“Sin activismo, la política no tiene contenido”: edilesa samaria y feminista
Como edilesa de Santa Marta, Ana Karina Castañeda, abogada feminista y abiertamente LGBTIQ+, se ha propuesto instalar una agenda por la erradicación de las violencias basadas en género dentro de la política local de la capital de Magdalena.
Mariana Escobar Bernoske
Feminista, abogada y ambientalista son los adjetivos con los que se presenta Ana Karina Castañeda, edilesa de la localidad 2 de la ciudad de Santa Marta. Para ella, iniciar un segundo periodo en la Junta Administradora Local (JAL) no solo representa triunfo personal, sino también es muestra de cómo la política local samaria está volcando su atención hacia la lucha por la equidad de género y la protección de los derechos de los animales.
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Dice que las calles son su oficina y que la juntanza es necesaria para gestionar un cambio real en su comunidad, por eso, se enuncia desde un feminismo popular. Durante el último periodo, Castañeda gestionó jornadas de salud preventiva que beneficiaron a más de 900 personas en su localidad. Además, lideró el rescate y adopción de 100 animales que habían sido víctimas de maltrato y abandono en la ciudad.
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Para este nuevo cuatrienio administrativo, una de sus banderas es la defensa de los derechos de las mujeres y las personas LGBTIQ+. La abogada y activista samaria es una de las 22 personas LGBTIQ+ que resultaron electas en las pasadas elecciones, según la campaña Voto por la Igualdad de Caribe Afirmativo. Si bien ella representó la mayor votación del Partido Alianza Social Independiente a una JAL en Santa Marta, su campaña electoral la realizó sin el apoyo del partido político. El Espectador dialogó con ella sobre su trayectoria política y lo que espera para el periodo 2024-2027.
¿Cómo llega al mundo del activismo?
Mi camino inició siendo la estudiante indisciplinada, la que se prestaba todo el tiempo para el desorden, la que defendía a los compañeros y compañeras de los profesores, la que tenía un liderazgo “problemático” porque así lo llamaron en el colegio. Esa vocación me llevó a desear ser abogada y mientras estudiaba mi liderazgo fue tomando madurez haciendo política social, defendiendo los derechos de los animales y del medio ambiente.
Hace siete años, decidí unirme al movimiento feminista cuando empecé a conocer a otras mujeres que me recibieron con muchísimo amor e iniciamos a soñar y construir organizaciones sociales, procesos pedagógicos, activismo. Ahí, en este encuentro, empecé a darme cuenta del valor político y transformador que tiene la juntanza de mujeres, personas trans, identidades diversas y en esas encontré unas poderosas conexiones.
¿Ese liderazgo “problemático” fue lo que la motivó a incursionar en la política local?
Yo quería hacer política, pero no quería hacer política electoral. Nunca me imaginé ni en escenarios hipotéticos habitar este lugar. Pero, en 2017, llegué a la Red de Incidencia Política Nosotras Ahora, en la que confluyen más de 100 lideresas de todo el país. Cuando conocí a todas estas mujeres decidí lanzarme como edilesa. Fueron esas mujeres que, como yo, están en las regiones luchando por el reconocimiento de sus procesos, de sus luchas, de su liderazgo; mujeres que se pelean con el patriarcado a toda máquina. Todas ellas y la resistencia que encarnan, me permitieron estar aquí haciendo política. Sin activismo, la política no tiene contenido.
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¿Cuáles son los retos de desempeñarse como mujer feminista y abiertamente LGBTIQ+ en un escenario político como el de Santa Marta?
Con esa pregunta, siempre se viene una avalancha de recuerdos y temas que abruman un montón, pues las mujeres que dan el paso de disputarnos la acción política en calle, a la acción política en lo gubernamental electoral, nos familiarizamos con un sabor agridulce. Por un lado, están los procesos feministas, la juntanza que motiva los avances, ya sean grandes o pequeños, que hacen que esta lucha en lo político adquiera sentido. Pero, por otro lado, día a día tenemos que romper las barreras que nos frenan, combatir los efectos emocionales, físicos, psicológicos de la violencia política.
Es frecuente sentirnos solas porque somos muy pocas en estos espacios, por lo que avanzar en la priorización de una agenda feminista en nuestras corporaciones es muy complejo. Aparte de esto, tenemos el reto también de romper con los estigmas de ser una persona con orientación sexual diversa en el Caribe, una región marcada por profundos roles de género, machistas y patriarcales. Tenemos que vivir afrontando esta sobreexigencia que se espera de nosotras, y eso me parece muy injusto.
¿Qué es lo que más disfruta del cargo que ocupa?
Estar en las calles. Me encanta “patonearme” los barrios, tener conversaciones con la gente en sus casas; escucharles directamente e imaginar juntas, juntos y juntes cómo es posible vivir mejor. Desarrollar desde la autogestión comunitaria esas pequeñas actividades, porque desde este cargo no podemos intervenir de manera estructural.
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En este momento, ¿cuál cree que ha sido su mayor aprendizaje?
Cuidar el corazón. Este trabajo pasa factura porque, así como es de linda, la política también es triste y agotadora. Te enfrentas con realidades que te limitan en recursos, con el patriarcado que te niega a escalar en la corporación en la que tu gente te eligió. Las personas siempre están necesitando un apoyo porque somos el político más cercano a la comunidad y no encuentras el espacio para hacer una pausa. Por eso, también hay que ponerse un límite, exigirse descansar para cuidar de una misma y esto se nos olvida muchas veces.
¿Qué es lo primero que piensa hacer este 2024?
Yo hice una campaña con un principio grande de realidad y explicándole a la gente que, desde la JAL, por temas de descentralización administrativa, estábamos muy limitados. Pero, asumí un compromiso en esta corporación, y en otros espacios de participación en los que confluyo, por defender una agenda social que promueva la defensa de los derechos de la mujer y las personas LGBTIQ+ enfocada en el trabajo de cuidado y la erradicación de violencias basadas de género; la protección del medio ambiente, de los animales; y por supuesto el control político a los presupuestos y acciones de gobierno de cara a los 500 años de esta ciudad.
Finalmente, ¿cómo describe a Santa Marta?
Santa Marta es una ciudad hermosa, es mi raíz. Aquí he crecido y he trabajado rodeada de la fuerza del mar, la brisa que baja de la sierra. Pues yo reconozco que es una ciudad con muchísimas complejidades, pero aun así me ha dado la oportunidad de crear varios proyectos políticos de distintas áreas. Entonces, para mí, Santa Marta, lo es todo.
Feminista, abogada y ambientalista son los adjetivos con los que se presenta Ana Karina Castañeda, edilesa de la localidad 2 de la ciudad de Santa Marta. Para ella, iniciar un segundo periodo en la Junta Administradora Local (JAL) no solo representa triunfo personal, sino también es muestra de cómo la política local samaria está volcando su atención hacia la lucha por la equidad de género y la protección de los derechos de los animales.
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Dice que las calles son su oficina y que la juntanza es necesaria para gestionar un cambio real en su comunidad, por eso, se enuncia desde un feminismo popular. Durante el último periodo, Castañeda gestionó jornadas de salud preventiva que beneficiaron a más de 900 personas en su localidad. Además, lideró el rescate y adopción de 100 animales que habían sido víctimas de maltrato y abandono en la ciudad.
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Para este nuevo cuatrienio administrativo, una de sus banderas es la defensa de los derechos de las mujeres y las personas LGBTIQ+. La abogada y activista samaria es una de las 22 personas LGBTIQ+ que resultaron electas en las pasadas elecciones, según la campaña Voto por la Igualdad de Caribe Afirmativo. Si bien ella representó la mayor votación del Partido Alianza Social Independiente a una JAL en Santa Marta, su campaña electoral la realizó sin el apoyo del partido político. El Espectador dialogó con ella sobre su trayectoria política y lo que espera para el periodo 2024-2027.
¿Cómo llega al mundo del activismo?
Mi camino inició siendo la estudiante indisciplinada, la que se prestaba todo el tiempo para el desorden, la que defendía a los compañeros y compañeras de los profesores, la que tenía un liderazgo “problemático” porque así lo llamaron en el colegio. Esa vocación me llevó a desear ser abogada y mientras estudiaba mi liderazgo fue tomando madurez haciendo política social, defendiendo los derechos de los animales y del medio ambiente.
Hace siete años, decidí unirme al movimiento feminista cuando empecé a conocer a otras mujeres que me recibieron con muchísimo amor e iniciamos a soñar y construir organizaciones sociales, procesos pedagógicos, activismo. Ahí, en este encuentro, empecé a darme cuenta del valor político y transformador que tiene la juntanza de mujeres, personas trans, identidades diversas y en esas encontré unas poderosas conexiones.
¿Ese liderazgo “problemático” fue lo que la motivó a incursionar en la política local?
Yo quería hacer política, pero no quería hacer política electoral. Nunca me imaginé ni en escenarios hipotéticos habitar este lugar. Pero, en 2017, llegué a la Red de Incidencia Política Nosotras Ahora, en la que confluyen más de 100 lideresas de todo el país. Cuando conocí a todas estas mujeres decidí lanzarme como edilesa. Fueron esas mujeres que, como yo, están en las regiones luchando por el reconocimiento de sus procesos, de sus luchas, de su liderazgo; mujeres que se pelean con el patriarcado a toda máquina. Todas ellas y la resistencia que encarnan, me permitieron estar aquí haciendo política. Sin activismo, la política no tiene contenido.
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¿Cuáles son los retos de desempeñarse como mujer feminista y abiertamente LGBTIQ+ en un escenario político como el de Santa Marta?
Con esa pregunta, siempre se viene una avalancha de recuerdos y temas que abruman un montón, pues las mujeres que dan el paso de disputarnos la acción política en calle, a la acción política en lo gubernamental electoral, nos familiarizamos con un sabor agridulce. Por un lado, están los procesos feministas, la juntanza que motiva los avances, ya sean grandes o pequeños, que hacen que esta lucha en lo político adquiera sentido. Pero, por otro lado, día a día tenemos que romper las barreras que nos frenan, combatir los efectos emocionales, físicos, psicológicos de la violencia política.
Es frecuente sentirnos solas porque somos muy pocas en estos espacios, por lo que avanzar en la priorización de una agenda feminista en nuestras corporaciones es muy complejo. Aparte de esto, tenemos el reto también de romper con los estigmas de ser una persona con orientación sexual diversa en el Caribe, una región marcada por profundos roles de género, machistas y patriarcales. Tenemos que vivir afrontando esta sobreexigencia que se espera de nosotras, y eso me parece muy injusto.
¿Qué es lo que más disfruta del cargo que ocupa?
Estar en las calles. Me encanta “patonearme” los barrios, tener conversaciones con la gente en sus casas; escucharles directamente e imaginar juntas, juntos y juntes cómo es posible vivir mejor. Desarrollar desde la autogestión comunitaria esas pequeñas actividades, porque desde este cargo no podemos intervenir de manera estructural.
Podría interesarle: “Las mujeres tendrían que tener más alas”: Piedad Bonnett
En este momento, ¿cuál cree que ha sido su mayor aprendizaje?
Cuidar el corazón. Este trabajo pasa factura porque, así como es de linda, la política también es triste y agotadora. Te enfrentas con realidades que te limitan en recursos, con el patriarcado que te niega a escalar en la corporación en la que tu gente te eligió. Las personas siempre están necesitando un apoyo porque somos el político más cercano a la comunidad y no encuentras el espacio para hacer una pausa. Por eso, también hay que ponerse un límite, exigirse descansar para cuidar de una misma y esto se nos olvida muchas veces.
¿Qué es lo primero que piensa hacer este 2024?
Yo hice una campaña con un principio grande de realidad y explicándole a la gente que, desde la JAL, por temas de descentralización administrativa, estábamos muy limitados. Pero, asumí un compromiso en esta corporación, y en otros espacios de participación en los que confluyo, por defender una agenda social que promueva la defensa de los derechos de la mujer y las personas LGBTIQ+ enfocada en el trabajo de cuidado y la erradicación de violencias basadas de género; la protección del medio ambiente, de los animales; y por supuesto el control político a los presupuestos y acciones de gobierno de cara a los 500 años de esta ciudad.
Finalmente, ¿cómo describe a Santa Marta?
Santa Marta es una ciudad hermosa, es mi raíz. Aquí he crecido y he trabajado rodeada de la fuerza del mar, la brisa que baja de la sierra. Pues yo reconozco que es una ciudad con muchísimas complejidades, pero aun así me ha dado la oportunidad de crear varios proyectos políticos de distintas áreas. Entonces, para mí, Santa Marta, lo es todo.