y sobre todo aquello que muy bien se conoce en Latinoamérica: el “obedezco, pero no cumplo”.
Muchos sacerdotes gays tienen tan profundo rechazo por sí mismos que se vuelven los peores perseguidores de los gays.
James Alison, sacerdote y activista LGBT
Me parece que él está promoviendo la sinodalidad: la posibilidad de hablar de estos temas como adultos sin sacar las garras. Por eso yo creo que él suelta estas cositas que son, más que afirmaciones categóricas, formas sutiles de abrir la puerta. El resultado es que mucha de la gente que temía antes hablar abiertamente está comenzando a hacerlo y eso incluye a arzobispos y cardenales en distintos países que están comenzando a decir, públicamente y con valentía, que tenemos que cambiar la enseñanza y dejar de definir a la gente en viejas categorías. Era muy diferente hace 20 años. La primera vez que fui a dar una charla sobre esta materia en la Universidad Javeriana en Bogotá fue en el ciclo rosa en 2004 o 2005 y fue muy difícil organizar el evento. Hubo protestas de obispos e intentos de convencer al cardenal de censurar al rector de la Javeriana.
Usted ha afirmado que no es posible predicar el Evangelio desde el clóset, ¿qué quiere decir eso?
Yo estaba fuera del clóset antes de entrar al sacerdocio y hablé de eso con mis superiores antes de entrar. Siendo yo profesor de teología y dándole clases a seminaristas me pareció absolutamente absurdo tener que fingir y que por eso todos los ejemplos tuvieran que ser de hetero a hetero, cuando la verdad yo era una marica hablándole a otros como yo con alguno que otro hetero perdido ahí. ¿Qué tipo de curas formaría si les dijera que le enseñen a la gente a decir la verdad pero que hagan una excepción para sí mismos y mientan?
Es ridículo y además puede generar problemas psicológicos, depresión, falta de energía, falta de entusiasmo para el proyecto. Porque no están siendo ellos mismos, como si Dios les hubiese dicho que, como no había nadie más, se les escoge como personas de segunda en tanto finjan que no son gays. Dios no es así. Lo que Él quiere es que nosotros, los pecadores, nos formemos como sus heraldos para predicar la verdad.
Muchas personas homofóbicas a menudo se remiten al pasaje bíblico de Sodoma y Gomorra para condenar la homosexualidad, ¿cuál es la interpretación correcta de ese texto?
Hay siete pasajes en la Biblia a los que yo llamo “textos paliza” que suelen usarse para darle golpes a la gente LGBT y el primero es el texto de Sodoma en Génesis 19. Antes de comentarlo quisiera aclarar que el Vaticano tiene una Comisión Pontificia Bíblica, creada por orden de León XIII en 1902, la cual ya ha dicho que no es posible leer textos bíblicos en aquel sentido. No solo no hay ninguna obligación de los católicos de leer los textos aquellos textos antiguos de esta manera, sino más bien hay una advertencia muy fuerte sobre lo indebido que es actualizar textos de enorme antigüedad y colocarlos en categorías modernas nuestras.
Desde el Vaticano hay una advertencia muy fuerte sobre lo indebido que es actualizar textos de enorme antigüedad y colocarlos en categorías modernas nuestras.
James Alison, sacerdote y activista LGBT
En el texto del Génesis 19 es claro que los habitantes de Sodoma son castigados por su falta de hospitalidad con los extranjeros, no por ser homosexuales. Lot, sobrino de Abraham, era de por sí un extranjero en Sodoma y le ofreció posada a dos foráneos (que eran ángeles enviados por Dios). Los habitantes de Sodoma desconfían de los foráneos y dicen que los quieren ‘conocer’. La palabra ‘conocer’ en el sentido bíblico griego es un eufemismo para tener sexo, pero en el sentido hebraico se refiere a un interrogatorio violento. Por eso no sabemos si realmente había una intención sexual. Lo que Dios castiga en el relato, con la destrucción de la ciudad de Sodoma, es la falta de hospitalidad con los extranjeros. Ahora bien, no descarto que un interrogatorio violento de esa época pudiera incluir una penetración brutal, lo que hoy llamaríamos ‘sodomización’. Es evidente que una violación en masa es algo terrible, pero en la Biblia también hay episodios (ver Jueces 19:23) de violaciones en masa de hombres contra mujeres y nadie condena la heterosexualidad por eso. Entonces lo lógico es entender que la condena a la violación es contra la violación en sí misma, algo que podemos distinguir fácilmente.
En el texto del Génesis 19 es claro que los habitantes de Sodoma son castigados por su falta de hospitalidad con los extranjeros, no por ser homosexuales.
James Alison, sacerdote y activista LGBT
¿Su concepto de la diversidad sexual como una variación de la condición humana que no es patológica se extiende también hacia las personas trans?
Evidentemente. Cada vez estudiamos más la identidad trans en su especificidad. El hecho de que existan personas que a lo largo de su vida descubren que el género que les fue asignado al nacer no es el que identifican para sí es algo regular y no patológico. No es una perturbación, sino que simplemente es y la gente florece como es. El mundo científico lo acepta así. Sobre esto no tengo tanta pericia y a quien le corresponde hablar es a una persona trans. Sin embargo, creo que quien sostiene que “solo hay hombre y mujer porque Dios lo creó así”, está implicando entonces que no hay ciencia, no hay genética ni biología sino que el libro del Génesis dicta las disciplinas científicas.
¿Qué opina del debate actual para prohibir las denominadas ‘terapias de conversión’, que son esfuerzos para cambiar la orientación sexual que ofrecen comunidades religiosas?
Gracias a Dios la iglesia católica formalmente no aprueba esto. Hay algunos grupos católicos que lo han intentado, a ejemplo de evangélicos. En España, en abril de 2021, hubo un gran escándalo porque varios obispos querían que un centro laico llamado ‘Verdad y libertad’ fuese el centro oficial de la Iglesia para ‘curar’ a los homosexuales. Ellos mismos enviaban curas y seminaristas amigos suyos a tratarse. El Vaticano lo investigó y luego envió una carta al episcopado español diciendo que estaba absolutamente prohibido enviar sacerdotes a ese lugar y que instaban a denunciar por vías legales esos lugares.
Gracias a Dios la iglesia católica formalmente no aprueba las terapias de conversión.
James Alison, sacerdote y activista LGBT
De hecho, esos lugares nunca producen testimonios fidedignos. Algunas víctimas hacen cosas como casarse con una mujer para demostrar que las terapias tienen éxito, pero he conocido a varios ex-exgays que aseguran que aunque su comportamiento cambió bajo presión, nunca cambiaron sus deseos porque la orientación sexual no se puede cambiar. La preferencia sexual no es como que me guste un tipo de café u otro, es algo profundo del ser sobre lo cual los intentos de cambiarlo puede tener efectos psicológicos catastróficos para las personas. No quiero juzgar a estos ex-exgays porque conozco allí personas muy honestas y valientes que han sido francas e, incluso, perdieron toda su carrera.
¿La Iglesia debería castigar a los sacerdotes que promuevan esas terapias?
Más que un castigo de la iglesia, la ley civil debería proteger a los ciudadanos de estas terapias. Así como hay leyes que protegen de los vendedores de falsos remedios, en algunos países se están haciendo leyes para prohibir esas terapias.
A quienes, por discriminación, se han alejado de la iglesia, les pido perdón. Tienen la razón.
James Alison, sacerdote y activista LGBT
Muchas personas se han alejado de la iglesia porque el discurso que ha primado no es el suyo, sino uno discriminatorio, violento y moralista. ¿Qué le diría usted a esas personas?
Les pediría disculpas porque tienen la razón. Hicieron bien en no darle crédito a nuestra palabra porque no supimos vivir lo que somos, no supimos aprender a hablar la verdad, no supimos dar testimonio de lo que es la verdad y merecemos su desprecio. Algunos seguiremos trabajando por la fe para transmitir un auténtico testimonio que mueva a los otros. Va a ser difícil, pues la gente va a seguir alejándose en tanto exista discriminación. Pero espero que algunos decidan no dejar que estos idiotas dominen algo tan importante como la fe.