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Poni Club, un gimnasio con enfoque gordo y cuir en Bogotá

Bajo la premisa de que todas las personas merecen acceder al movimiento y bienestar, Poni Club Gym ofrece un lugar personalizado y seguro para quienes han sufrido discriminación en gimnasios o espacios deportivos tradicionales.

Mariana Escobar Bernoske
27 de julio de 2023 - 05:00 p. m.
El Poni Club Gym es una iniciativa autogestiva, creada por personas con experiencia de vida trans que apuestan por crear un espacio seguro y divertido.
El Poni Club Gym es una iniciativa autogestiva, creada por personas con experiencia de vida trans que apuestan por crear un espacio seguro y divertido.
Foto: Cortesía Poni Club
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Al Poni Club Gym no se va a perder peso, mucho menos a llevar el cuerpo al límite para construir supuestamente “tu mejor versión”. Este gimnasio pretende recuperar la relación entre el goce y la actividad física desde una mirada en la que no hay lugar para el sexismo, la transfobia, la gordofobia o el capacitismo (prejuicios y discriminación contra las personas con discapacidades). Por eso, el Poni es un espacio pensado específicamente, pero no exclusivamente, para personas con corporalidades diversas.

Ubicado en la localidad de Teusaquillo, su trabajo se fundamenta en entender que cada persona tiene capacidades distintas al momento de explorar el movimiento corporal. Diariamente ofrecen ocho clases entre yoga, boxeo y entrenamiento funcional, las cuales son personalizadas y con una capacidad de dos personas por sesión. Asimismo, los fines de semana hacen el “parche poni” que son actividades grupales de hasta 15 personas, que varían desde el baile hasta jugar algún deporte.

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“Apostamos a tener una inclusión radical, cualquiera puede venir, hacer ejercicio y sentirse tranquile”, explica Ari (él/elle), cocreador del Poni quien de profesión es traductor y corrector de estilo. El espacio del Poni Club está pensado para cualquiera quepa cómodamente, por ejemplo dos personas con corporalidades gordas o dos personas en silla de ruedas, pero también se aseguran de que se respeten y reconozcan los pronombres y las identidades. “Las necesidades de todas las personas siempre tienen que estar consideradas”, añade Ari.

Para que este lugar surgiera en Bogotá, tuvo que cruzar -literalmente- un océano. El Poni es “hermane menor” del Pony Club Gym, ubicado en Sídney, Australia. Este gimnasio lo conoció Ari mientras vivía en ese país y lo describe como un espacio solidario que le salvó su vida durante la pandemia. Antes de regresar a Colombia, le preguntó a Ella Mason, fundadore del gimnasio, si podía replicar el concepto. Desde ese momento, Mason les compartió el nombre y la marca, que fue adaptada al contexto local, y les ha asesorado en temas administrativos, deportivos y de inclusión.

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Al ser un espacio autogestionado y sin ánimo de lucro, uno de los retos es la sostenibilidad misma del proyecto. Sin embargo, para Dré (él/elle), entrenador y cofundador del gimnasio, uno de los obstáculos que han tenido que superar es convencer a quienes han tenido desencuentros previos en espacios deportivos de que el Poni es un espacio seguro pensado precisamente para desafiar esas lógicas.

Generar una comunidad a partir de amistades les ha permitido que más personas lleguen a entrenar al Poni. “A lo largo de los años he trabajado mayoritariamente con personas trans como entrenador independiente, entonces al enterarse acogieron el proyecto. También conexiones y juntanza con otras personas con cuerpas no hegemónicas ha sido clave”, comenta Dré. Tienen una alianza con la colectiva Las Gordas Sin Chaqueta, ellas los han acompañado en entender necesidades específicas para que las personas con cuerpos gordos puedan disfrutar plenamente las actividades deportivas.

“Bailar sin miedo y comer sin culpa”

El que el Poni Club se enuncie como un espacio libre de gordofobia y repiense cómo hacer ejercicio para las experiencias corporales atravesadas por la gordura ha llevado a que reciban comentarios de que supuestamente fomentan estilos de vida no saludables. Pero, en palabras de Gordas Sin Chaqueta, así como delgada no es sinónimo de salud, gorda tampoco lo es de enfermedad.

Tanto para los fundadores del gimnasio, como para las integrantes de la colectiva, el problema radica en la creencia de que cuando una persona gorda se ejercita, su único propósito debe ser bajar de peso y talla. “Generalmente, las imágenes de las personas gordas utilizadas en relación con lo deportivo es del ‘antes’ de lo que ‘estás trabajando para no ser’. Esos son símbolos que generan ambientes hostiles y formas de rechazo sobre nuestras corporalidades que nos indican que lo que somos está mal y que deberíamos corregirlo”, afirma Silvia Quintero, politóloga y parte de la colectiva.

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Según el Instituto Canario de Igualdad, la gordofobia es el odio, rechazo y violencia que sufren las personas gordas por el hecho de ser gordas. Es una discriminación que se fundamenta sobre prejuicios respecto a los hábitos, costumbres y salud de las personas gordas. Además, se nutren de la creencia de que el cuerpo gordo responde a una “falta de voluntad o de autocuidado, de no hacer el esfuerzo suficiente para ser delgado, motivo por el cual merece rechazo”.

Vergüenza, miedo y culpa son algunas palabras recurrentes que surgen al conversar sobre la actividad física y la imposición del adelgazamiento. Para Marcela Salas, activista lesbiana, gorda y machorra, ser una mujer gorda implica tener una relación con el deporte de amores y odios, sin embargo, que haya espacios que no estén centrados en el peso, sino más bien enfocados al movimiento ayuda a reconectar con el cuerpo y soltar experiencias dolorosas o difíciles.

Tanto Ari como Marcela coinciden en que el Poni Club se ha convertido en un espacio en el que las sensaciones de los cuerpos diversos se ponen en el centro. “Es poder decir sin vergüenza ‘la panza se me atraviesa en este movimiento’ y no sentirlo como algo malo porque sabes que las otras personas pueden entenderte y también aconsejarte”, dice Marcela. Por su parte, entre risas, Ari confiesa que encontrarse con otra persona trans y reconocer que “se me mueve esto o se me ve aquello es crucial para sentir que valgo y soy reconocido plenamente en espacios deportivos”, concluye.

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En menos de un año, este gimnasio se ha empezado a consolidar como una red de apoyo. En sus redes sociales se leen comentarios de personas que aseguran que hace mucho tiempo no tenían un acercamiento con el ejercicio y que en el Poni lo han disfrutado. Asimismo, han llamado la atención de varias organizaciones y activistas del país. El pasado mes de junio, en alianza con Furia Marica, una colectiva del departamento del Cauca, realizaron un encuentro de “Fútbol para todxs” y un taller sobre salud y deporte enfocado a personas trans y/o cuerpos no normativos en Popayán.

“Fue súper inesperado, sobre todo recordando que el Cauca es un territorio muy fuerte para habitar siendo cuerpos disidentes. Sin embargo, siento que por lo menos la ciudad cambió un día para esas personas trans, cuerpas gordas y mujeres que querían caer a un espacio seguro a disfrutar”, reflexiona Dré. Por eso, el sueño que tienen sus creadores es que el Poni se replique tanto como sea necesario, manteniendo los principios de ser un espacio absolutamente pensado para satisfacer necesidades de cuerpos no hegemónicos, que no excluye a las otras personas.

Mariana Escobar Bernoske

Por Mariana Escobar Bernoske

Comunicadora social con énfasis en periodismo y producción sonora/radiofónica. Ha participado en investigaciones sobre Derechos Humanos desde una perspectiva feminista y de género. Tiene estudios en el Centro Latinoamericano de Derechos Humanos y la Universidad de Strathclyde.mescobarb@elespectador.com

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