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A partir del próximo lunes 17 de julio, la Unión Ciclista Internacional (UCI) prohibirá la participación de atletas transgénero en las categorías femeninas si han atravesado una pubertad masculina. La UCI señaló que la decisión responde a querer “proteger la categoría femenina y garantizar la igualdad de oportunidades”. Sin embargo, el organismo reconoce que hay incertidumbres científicas sobre la influencia de los tratamientos hormonales en el desempeño deportivo. (Tic, tac... faltan 10 días para el Mundial Femenino, el sueño de Colombia)
La medida del órgano rector del ciclismo a nivel mundial no es la primera de este tipo. Se suma a las políticas que en los últimos dos años el Consejo Mundial de Atletismo (WA, por su sigla en Inglés), la Federación Internacional de Natación y la Federación Internacional de Rugby han implementado excluyendo a las mujeres trans de competencias deportivas. A la fecha, el marco del Comité Olímpico Internacional sobre atletas trans establece que no se debe suponer que un atleta trans automáticamente tiene una ventaja injusta en los eventos deportivos. (Jenifer Muñoz: “Pedimos a gritos que apoyen el baloncesto femenino en Colombia”)
Por otra parte, la noticia de la decisión de la UCI se da la misma semana en que el Tribunal Europeo de Derechos Humanos falló a favor de la atleta Sudafricana, Caster Semenya, asegurando que prohibirle participar en competiciones deportivas por no someterse a un tratamiento que baje sus niveles de testosterona es discriminatorio. Semenya, quien es doble campeona olímpica de 800m en atletismo, es una mujer con hiperandrogenismo, es decir, su cuerpo produce “excesiva” testosterona de manera natural.
El caso de Semenya es fundamental en este debate, ya que ella ha sido sometida por más de una década a distintas pruebas de verificación de sexo que no son ni discretas, ni respetuosas con su intimidad. Ha recibido varios comentarios discriminatorios, como los de la atleta italiana, Elisa Cusina, quien declaró que “esta gente no debería correr con nosotras. Para mí, ella no es una mujer. Ella es un hombre”.
La sentencia del Tribunal Europeo precisamente pone en cuestionamiento las medidas que los altos organismos del deporte mundial han formulado para garantizar a todas las mujeres el derecho a competir. En un artículo de Reuters, Seema Patel, profesora asociada de Derecho y Discriminación de Género en el Deporte de la Universidad de Nottingham Trent, opinó que “es un momento crítico para la inclusión, la identidad de género, los derechos humanos y la lucha contra la discriminación”. Además, Patel señaló que hay una necesidad de equilibrar los intereses tras estas medidas de forma justa y responsable. (Identidad de género y expresión de género: ¿cuál es la diferencia?)
Precisamente la WA, además de prohibir la participación de mujeres trans que atravesaron una pubertad masculina, el pasado mes de marzo endureció sus medidas para atletas intersexuales (personas que biológicamente tienen características femeninas y masculinas) y con hiperandrogenismo. La reglamentación establece que solo podrán competir en cualquiera de las pruebas femeninas las mujeres cuya tasa de testosterona sea inferior a 2,5 miligramos por litro de orina.
Sin embargo, a pesar de ganar la sentencia de discriminación, Semenya aún no podrá participar en ninguna competencia oficial. La decisión del Tribunal no invalida el reglamento con el que la WA regula el derecho a competir en la categoría femenina. “Las reglas deportivas, por naturaleza, limitan los derechos de las personas. Cuando estos derechos están en juego, es nuestra responsabilidad decidir si esta restricción está justificada por la finalidad, que es, en este caso, proteger el deporte femenino”, explica la organización en un comunicado.
“Proteger el deporte femenino”
La premisa de que para mantener condiciones justas en las competencias femeninas se deben mantener niveles bajos de testosterona, no puede ser confirmada, ya que, a la fecha, no existen investigaciones médicas y científicas que comprueben en su totalidad que niveles altos de esta hormona den una ventaja deportiva. Sobre todo, porque las condiciones hormonales “normales” en atletas no son iguales al resto de la población. (¿Por qué se está gestando una Ley Integral Trans?)
Según un estudio financiado por el COI y la Agencia Mundial Antidopaje, “la idea de una deportista que tiene un nivel de testosterona ‘normal’ es insostenible”. Lo común es que el nivel más bajo de testosterona en hombres sea cuatro veces mayor que el más alto nivel femenino, sin embargo, esta investigación encontró que el 16,5 % de los hombres tenían niveles bajos y el 13,7% por ciento de las mujeres tenían altos niveles de testosterona.
Específicamente en el contexto de deportistas transgénero, las investigaciones sobre los efectos de las terapias de reemplazo hormonal son pocas y no concluyentes, ya que no se han realizado en contextos de alto rendimiento. Los estudios más conocidos en el tema son de Joana Harper, atleta trans y científica, quien explica que, aunque una mujer trans experimenta una reducción significativa en su masa muscular, tiende a tener más fuerza más, no significa que tenga una ventaja real, porque depende de la disciplina que practique y el tiempo que lleve en tratamiento. (“Salir del clóset” siendo deportista profesional)
Los organismos internacionales del ciclismo, la natación y el atletismo afirman que no están prohibiendo toda la participación trans; solo de quienes vivieron una pubertad masculina. Pero como explica la plataforma transathlete.com, esto solo refleja un desconocimiento de las experiencias de vida trans y un prejuicio de género, ya que sigue considerando los cuerpos femeninos como “más débiles” ante los masculinos.
En un mundo ideal, estas medidas tendrían sentido, pero, como explica Laura Rivera, investigadora líder del Centro de Estudios en Medición de la Actividad Física de la Universidad del Rosario, las personas trans rara vez tienen acceso a este tipo de tratamientos antes de su pubertad. Además, un estudio publicado recientemente en la revista JAMA Network encontró que las personas transgénero, especialmente jóvenes, tienen mayor riesgo de suicidio que el resto de la población.