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“Darse cuenta de que existen unas generaciones de jóvenes en el país que te respetan por cómo tú misma te identificas, indiferentemente de cómo te veas, me hace sentir muy agradecida”, dice Maura Alzate, mujer trans y funcionaria para la oficina delegada de Infancia, Adolescencia y Vejez de la Defensoría del Pueblo. Actualmente, es la única persona trans en la entidad e integra el Sindicato de Defensoras y Defensores de Derechos Humanos de la Defensoría del Pueblo (SINDHEP).
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Oriunda de Medellín, no concibe su vida sin poder dedicarse a la promoción y defensa de los derechos humanos. Incursionó en el activismo en el 2006 en un colectivo que se llamaba “De-formación” donde discutían sobre lo que significa la disidencia sexual y de género. Hacia 2010, fundó la organización “La Manada Disidente”, y en 2015 fue candidata al Concejo de su ciudad natal. Aunque no logró los votos suficientes para la curul, logró la tercera votación más alta en la lista conjunta de la Unión Patriótica y el Polo Democrático ese año.
Según ella, llegó a la Defensoría del Pueblo, o la “casa de los derechos humanos” como le gusta llamarle, por cosas del destino. En 2017, una amiga la invitó a un Círculo de la Palabra de las Juventudes, un evento de la entidad en el que, por medio del diálogo intergeneracional, se busca conocer las perspectivas de la población sobre los derechos humanos y la construcción de paz en el país. Maura, desde el activismo, había participado en la creación de la Ley Estatutaria de Ciudadanía Juvenil, y ese fue el vínculo para incorporarse en la Defensoría.
Pero cuando fue nombrada funcionaria pública de la entidad le pidieron evitar que se inscribiera a alguna organización sindical. “A nadie se le puede forzar a no estar o pertenecer a un sindicato. Las personas, libremente, pueden ser parte de las colectivas sindicales en cualquier momento que lo requieran. Pasaron dos meses desde que comencé mi trabajo y me uní a un sindicato. En ese momento, eso no les gustó mucho a mis jefes, pero creo que ha sido una de las experiencias más hermosas”, comparte Maura en entrevista con El Espectador.
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Sin embargo, “sindicalista” y “trans” son palabras que aún poseen una carga negativa para muchas personas en el país. Por una parte, las personas con experiencia de vida trans son víctimas de discriminación y violencia por prejuicio debido a su identidad de género. Según la Comisión Interamericana de Derechos Humanos (CIDH), la experiencia de vida de esta población en Colombia no supera los 35 años; además, en lo que va corrido de 2024, al menos 16 mujeres trans han sido asesinadas de acuerdo a Caribe Afirmativo. Asimismo, la Organización Internacional del Trabajo (OIT) asegura que el país es uno de los más peligrosos del mundo para las agrupaciones sindicales, debido a las violencias gremiales y número de asesinatos a líderes.
Por esto, para Maura, ser sindicalista ha resultado incluso en más agresiones que por ser una mujer con experiencia de vida trans. Aunque ha sufrido discriminación al interior de la entidad debido a su expresión de género como mujer trans y ha tenido que pedir que le respeten sus pronombres, ella comparte que es una “sindicalista amenazada”. Esto, a raíz de las denuncias que el SINDHEP ha realizado sobre presuntos actos de corrupción al interior de la Defensoría del Pueblo, específicamente contra el anterior defensor, Carlos Camargo.
Maura relata que ha sido víctima de lesiones personales, seguimientos, hurtos y amenazas derivadas por su acción sindical. Aunque se siente supremamente orgullosa de su trabajo en la entidad, reconoce que es frustrante que, dentro de la organización que vela por los derechos de todas las personas, ocurran este tipo de violencias y discriminación. Aun así, señala que contar con el apoyo del sindicato al que pertenece le permite “defender nuestro espacio y dignidad como defensoras de derechos humanos y, en lo personal, trabajar para que más personas diversas estemos en la entidad”.
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Colombia es uno de los países de la región más avanzados en el reconocimiento de derechos de poblaciones diversas en materia de inclusión laboral. No obstante, en la práctica, las personas con orientaciones sexuales e identidades de género diversas aún enfrentan importantes desafíos para acceder y mantenerse en el mercado laboral en igualdad de condiciones. Datos de la Cámara de la Diversidad y el Centro Nacional de Consultoría revelan que el desempleo en la población LGBTIQ+ es cuatro puntos porcentuales mayor que el de la población general.
Maura es una de las protagonistas de la exposición fotográfica “Trabajo Incluyente es Trabajo Decente”, gestada por la OIT y el Ministerio del Trabajo. Las fotos destacan la trayectoria de 12 personas y dos equipos de trabajo LGBTIQ+ reconocidos en diferentes áreas como las artes, el emprendimiento, el sindicalismo y el sector público, con el fin de resaltar cómo la inclusión de la diversidad en el mundo del trabajo es un factor clave para aumentar la productividad. La exposición estará abierta al público hasta el 30 de octubre en la Casa LGBTIQ+ Sebastián Romero, ubicada en la localidad de Teusaquillo en Bogotá y se planea que se convierta en una exposición itinerante en diversos espacios de la ciudad.
En lo personal, ella señala que asumirse públicamente como mujer trans fue una decisión que tomó para estar tranquila. Le molesta que algunas personas esperen que encaje en estereotipos tradicionales sobre la feminidad, como si eso fuera lo que validara su experiencia de vida como mujer. Por razones de salud, decidió suspender su tratamiento hormonal de afirmación de género.
“Decido no continuar con ellas [las hormonas], pero siento que ya hice todo mi tránsito hasta donde me siento bien. Me preguntan cuándo me voy a operar y son preguntas constantes, incluso hasta entre amigas trans, porque vivimos en una sociedad machista y binaria. Pero debo decir que en este momentom la mujer trans que soy se siente feliz y orgullosa de la mujer que es, del aspecto que tiene, del cuerpo que habita, y por cómo se ve”, reflexiona Maura.
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Actualmente, está cursando una especialización en Derecho Internacional Humanitario y Derechos Humanos. Reconoce que es un privilegio tener la posibilidad de acceder a la universidad sin tener que ocultar su identidad. Por ello, asegura que la manera de cerrar la brecha laboral para las personas con identidades de género diversas se logrará garantizando el derecho a la educación.
Su trabajo en la Defensoría del Pueblo con poblaciones jóvenes pone en evidencia que las personas LGBTIQ+ no son únicamente expertas en temas de sexualidad o de género. Para ella, ha sido gratificante ver cómo, en medio de contextos complejos y de violencias que se experimentan en los territorios, las nuevas generaciones le apuestan a dignificar la vida, entendiendo la diversidad como parte fundamental de los seres humanos. “Creo que sigue expandiéndose la República del Amor, como le llamo yo. Desde la juntanza y el trabajo colectivo, se puede generar un cambio tangible en nuestras vidas”, concluye Maura.