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“¿Quién tiene la verdad sobre mi cuerpo? Solo yo”, afirma Álex Rodríguez. Él es una persona transmasculina y su identidad de género es la forma en que se ha permitido expresar sin obligarse a encajar y entender que no hay un solo modo de habitar este mundo. Sabe que su experiencia de vida resulta disruptiva para muchos, por eso, a partir de la fotografía y de responder preguntas incómodas, pretende mostrar que es mucho más que la etiqueta “trans”.
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Álex fue uno de los rostros de la campaña “Trans-cender”, de la organización AID FOR AIDS y la Corporación Universitaria Taller 5, que se realizó en el marco de la conmemoración del Mes de la Visibilidad Trans. Aunque hoy las personas trans son más visibles, sus vidas e identidades siguen estando cargadas de desconocimiento, estereotipos y prejuicios sobre cómo se deberían ver y actuar.
En especial, si se pone el foco hacia los hombres trans, es decir, quienes al nacer su sexo asignado fue femenino, pero al crecer se identifican como hombres, ellos resultan invisibilizados o una “minoría” incluso al interior de esta población. Según los datos del Registro Voluntario LGBTIQ+ del Departamento Administrativo Nacional de Estadística (DANE), los hombres trans y personas transmasculinas representan el 1,7% de las personas con identidades de género y orientaciones sexuales diversas.
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Hace 14 años, Álex se presentó públicamente como una persona transmasculina. Llevaba mucho tiempo cuestionando su identidad y su apariencia física, pero, para él, ni siquiera era una posibilidad pensar en que podía ser un hombre. “Decía: Quiero ser una mujer barbuda’”, comparte con este diario. Álex no sabía que existían los hombres trans, hasta que conoció al colectivo “Entre tránsitos”. Desde entonces, comenzó a reflexionar sobre la masculinidad y a entender que no se trataba simplemente de tener barba.
“Inicialmente, a mí me costaba mucho imaginarme llegar a ser un hombre. O bueno, no sabía si quería ser un hombre, pero lo que sí tenía claro es que no quería ser mujer”, cuenta. Él creía que, al cambiar toda su ropa y presentarse súper masculino, podría ser libre. Pero, una vez asumió su tránsito, sin necesariamente empezar un tratamiento hormonal, cayó en cuenta que para él identificarse como una persona transgénero no necesariamente significaba aspirar a una hombría tradicional y que cosas tan sencillas como pensar a qué baño entrar hacían parte de ese fluir por el género.
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Los tránsitos de género no tienen un fin, ni mucho menos una forma correcta para afirmar que alguien es trans. Así como hay personas que sienten que acceder a procedimientos médico-quirúrgicos es algo vital, para otras, son procedimientos a los que no deberían ser sometidas para encajar en cómo la sociedad considera que debe verse un hombre y una mujer. Y esto aplica también para el querer cambiarse el nombre e incluso la ropa que utilizan. “Por ejemplo, el tema del componente sexo en la cédula. A mí no me interesa para nada cambiarlo porque me parece una forma de validar mi experiencia de vida trans”, señala Álex.
Al preguntarle qué significa la masculinidad para él, responde que no lo tiene claro, es algo que se construye. Cuenta que así como hay días que le gusta vestirse formal con traje y corbata, de repente al siguiente día puede llegar en falda y entaconado. Lo describe como la manera en que se ha reconciliado con su cuerpo e identidad. Esa experimentación es algo que le gusta plasmar en su fotografía.
Para él, ser una persona con experiencia de vida trans, enunciarse públicamente como tal y “cargar esa bandera”, es algo que en muchas ocasiones es estratégico. En otros momentos, resulta absolutamente necesario y en la mayoría es algo de lo que se siente absolutamente orgulloso. Asimismo, considera que haberse cuestionado tanto el tema de diversidad sexual y de género le permite ver que, de cierto modo, todas las personas llevan algún tránsito en sus vidas. Por eso, a preguntas sobre ¿cómo sabe qué es trans?, responde con “¿cómo sé que no lo soy? o ¿quién dice que en unos años no querré verme o expresarme diferente?”.
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“Yo creo que parte del activismo que me gusta llevar hoy día es responder las preguntas en mi cotidianidad; preguntas incómodas; preguntas inocentes; preguntas que de repente pueden ser escuetas para otras personas o activistas trans; preguntas que nos podrían hacer sentir vulnerables o al mismo tiempo tranquilos en la calle, en la tienda, en el bus. Pero es que hay mucha desinformación sobre lo trans y genuinamente la gente tiene preguntas loquísimas porque nunca han interactuado con una persona trans. Entonces, si no respondo yo que soy transgénero, ¿quién los va a sacar de esa duda?”, concluye Álex.