“Sin revolución cultural, las torturas seguirán existiendo”: activista trans

Fabián Tello, hombre trans y activista en Ecuador, asegura que se necesita un cambio cultural para acabar con las terapias de conversión, que en Colombia se han intentado prohibir con una ley, que se ha hundido dos veces en el Congreso.

Pilar Cuartas Rodríguez
26 de junio de 2024 - 01:00 p. m.
Fabián Tello es activista del movimiento antirracista y trans.
Fabián Tello es activista del movimiento antirracista y trans.
Foto: Archivo particular
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Fabián Tello estudia antropología cultural, es activista del movimiento antirracista y trans, donde empezó su andar político. También es vicepresidente de la organización Fraternidad Transmasculina (FTM) del Ecuador y durante estos días está en Asunción, Paraguay, exponiendo la realidad que viven las personas transmasculinas en el marco de la Asamblea General de la Organización de los Estados Americanos (OEA) y de forma paralela en el Foro Interamericano contra la Discriminación, de la organización Raza e Igualdad.

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Así como a la mayoría de las personas transmasculinas, a Fabián le costó ponerle nombre a su identidad porque no tenía referentes. A sus 10 años, empezó a hacerse muchas preguntas, porque sabía que era “diferente”, pero no sabía cómo nombrar esa diferencia. Desconocía el significado de ser trans. “Yo siempre digo que soy una lesbiana jubilada, porque crecí pensando que era la única opcion de entrar a un espectro de la masculinidad y validar esa atracción a las mujeres”, recuerda en diálogo con este diario.

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Pero Fabián no era una mujer, era un hombre. Y eso empezó a cambiar cuando vio un documental acerca de la vida de Jazz Jennings, una joven transgénero en Estados Unidos. Su hermana lo estaba viendo y él preguntó ¿qué es ser trans? Ella le explicó que Jaz era “una niña, pero había nacido en el cuerpo de un niño”. “Yo dije wow, suena rarísimo. Dentro de mí supe que me pasaba lo mismo, pero al revés”, asegura Fabián. Algunos años después, confirmó que ser un hombre trans era posible, porque se hizo viral la historia del hijo de la cantante venezolana Karina.

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En entrevista con El Espectador, el activista cuenta más sobre su lucha y las discusiones alrededor de la identidad de género en América Latina.

En algunos países se ha debatido sobre la autonomía de las niñas, los niños y adolescentes para decidir sobre su identidad de género. Se cree a veces que aún no tienen “la madurez” para identificarse. ¿Qué opinas de esto?

La discusión está mal orientada, porque la mayoría de personas cuando se preguntan cosas sobre niñas, niños y adolescentes trans, se preguntan sobre procesos hormonales, que sí, son súper importantes para muchas personas trans, pero no todas los queremos. Por ende, no todos los niños y las niñas van a necesitar hormonas en su momento y no hay que seguir pensando que, si hay un niño trans, la prioridad deben ser las hormonas.

Al contrario, creo que es muy sano para los niños trans crecer en espacios que les permitan descubrir y experimentar con su identidad, porque eso significa que van a tener un sostén, en el que, si descubren que son trans, van a poder continuar con su proceso de transición, al menos social. Es decir, van a tener un espacio seguro en el que puedan libremente ya no ser Juana sino Juan. Los niños necesitan espacios donde se sientan contenidos, apoyados para poder descubrirse.

Las identidades transmasculinas son uno de los sectores sociales más invisibilizados incluso al interior de la población LGBTIQ+. ¿Por qué crees que es así?

Primero, por un tema histórico, al menos en el Ecuador. La despenalización de la homosexualidad en el año 97 fue gracias a las mujeres trans. Entonces, la historia trans del país gira alrededor de ellas y con mucha razón, porque fueron quienes pusieron el cuerpo en la calle para conseguir derechos. Pero eso significa muchas veces que el foco está sobre un solo tipo de identidad trans. Cuando se piensa en personas trans, pensamos en un tipo de persona trans y no es un hombre trans.

La segunda razón es que los hombres y las mujeres trans tenemos realidades distintas en el sentido de la visibilidad. La testosterona es una hormona muy invasiva en el cuerpo, que cambia radicalmente cómo te ves. A los tres o cuatro meses puede que tu voz y cara hayan cambiado mucho, contrario a lo que sucede con los estrógenos y la prolactina, que usan la mayoría de mujeres trans Es más fácil para los hombres trans  mimetizarse en la sociedad que para las mujeres trans.

La tercera razón es que no tenemos las mismas condiciones de vida. Como los hombres trans podemos pasar desapercibidos, es difícil rastrear a la población transmasculina que existe en el Ecuador, nuestras estadísticas siempre van a ser dudosas para generar políticas públicas. Además, seguimos siendo un país transfóbico y muchos hombres trans optan por no ser visibles, porque es peligroso. Es más fácil fingir que eres un hombre cisgénero y no vincularte para nada con espacios LGBTI, para que no te acosen en el transporte público, no te griten cosas, no te peguen. Pero significa que, a la hora en la que tú vayas al médico y tengas que contarle que eres un hombre trans, vivas una violencia silenciosa.

¿Cuáles consideras que son los temas más urgentes a la hora de abordar las realidades de las personas transmaculinas?

El derecho a la identidad, porque finalmente significa que un Estado te reconoce como ciudadano y tus derechos. El tema con la identidad trans en el Ecuador es compleja porque, por un lado, las personas trans tenemos el derecho a ir al Registro Civil a cambiar nuestros nombres y el sexo en la cédula. Pero cuando eres un hombre trans, haces el cambio y vas a los servicios del Ministerio de Salud Pública a solicitar una cita para ginecología, no te la dan porque consideran que solo es para sexo femenino. Creo que hay que cambiar esa categoría para el reconocimiento pleno de la identidad.

¿En qué consiste el proyecto de la Fraternidad Trans Masculina?

Nos concentramos actualmente en crear una comunidad para que los chicos trans puedan compartir su experiencia y sentirse acompañados en el tránsito y salir del clóset con la familia. También tenemos un proyecto regional con Perú, Bolivia y Brasil, llamado “Mi salud trans masculina importa”, para levantar datos sobre el acceso a la salud en población transmasculina; para crear espacios de conocimiento, como por ejemplo hablar sobre qué debería tratarme un ginecólogo o cómo puedo masculinizar mi cuerpo; y para diseñar una base de datos a nivel regional de médicos y especialistas que atienden a personas transmasculinas.

¿Por qué es tan importante unirse con otros en estos espacios?

Para mí, es personalmente importante porque yo no tenía referentes de hombres trans en el Ecuador, ni tenía idea de quiénes eran los hombres trans en el mundo. Tener referentes con los que puedas conversar brinda la posibilidad de pensarte un mejor proyecto de vida, porque, cuando yo estaba en mi proceso de autodescubrimiento y tránsito, lo que escuchaba en las noticias es que las personas trans no tenemos proyectos de vida, pareja o trabajo, que estamos mal de la cabeza, que mentimos a la gente, que nunca vamos a poder ir a la universidad. Cuando eres joven, te crees eso que escuchas.

Pero conversar con compañeros trans te permite ver como fulano tiene un trabajo o pareja, que está haciendo una maestría, que tenemos derecho a hacer proyectos de vida. Crear una comunidad te permite acercarte a personas que sean como tú, ver que hay muchas formas de ser transmasculino.

Las cirugías para modificar los cuerpos en los procesos de transición muchas veces no están cubiertas por los sistemas públicos de salud. ¿Consideras que deberían estar incluidas y por qué?

Sí, deberían estar incluidas porque para muchas personas tiene beneficios a nivel de salud, no solo a nivel físico, sino psicoemocional. Para muchos chicos trans, habitar un cuerpo que no se asemeja a la manera en que ellos desean verse implica cuadros de depresión o ansiedad. Entonces, tener acceso a la salud pública para modificar nuestros cuerpos es mejorar la calidad de vida.

En Colombia se planea crear una ley trans, ¿la consideras necesaria?

No diría que es sumamente necesaria, porque siempre hay más estrategias legales. Una estrategia legal que le ha servido a muchos países es crear leyes integrales trans, que a lo mejor muchas veces salen bien porque son específicamente para población trans. Pero también se puede intentar trabajar sobre las leyes para incluir a la población trans. Por ejemplo, modificar una norma que ya existe sobre el acceso para el aborto en las mujeres para agregar a las personas trans. Todos los países deberían tener ingenierías jurídicas que permitan a las personas trans acceder a los derechos, pero no creo que las leyes integrales trans sean el único camino.

Hablemos por último sobre las terapias de conversión. El Congreso de Colombia intentó prohibirlas a través de una ley y considerarlas tortura, pero el proyecto de cayó. ¿Conoce este tipo de terapias?

No son terapias, son tortura. No se puede cambiar lo que una persona es. Un proceso de tortura no puede cambiar la manera en la que te has construido, como concibes que eres. Esas torturas buscan coaccionar a las personas para que sean quienes no son. Sin un cambio en el imaginario colectivo y una revolución cultural, esos centros de tortura pueden seguir existiendo, porque mientras las personas sigan creyendo que se puede cambiar la orientación sexual o la identidad, que es pecado o enfermedad, la ley puede decir lo que quiera, pero los centros van a seguir existiendo.

*Esta entrevista fue posible gracias a la invitación de la organización Raza e Igualdad a su Foro Interamericano contra la Discriminación, llevado a cabo en Paraguay, en el marco de la Asamblea General de la OEA.

Pilar Cuartas Rodríguez

Por Pilar Cuartas Rodríguez

Periodista y abogada. Coordina la primera sección de “género y diversidad” de El Espectador, que produce Las Igualadas y La Disidencia. También ha sido redactora de Investigación. @pilar4aspcuartas@elespectador.com

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