¿Una fundación para “cancelados”? Fabián Sanabria ante nueva denuncia por violación
El académico Fabián Sanabria se pronuncia ante una nueva denuncia en su contra por violación. Anuncia que creará una fundación para hombres “de alto prestigio” que, como él, han recibido sanción social y desvirtúa las acusaciones por ser tardías. Sin embargo, expertas explican por qué nunca es tarde para denunciar y desmienten la existencia de una “cultura de cancelación”.
José David Escobar Franco
El pasado 23 de mayo, se presentó en la Fiscalía una nueva denuncia por violencia sexual contra el académico Fabián Sanabria, exdecano de Ciencias Humanas de la Universidad Nacional de Colombia. Se le señala de supuestos delitos sexuales. El testimonio comparte elementos con otras cuatro denuncias anteriores que han llegado a instancias judiciales: había una relación de subordinación con Sanabria, quien invitó al denunciante a su apartamento con un pretexto académico o laboral, y allí presuntamente habría ocurrido la violencia sexual. El Espectador conoció el testimonio, publicado también por Volcánicas, y, además, contrastó con Sanabria, quien negó los señalamientos y acusó una supuesta conspiración vengativa en su contra.
Esta es la historia
Santiago* comenzó su pregrado en Antropología en el segundo semestre de 2008 en la Facultad de Ciencias Humanas de la Universidad Nacional, sede Bogotá. Para ese entonces, recién se había nombrado a Fabián Sanabria como decano de esa facultad. Su nombramiento fue noticia porque se trataba del primer hombre abiertamente gay que ocupaba un puesto directivo en la universidad.
Santiago no tenía muchos recursos, por eso en agosto de 2009, una vez cumplió 18 años, se dio a la tarea de buscar trabajo. De acuerdo con su relato, en febrero de 2010, recibió en su correo institucional un mensaje con una convocatoria para monitor académico en la decanatura. Este monitor debía hablar francés y haber cursado cuatro semestres de ciencias humanas o artes. Le faltaba finalizar el cuarto semestre, pero aun así aplicó. Afirma que esa misma semana fue llamado a entrevista con el decano.
Fabián Sanabria lo recibió en su oficina en el edificio Rogelio Salmona de la Universidad Nacional. Esa fue su primera interacción en persona. La entrevista fue en francés. “Remarqué bien un frecuente gesto que él tiende a hacer cuando se siente atraído por un hombre: mandar pequeños besos con la boca”, recuerda. Se sintió incómodo con el gesto, pero en ese momento para él la prioridad era el dinero y aprovechar la oportunidad para crecer profesionalmente junto a un académico prestigioso. Salió de la entrevista y, minutos después, lo llamaron al celular para informarle que lo habían seleccionado para la monitoría.
Se dirigió de inmediato a la decanatura para hacer los trámites y se quedó a solas con el decano, quien le dictó sus tareas. Asegura que, en ese momento, Sanabria le ofreció alcohol, elogió su apariencia y le coqueteó. Al salir, les contó a sus amigos lo sucedido y ellos se burlaron, encontraban cómico que Santiago hubiera confirmado los ya famosos rumores de que el decano era un “acosador”. Él, en cambio, se sintió avergonzado y prefirió no contarle a nadie más lo que sucedía.
El 27 de febrero hubo una reunión de un grupo académico que Fabián Sanabria coordinaba. Fue en el apartamento de Sanabria, en el sector de Las Aguas en el centro de Bogotá. Santiago afirma recordar que el profesor le pidió que se quedara para cuadrar algo de la universidad y que, cuando los asistentes se fueron, sucedió lo siguiente: Sanabria comenzó una serie de acercamientos sexuales: primero le contó anécdotas de lo que para él eran hazañas eróticas con otros subordinados, que Santiago considera abuso. Luego, según el relato del entonces estudiante, comenzó a manosearlo y, finalmente, trató de besarlo. Sanabria le propuso que fueran novios, a lo que él le respondió que ya tenía un novio. Sanabria se molestó y le ordenó que terminara esa relación, bajo la amenaza de echarlo si no accedía. Se sentía indefenso, “no tuve más opción que decirle que sí”, recuerda Santiago. Esa noche, además, asegura que Sanabria lo violó.
Esa semana, Santiago obedeció a su jefe, comenzó un noviazgo con él y terminó con su novio. El joven describe esa relación como una de total dominación en la que Sanabria supuestamente lo llenaba de regalos, invitaciones, controlaba sus horarios, sus amistades y lo obligaba a tener sexo con él. Lo que Sanabria consideró un noviazgo, para él era una tortura. “Yo no estaba en esa relación por voluntad propia, eran las dificultades económicas las que me habían forzado a aceptar ese vínculo”, afirma en el testimonio publicado por Volcánicas.
La violencia sexual se habría detenido luego de una aguda neumonía que Sanabria padeció en septiembre de 2010. Aún así, el noviazgo siguió hasta febrero de 2012, cuando Santiago reunió los regalos que Sanabria le había dado, se los devolvió y terminó la relación.
Desde 2013, ya graduado, Santiago trabajó de nuevo subordinado a Sanabria, cuando este último era director del Instituto Colombiano de Antropología e Historia (ICANH), hasta 2016, cuando se mudó a Francia. Allí, entre 2016 y 2019, los dos se reencontraron amistosamente. Hasta que, en 2020, el colectivo Las que luchan, un grupo conformado por estudiantes de la Universidad Nacional y la activista y antropóloga Mónica Godoy, hicieron una investigación sobre acoso sexual de profesores hacia estudiantes en esa institución, la cual resultó en una denuncia ante la Fiscalía y otra ante las autoridades universitarias contra ocho profesores, incluido Sanabria. Estas denuncias resultaron en la imputación de cargos contra Sanabria en 2022, por el caso de Steeven López.
Santiago vio las noticias y vio en ellas elementos de su propia vivencia. Asistió a psicoterapia y, poco a poco, fue capaz de llamar lo que había vivido como violencia sexual y denunciarlo.
La respuesta de Fabián Sanabria
El Espectador contrastó este testimonio con Fabián Sanabria, quien solo accedió a hablar de manera presencial, en su apartamento en Las Aguas, en presencia de sus abogados y grabando él mismo con cámara. Para entrar y salir del edificio, como coinciden en señalar las víctimas, se requiere siempre usar una llave.
Sanabria lo niega todo. Descalifica a los medios de comunicación que han cubierto su caso. Afirma que el denunciante le guarda rencor y que sus motivaciones serían una venganza porque le pidió plata y él no accedió. Dice, además, que las denuncias tienen razones políticas, pues Cielo Rusinque, exdirectora del Departamento de Prosperidad Social y cercana al presidente Petro, fue su abogada. Sanabria afirma que durante el noviazgo que mantuvieron se sintió correspondido. Si bien confirma que conoció a Santiago cuando éste era su monitor, dice que el noviazgo, a diferencia de la versión de Santiago, comenzó en julio de 2010, cuando Sanabria dejó de ser decano y tomó un sabático, y no en febrero de ese año, durante la monitoría. Antes de eso, asevera, la relación era académica.
También considera que, si las denuncias en su contra tienen elementos similares, no es porque sigan un patrón de comportamiento de él sino, más bien, porque los casos presentados por el colectivo Las que luchan -los cuales califica de “fantásticos”- fueron maquinados sistemáticamente. Por eso, cuenta que “en este apartamento se están reuniendo cancelados de alto prestigio y queremos configurar una fundación a escala internacional para hacer frente a estos procesos de la cultura woke y de la cancelación”.
Sanabria no cuenta quiénes son esos ‘cancelados de alto prestigio’, pero afirma que son bastante famosos y “curiosamente, un montón de profesores, sobre todo, nos están contactando”. Añade que quieren hacer un documental sobre su experiencia, en la que se consideran víctimas de tribunales ad hoc. De concretarse, la fundación brindaría escucha y asesoría psicosocial, laboral, legal y jurídica a los “cancelados” y buscaría internacionalizar su causa.
Pero… ¿existe la cancelación?
La denominada “cultura de la cancelación” es una forma de sanción social en la que hay un llamado masivo, usualmente, en redes sociales, para “no amplificar, publicitar, ni dar apoyo económico” a una persona cuya conducta es rechazada ampliamente. Así lo define Lisa Nakamura, investigadora en temas de género de la Universidad de Míchigan. Generalmente, personas denunciadas por agresiones sexuales o discursos de odio se quejan del fenómeno que, como lo afirma Sanabria, atribuyen al auge del feminismo y el movimiento progresista o ‘woke’. Sin embargo, las sanciones sociales generalizadas no son fenómenos nuevos. “Antes, la sociedad rechazaba a las mujeres infieles, trabajadoras sexuales, homosexuales, entre otros. Pero ahora que la moral ha cambiado, se sancionan conductas antes toleradas como la violencia sexual”, afirma Catalina Ruiz-Navarro, directora de Volcánicas, medio que publicó la primicia de la denuncia.
Si bien Sanabria se queja de la existencia de “tribunales ad hoc” en la opinión pública, para Ruiz-Navarro es iluso esperar que la gente no siente una posición frente a la noticia de una acusación aún antes de una sentencia de una corte. Aún así, el desprestigio contra Sanabria no ha sido unánime ni los señalamientos en su contra se han traducido en su silenciamiento o la pérdida de su trabajo. El académico todavía ejerce como profesor asociado de tiempo completo en la Universidad Nacional, posee un canal de YouTube con más de 60 mil seguidores donde sus videos acumulan miles de vistas, y una cuenta de Twitter con más de 6 mil seguidores. Eso sí, ahora da clases de manera remota, pues la universidad debió hacer con él esa excepción “por razones de seguridad laboral, tanto del docente como de la comunidad universitaria”, según reza en la respuesta a un derecho de petición firmado por el hoy decano de la facultad, Carlos Páramo.
En cambio, Steeven López, cuya denuncia contra Sanabria está hoy en tribunales, debió refugiarse fuera del país tras hacer públicas sus denuncias. Algo que, de acuerdo con Catalina Ruiz-Navarro, es común en muchas de las víctimas de violencia sexual que, a través de Volcánicas, han denunciado sus casos. El estigma, la revictimización, la duda frente al testimonio, las acusaciones de motivos ocultos, son algunas de las situaciones que viven quienes denuncian.
Precisamente, para Sanabria, que Santiago no hubiera denunciado cuando sucedieron los hechos desvirtúa su testimonio. Cuando se le responde que su posición de poder como decano y profesor puede disuadir a una víctima de denunciar, Sanabria replica que “en el decanato no estaba en una posición de poder, sino de servicio”. Esto pese a que el artículo 36 del Estatuto General de la Universidad Nacional establece que el decano “es la autoridad responsable de la dirección académica y administrativa de la Facultad” y puede nombrar el personal de la facultad y evaluar a los estudiantes, según el artículo 37.
Durante lo que duró el noviazgo, e incluso después, Santiago acompañó a Sanabria a eventos, se tomó fotos con él en las que se veía sonriente, viajó con él y lo cuidó cuando contrajo neumonía. Sanabria se hace preguntas que regularmente se usan para poner en tela de juicio los testimonios de víctimas de violencia sexual. ¿Cómo estuvo tanto tiempo con un hombre que supuestamente lo violaba? ¿Por qué accedió a trabajar con su presunto agresor y verse nuevamente con él? Para él, estas preguntas implican que lo que se denuncia es falso. Sin embargo, expertas en el tema difieren.
Nunca es tarde para denunciar
Para Nathalia Poveda Rodríguez, abogada de la Red Jurídica Feminista, que las denuncias contra Sanabria ocurran años después de sucedidos los hechos, no les resta credibilidad. “Aún si el tiempo lleva a la prescripción de los delitos en términos penales, en casos de violencia sexual, el testimonio de la víctima suele ser la prueba central, pues como la agresión ocurre en la intimidad no hay otros testigos”, explica.
“Tras los actos de violencia sexual hay relaciones de poder, pues son actos de dominio. Si en el contexto el agresor ya tiene poder y confianza con la víctima, ese poder puede minar el consentimiento y doblegar la voluntad”, añade Poveda.
Un estudio de la Delegación del Gobierno de España para la Violencia de Género encontró que, en promedio, las víctimas de violencia sexual suelen tardar entre ocho y diez años para denunciar que fueron agredidas. Las razones incluyen miedo a la reacción del agresor, no autorreconocerse como víctima, sentirse responsable de lo sucedido, pensar que no le iban a creer y vergüenza de contar lo sucedido. Ese estudio se realizó con mujeres víctimas, pero si se hiciera con hombres podría ser aún mayor el tiempo para denunciar, pues la violencia sexual ejercida contra hombres es menos frecuente y más estigmatizada.
En Colombia, la Fiscalía tiene en consideración esa realidad y, por eso, en sus protocolos para atención de violencia sexual, indica que no es cierto que los hombres no sean víctimas de violencia sexual y que esta creencia errónea se debe a un estereotipo de género dominante de que los hombres están “en total control sobre sí mismos y sobre otros”. “Con independencia del tiempo transcurrido desde los hechos de violencia sexual, una vez que se tenga noticia (…), la policía judicial debe considerar el caso como urgente”, establece la Fiscalía.
Santiago afirma que pudo denunciar y “llamar las cosas por su nombre”, es decir, reconocer su caso como uno de violencia sexual, tras años de psicoterapia. Lisa Gómez, doctora en estudios políticos y experta en violencia sexual, explica que las víctimas tardan en denunciar como un resultado “del miedo, la vergüenza, el contexto y la historia propia de la víctima”. Gómez recuerda el concepto del “tiempo propio de las víctimas”, de la jurista Julissa Mantilla Falcón, que ha sido perita ante la Corte Interamericana de Derechos Humanos en temas de violencia sexual. “Es necesario respetar y comprender el tiempo propio que las víctimas requieren para comprender lo sucedido, entender que no es su culpa y que la vergüenza y el miedo no la deben sentir ellas como víctimas, sino sus agresores”, afirma Gómez.
Desde que el grupo Las que luchan presentó su informe contra Fabián Sanabria, se han presentado al menos cinco denuncias en Fiscalía. Tres de ellas prescribieron, es decir, pasó el plazo en el que se podían denunciar ese tipo de delitos. La de Santiago, la más reciente, está en indagación previa y la denuncia por violación de Steeven López está vigente y en audiencias. Sanabria, además, tiene una denuncia por hostigamiento contra Mónica Godoy, en fase de indagación preliminar.
Sanabria tiene también seis procesos en la Veeduría Disciplinaria de la Universidad Nacional tras quejas en su contra. De acuerdo con la respuesta a un derecho de petición contestado a este diario, dos están abiertos. Uno de ellos es el de Santiago. Por ninguno de esos casos se han implementado procesos disciplinarios. En el auto del 22 de agosto de 2022, en el cual se ordenó el archivo por prescripción de tres de los casos de investigación disciplinaria contra Sanabria, la Procuraduría ordenó también investigar penalmente a Fernando Agustín Villareal González, funcionario de la Veeduría Disciplinaria. Esto por “presuntas irregularidades en el desarrollo de la investigación (...) contra Sanabria”, tales como inacción, omisión de pruebas y vulneración de los derechos de la víctima, las cuales habrían demorado los procesos y resultado en su archivo.
*Nombre cambiado para proteger la identidad de la fuente.
El pasado 23 de mayo, se presentó en la Fiscalía una nueva denuncia por violencia sexual contra el académico Fabián Sanabria, exdecano de Ciencias Humanas de la Universidad Nacional de Colombia. Se le señala de supuestos delitos sexuales. El testimonio comparte elementos con otras cuatro denuncias anteriores que han llegado a instancias judiciales: había una relación de subordinación con Sanabria, quien invitó al denunciante a su apartamento con un pretexto académico o laboral, y allí presuntamente habría ocurrido la violencia sexual. El Espectador conoció el testimonio, publicado también por Volcánicas, y, además, contrastó con Sanabria, quien negó los señalamientos y acusó una supuesta conspiración vengativa en su contra.
Esta es la historia
Santiago* comenzó su pregrado en Antropología en el segundo semestre de 2008 en la Facultad de Ciencias Humanas de la Universidad Nacional, sede Bogotá. Para ese entonces, recién se había nombrado a Fabián Sanabria como decano de esa facultad. Su nombramiento fue noticia porque se trataba del primer hombre abiertamente gay que ocupaba un puesto directivo en la universidad.
Santiago no tenía muchos recursos, por eso en agosto de 2009, una vez cumplió 18 años, se dio a la tarea de buscar trabajo. De acuerdo con su relato, en febrero de 2010, recibió en su correo institucional un mensaje con una convocatoria para monitor académico en la decanatura. Este monitor debía hablar francés y haber cursado cuatro semestres de ciencias humanas o artes. Le faltaba finalizar el cuarto semestre, pero aun así aplicó. Afirma que esa misma semana fue llamado a entrevista con el decano.
Fabián Sanabria lo recibió en su oficina en el edificio Rogelio Salmona de la Universidad Nacional. Esa fue su primera interacción en persona. La entrevista fue en francés. “Remarqué bien un frecuente gesto que él tiende a hacer cuando se siente atraído por un hombre: mandar pequeños besos con la boca”, recuerda. Se sintió incómodo con el gesto, pero en ese momento para él la prioridad era el dinero y aprovechar la oportunidad para crecer profesionalmente junto a un académico prestigioso. Salió de la entrevista y, minutos después, lo llamaron al celular para informarle que lo habían seleccionado para la monitoría.
Se dirigió de inmediato a la decanatura para hacer los trámites y se quedó a solas con el decano, quien le dictó sus tareas. Asegura que, en ese momento, Sanabria le ofreció alcohol, elogió su apariencia y le coqueteó. Al salir, les contó a sus amigos lo sucedido y ellos se burlaron, encontraban cómico que Santiago hubiera confirmado los ya famosos rumores de que el decano era un “acosador”. Él, en cambio, se sintió avergonzado y prefirió no contarle a nadie más lo que sucedía.
El 27 de febrero hubo una reunión de un grupo académico que Fabián Sanabria coordinaba. Fue en el apartamento de Sanabria, en el sector de Las Aguas en el centro de Bogotá. Santiago afirma recordar que el profesor le pidió que se quedara para cuadrar algo de la universidad y que, cuando los asistentes se fueron, sucedió lo siguiente: Sanabria comenzó una serie de acercamientos sexuales: primero le contó anécdotas de lo que para él eran hazañas eróticas con otros subordinados, que Santiago considera abuso. Luego, según el relato del entonces estudiante, comenzó a manosearlo y, finalmente, trató de besarlo. Sanabria le propuso que fueran novios, a lo que él le respondió que ya tenía un novio. Sanabria se molestó y le ordenó que terminara esa relación, bajo la amenaza de echarlo si no accedía. Se sentía indefenso, “no tuve más opción que decirle que sí”, recuerda Santiago. Esa noche, además, asegura que Sanabria lo violó.
Esa semana, Santiago obedeció a su jefe, comenzó un noviazgo con él y terminó con su novio. El joven describe esa relación como una de total dominación en la que Sanabria supuestamente lo llenaba de regalos, invitaciones, controlaba sus horarios, sus amistades y lo obligaba a tener sexo con él. Lo que Sanabria consideró un noviazgo, para él era una tortura. “Yo no estaba en esa relación por voluntad propia, eran las dificultades económicas las que me habían forzado a aceptar ese vínculo”, afirma en el testimonio publicado por Volcánicas.
La violencia sexual se habría detenido luego de una aguda neumonía que Sanabria padeció en septiembre de 2010. Aún así, el noviazgo siguió hasta febrero de 2012, cuando Santiago reunió los regalos que Sanabria le había dado, se los devolvió y terminó la relación.
Desde 2013, ya graduado, Santiago trabajó de nuevo subordinado a Sanabria, cuando este último era director del Instituto Colombiano de Antropología e Historia (ICANH), hasta 2016, cuando se mudó a Francia. Allí, entre 2016 y 2019, los dos se reencontraron amistosamente. Hasta que, en 2020, el colectivo Las que luchan, un grupo conformado por estudiantes de la Universidad Nacional y la activista y antropóloga Mónica Godoy, hicieron una investigación sobre acoso sexual de profesores hacia estudiantes en esa institución, la cual resultó en una denuncia ante la Fiscalía y otra ante las autoridades universitarias contra ocho profesores, incluido Sanabria. Estas denuncias resultaron en la imputación de cargos contra Sanabria en 2022, por el caso de Steeven López.
Santiago vio las noticias y vio en ellas elementos de su propia vivencia. Asistió a psicoterapia y, poco a poco, fue capaz de llamar lo que había vivido como violencia sexual y denunciarlo.
La respuesta de Fabián Sanabria
El Espectador contrastó este testimonio con Fabián Sanabria, quien solo accedió a hablar de manera presencial, en su apartamento en Las Aguas, en presencia de sus abogados y grabando él mismo con cámara. Para entrar y salir del edificio, como coinciden en señalar las víctimas, se requiere siempre usar una llave.
Sanabria lo niega todo. Descalifica a los medios de comunicación que han cubierto su caso. Afirma que el denunciante le guarda rencor y que sus motivaciones serían una venganza porque le pidió plata y él no accedió. Dice, además, que las denuncias tienen razones políticas, pues Cielo Rusinque, exdirectora del Departamento de Prosperidad Social y cercana al presidente Petro, fue su abogada. Sanabria afirma que durante el noviazgo que mantuvieron se sintió correspondido. Si bien confirma que conoció a Santiago cuando éste era su monitor, dice que el noviazgo, a diferencia de la versión de Santiago, comenzó en julio de 2010, cuando Sanabria dejó de ser decano y tomó un sabático, y no en febrero de ese año, durante la monitoría. Antes de eso, asevera, la relación era académica.
También considera que, si las denuncias en su contra tienen elementos similares, no es porque sigan un patrón de comportamiento de él sino, más bien, porque los casos presentados por el colectivo Las que luchan -los cuales califica de “fantásticos”- fueron maquinados sistemáticamente. Por eso, cuenta que “en este apartamento se están reuniendo cancelados de alto prestigio y queremos configurar una fundación a escala internacional para hacer frente a estos procesos de la cultura woke y de la cancelación”.
Sanabria no cuenta quiénes son esos ‘cancelados de alto prestigio’, pero afirma que son bastante famosos y “curiosamente, un montón de profesores, sobre todo, nos están contactando”. Añade que quieren hacer un documental sobre su experiencia, en la que se consideran víctimas de tribunales ad hoc. De concretarse, la fundación brindaría escucha y asesoría psicosocial, laboral, legal y jurídica a los “cancelados” y buscaría internacionalizar su causa.
Pero… ¿existe la cancelación?
La denominada “cultura de la cancelación” es una forma de sanción social en la que hay un llamado masivo, usualmente, en redes sociales, para “no amplificar, publicitar, ni dar apoyo económico” a una persona cuya conducta es rechazada ampliamente. Así lo define Lisa Nakamura, investigadora en temas de género de la Universidad de Míchigan. Generalmente, personas denunciadas por agresiones sexuales o discursos de odio se quejan del fenómeno que, como lo afirma Sanabria, atribuyen al auge del feminismo y el movimiento progresista o ‘woke’. Sin embargo, las sanciones sociales generalizadas no son fenómenos nuevos. “Antes, la sociedad rechazaba a las mujeres infieles, trabajadoras sexuales, homosexuales, entre otros. Pero ahora que la moral ha cambiado, se sancionan conductas antes toleradas como la violencia sexual”, afirma Catalina Ruiz-Navarro, directora de Volcánicas, medio que publicó la primicia de la denuncia.
Si bien Sanabria se queja de la existencia de “tribunales ad hoc” en la opinión pública, para Ruiz-Navarro es iluso esperar que la gente no siente una posición frente a la noticia de una acusación aún antes de una sentencia de una corte. Aún así, el desprestigio contra Sanabria no ha sido unánime ni los señalamientos en su contra se han traducido en su silenciamiento o la pérdida de su trabajo. El académico todavía ejerce como profesor asociado de tiempo completo en la Universidad Nacional, posee un canal de YouTube con más de 60 mil seguidores donde sus videos acumulan miles de vistas, y una cuenta de Twitter con más de 6 mil seguidores. Eso sí, ahora da clases de manera remota, pues la universidad debió hacer con él esa excepción “por razones de seguridad laboral, tanto del docente como de la comunidad universitaria”, según reza en la respuesta a un derecho de petición firmado por el hoy decano de la facultad, Carlos Páramo.
En cambio, Steeven López, cuya denuncia contra Sanabria está hoy en tribunales, debió refugiarse fuera del país tras hacer públicas sus denuncias. Algo que, de acuerdo con Catalina Ruiz-Navarro, es común en muchas de las víctimas de violencia sexual que, a través de Volcánicas, han denunciado sus casos. El estigma, la revictimización, la duda frente al testimonio, las acusaciones de motivos ocultos, son algunas de las situaciones que viven quienes denuncian.
Precisamente, para Sanabria, que Santiago no hubiera denunciado cuando sucedieron los hechos desvirtúa su testimonio. Cuando se le responde que su posición de poder como decano y profesor puede disuadir a una víctima de denunciar, Sanabria replica que “en el decanato no estaba en una posición de poder, sino de servicio”. Esto pese a que el artículo 36 del Estatuto General de la Universidad Nacional establece que el decano “es la autoridad responsable de la dirección académica y administrativa de la Facultad” y puede nombrar el personal de la facultad y evaluar a los estudiantes, según el artículo 37.
Durante lo que duró el noviazgo, e incluso después, Santiago acompañó a Sanabria a eventos, se tomó fotos con él en las que se veía sonriente, viajó con él y lo cuidó cuando contrajo neumonía. Sanabria se hace preguntas que regularmente se usan para poner en tela de juicio los testimonios de víctimas de violencia sexual. ¿Cómo estuvo tanto tiempo con un hombre que supuestamente lo violaba? ¿Por qué accedió a trabajar con su presunto agresor y verse nuevamente con él? Para él, estas preguntas implican que lo que se denuncia es falso. Sin embargo, expertas en el tema difieren.
Nunca es tarde para denunciar
Para Nathalia Poveda Rodríguez, abogada de la Red Jurídica Feminista, que las denuncias contra Sanabria ocurran años después de sucedidos los hechos, no les resta credibilidad. “Aún si el tiempo lleva a la prescripción de los delitos en términos penales, en casos de violencia sexual, el testimonio de la víctima suele ser la prueba central, pues como la agresión ocurre en la intimidad no hay otros testigos”, explica.
“Tras los actos de violencia sexual hay relaciones de poder, pues son actos de dominio. Si en el contexto el agresor ya tiene poder y confianza con la víctima, ese poder puede minar el consentimiento y doblegar la voluntad”, añade Poveda.
Un estudio de la Delegación del Gobierno de España para la Violencia de Género encontró que, en promedio, las víctimas de violencia sexual suelen tardar entre ocho y diez años para denunciar que fueron agredidas. Las razones incluyen miedo a la reacción del agresor, no autorreconocerse como víctima, sentirse responsable de lo sucedido, pensar que no le iban a creer y vergüenza de contar lo sucedido. Ese estudio se realizó con mujeres víctimas, pero si se hiciera con hombres podría ser aún mayor el tiempo para denunciar, pues la violencia sexual ejercida contra hombres es menos frecuente y más estigmatizada.
En Colombia, la Fiscalía tiene en consideración esa realidad y, por eso, en sus protocolos para atención de violencia sexual, indica que no es cierto que los hombres no sean víctimas de violencia sexual y que esta creencia errónea se debe a un estereotipo de género dominante de que los hombres están “en total control sobre sí mismos y sobre otros”. “Con independencia del tiempo transcurrido desde los hechos de violencia sexual, una vez que se tenga noticia (…), la policía judicial debe considerar el caso como urgente”, establece la Fiscalía.
Santiago afirma que pudo denunciar y “llamar las cosas por su nombre”, es decir, reconocer su caso como uno de violencia sexual, tras años de psicoterapia. Lisa Gómez, doctora en estudios políticos y experta en violencia sexual, explica que las víctimas tardan en denunciar como un resultado “del miedo, la vergüenza, el contexto y la historia propia de la víctima”. Gómez recuerda el concepto del “tiempo propio de las víctimas”, de la jurista Julissa Mantilla Falcón, que ha sido perita ante la Corte Interamericana de Derechos Humanos en temas de violencia sexual. “Es necesario respetar y comprender el tiempo propio que las víctimas requieren para comprender lo sucedido, entender que no es su culpa y que la vergüenza y el miedo no la deben sentir ellas como víctimas, sino sus agresores”, afirma Gómez.
Desde que el grupo Las que luchan presentó su informe contra Fabián Sanabria, se han presentado al menos cinco denuncias en Fiscalía. Tres de ellas prescribieron, es decir, pasó el plazo en el que se podían denunciar ese tipo de delitos. La de Santiago, la más reciente, está en indagación previa y la denuncia por violación de Steeven López está vigente y en audiencias. Sanabria, además, tiene una denuncia por hostigamiento contra Mónica Godoy, en fase de indagación preliminar.
Sanabria tiene también seis procesos en la Veeduría Disciplinaria de la Universidad Nacional tras quejas en su contra. De acuerdo con la respuesta a un derecho de petición contestado a este diario, dos están abiertos. Uno de ellos es el de Santiago. Por ninguno de esos casos se han implementado procesos disciplinarios. En el auto del 22 de agosto de 2022, en el cual se ordenó el archivo por prescripción de tres de los casos de investigación disciplinaria contra Sanabria, la Procuraduría ordenó también investigar penalmente a Fernando Agustín Villareal González, funcionario de la Veeduría Disciplinaria. Esto por “presuntas irregularidades en el desarrollo de la investigación (...) contra Sanabria”, tales como inacción, omisión de pruebas y vulneración de los derechos de la víctima, las cuales habrían demorado los procesos y resultado en su archivo.
*Nombre cambiado para proteger la identidad de la fuente.