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“Tu mirada indiscreta, esa palabra con intención.
No te asomes a la puerta, a la puerta de mi habitación.
Esta es mi vida, con mi cuerpo y mi saliva,
Declaro, es un hecho y, con mi pecho,
que la violencia se termina.
Te ríes de mi identidad.
Acaso piensas que es un juego.
Paradas resisten las maricas trans.
Transmutando, defendiendo, influyendo.
Yo acá paro, grito y lloro, y me curo de todo mal.
En el hospital ni me reciben, el tombo me trata mal.
Estoy mamada del silencio, esta cuerpa se hace respetar,
quién te dijo que opinaras,
de las cuerpas no se opina”.
Mafe cantaba esta canción mientras Alisson tocaba los instrumentos. Y en su público, repleto en su mayoría por mujeres, más de una soltaba una lágrima. Recordaban lo que ellas mismas sufrieron o quizás sentían empatía por lo que estaban escuchando de otras. La letra titulada “La violencia se termina” no es ficción y fue escrita mirando y escuchando la realidad. La primera frase retrata la experiencia de la mamá de Mafe y Alisson. No tenía más de 20 años y el dueño de la casa donde trabajaba en el campo la acosaba. Esperaba la noche y se paraba detrás de la puerta de su habitación a mirarla. Ella, despavorida, no dormía vigilando que él no la tocara.
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Mafe, de 15 años, y Alisson, de 20, no conocían esta historia y su mamá se las contó hace poco mientras tomaban una aromática en medio de un paseo en Boyacá. Después, supieron que a las “parceras” de Cajicá (Cundinamarca), donde ellas viven, los policías las perseguían y les negaban la oportunidad de trabajar por ser mujeres trans. Luego, Alisson fue discriminada en el sistema de salud cuando quiso hacerse la mastectomía. Y así, una y otra vez. Una escena tras otra, para alimentar una canción.
“Para componerla, no teníamos que buscar mucho, porque es algo que pasa al lado. Pasa en la cuadra, en Cajicá, en Tabio, en la vereda, en Chía. Me ha pasado a mí y seguramente a ti también. No hay que investigar tanto, solo ver y escuchar. Nos pasa a muchas, pero lo hemos normalizado. Y queremos abrir espacios para pensar que se puede hacer algo al respecto”, cuenta Mafe.
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Este dúo se llama “Mata e’ agua” y quiere hablarles especialmente a las mujeres y las personas LGBTIQ+, porque esas son las experiencias que atraviesan a Mafe, como mujer, y a Alisson, como persona no binaria.
“Queremos hablar del género, pero es una preocupación que también nace de la rabia. Hace cuatro días, una señora me quería sacar del baño porque me dijo que me había equivocado. Son momentos incómodos, pero están en mi vida diaria y yo quiero vivir con tranquilidad”, agrega Alisson, quien estudia Ingeniería de Audio, pero sueña con ingresar a Música.
“Venga, venga, pa’ acá.
Arrópeme con su ruana de lana.
Venga, arrímese, y arrópeme.
Con su ruana, que ya no hay nada.
Mueche, mi amor, consiéntame en la cara. Que le extraña.
Arrulle al niño que solo sale en luna llena
.Arrulle a la niña desnuda que sola le espera.
Que a punta de aguas su alma repone.
Que a punta de letras la vida le corre.
Ruana de lanas viejas.Hoja de matas quemadas.
Vida de sueños viejos.
Viejo que solo sale en la mañanas.
El tiempo todo lo cura, pero así mismo desgasta.
Cuando llegue el olvido todo se cura.
Con agua de matas”.
Alisson se pasa el día tomando infusiones, a las que considera sanadoras. Por eso, la agrupación con su hermana se llama “Mata e’ agua”, producto de un error, porque en realidad querían llamarse “Agua de matas”, como termina la canción “De la ruana”. Pero Mafe se confundió y dijo: “Mata e’ agua”. Se rieron, les gustó y así quedó el nombre.
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“De la ruana”, un título provisional, expresa que se sana gracias al paso del tiempo. Y, cuando hemos sanado con ese alguien que nos ha lastimado o que hemos lastimado, podemos ir juntos o juntas a tomar un agua de matas, un agua de piña, un agua de jengibre, una aromática. El tema lo escribió Alisson, después de que su primer amor libre (y no enclosetado, como los que vivió en el colegio) se acabara.
“La canción nace del sentimiento de no saber cómo más soltar. El mensaje es soltar y sanar aun si hay amor. Tuve una relación de pareja muy bella y la recuerdo con amor. Pero también fue dura y dolorosa. Ella era mayor que yo. Me di la oportunidad de sentir. Antes de esta persona, mis parejas eran en secreto y no podía salir con ellas a la calle por miedo a que los amigos de mi papá nos vieran”, recuerda Alisson.
Alisson toca guitarra, requinto, alegres, tamboras, gaitas y, últimamente, le obsesiona el maracón. Mafe es artista de forma empírica y este año finalizará sus estudios de bachillerato. Canta desde siempre, pero no le gustaría “institucionalizar” su música en una universidad. Siente afinidad por las bellas artes, las artes escénicas y el cine.
Este dúo familiar se presentó públicamente por primera vez durante las protestas del paro nacional en Colombia en 2021, para apoyar a las mujeres que marchaban en contra de las violencias de género.
Se han acercado a la cumbia y el bullerengue, aunque iniciaron haciendo covers de temas comerciales como Música ligera, La camisa negra y Dulcito e’ coco. Después, descubrieron la carranga, la música del Pacífico y la que ellas llaman “de protesta”. Y, a retazos, fusionaron estos géneros en su propuesta musical. Admiran a La Muchacha, Briela Ojeda, Muerdo, Edson, La morena del Chicamocha, Petrona Martínez y Martina Camargo.
Alisson y Mafe son una dupla en tarima y fuera de ella. Hay hermandad. Les cuesta ver sus propias virtudes, pero sí identifican con facilidad las de la otra. Alisson cree que Mafe es curiosa y autodidacta para aprender lo que le dé la gana. Sabe coser y tejer porque así lo quiso y aprendió sola. Mafe dice que Alisson es una persona comprometida, que nunca abandona a las personas que quiere. Ambas sueñan con grabar sus canciones en alta calidad, pero no quieren ser masivas, quieren llegarle a quienes necesitan escucharlas, tal vez para sanar.