La lucha por los derechos de las mujeres en un mundo cambiante
Este año se cumplen 30 años de un hecho que sentó precedentes en la lucha por los derechos de las mujeres: la Declaración y Plataforma de Beijing. En el marco del Día Internacional de la Mujer, Beatriz Quintero, activista y cofundadora de la Red Nacional de Mujeres, quien fue partícipe de este hito, reflexiona sobre los desafíos que hoy persisten.
Beatriz H Quintero G
Hace treinta años, la IV Conferencia Mundial sobre la Mujer en Beijing marcó un hito histórico en la lucha por los derechos de las mujeres. Este evento no solo fue un espacio de discusión política, sino también un encuentro cultural y humano sin precedentes, que dejó una huella profunda en quienes tuvimos la oportunidad de participar, transformando nuestras vidas y el movimiento feminista global.
Reuniendo a mujeres de todos los rincones del mundo, la conferencia se convirtió en un mosaico de expresiones culturales, idiomas y vestidos tradicionales, una poderosa evidencia de la diversidad y unidad en la lucha por la igualdad. Fue un recordatorio de que, aunque nuestras realidades son distintas, nuestras luchas por la igualdad son compartidas. Además, la conferencia demostró cómo la globalización puede ser una fuerza positiva, conectando a personas de diferentes culturas y contextos para trabajar por un objetivo común. Para muchas mujeres de América Latina, incluidas las colombianas, representó una ventana al mundo y una oportunidad para posicionar nuestras demandas en un escenario global.
La adopción de la Declaración y Plataforma de Acción de Beijing fue un logro histórico. Este documento estableció, luego de numerosas discusiones y negociaciones entre las delegadas oficiales de los diferentes países, un programa detallado para el empoderamiento de las mujeres y la igualdad de género en 12 áreas críticas, como la lucha contra la pobreza, la educación, la salud y la violencia de género. Sin embargo, su implementación ha enfrentado numerosos obstáculos en los países; en especial en Colombia, donde ejerzo mi activismo feminista, aún queda mucho por hacer.
La Plataforma de Acción de Beijing, adoptada en 1995, sigue siendo un referente global para la igualdad de género, pero su implementación a nivel mundial enfrenta desafíos significativos. Los grupos antiderechos y conservadores buscan revertir avances, atacando principalmente los derechos sexuales y reproductivos, promoviendo discursos misóginos y aliándose con fuerzas autoritarias. En el caso de Colombia, hemos observado que la falta de voluntad política para cumplir los compromisos alcanzados y para reducir las brechas existentes entre hombres y mujeres hace que los recursos asignados sean insuficientes para su implementación, mientras que los mecanismos de rendición de cuentas siguen siendo débiles.
Las desigualdades estructurales, como la brecha salarial, la carga desproporcionada del trabajo de cuidados no remunerado y el acceso limitado a educación y salud, siguen afectando a las mujeres colombianas, especialmente en las comunidades más vulnerables. La violencia de género y los feminicidios siguen siendo una pandemia que se agrava con las nuevas formas de violencia digital, lo que plantea nuevos desafíos.
Así, la Plataforma de Beijing sigue siendo un faro, pero su implementación plena requiere enfrentar desafíos complejos. El feminismo debe evolucionar, fortalecer alianzas globales y adaptarse a nuevos contextos para garantizar que los derechos de las mujeres sean una realidad en todo el mundo. La lucha continúa, pero la esperanza y la determinación feminista siguen siendo nuestra mayor fuerza.
Al conmemorar los 30 años de la Conferencia de Beijing, es importante recordar que la lucha por la igualdad de género es un camino largo y complejo. Hemos logrado avances significativos, pero aún queda mucho por hacer. Debemos seguir trabajando juntas, con esperanza y determinación, para construir un mundo donde todas las mujeres y niñas vivan libres, seguras y con igualdad de oportunidades.
La Conferencia de Beijing fue un momento de deslumbramiento y esperanza. Hoy, esa esperanza y el deseo de avanzar siguen vivos, impulsándonos a seguir adelante en la lucha por un futuro más justo, con igualdad y libertad sobre nuestros cuerpos.

Hace treinta años, la IV Conferencia Mundial sobre la Mujer en Beijing marcó un hito histórico en la lucha por los derechos de las mujeres. Este evento no solo fue un espacio de discusión política, sino también un encuentro cultural y humano sin precedentes, que dejó una huella profunda en quienes tuvimos la oportunidad de participar, transformando nuestras vidas y el movimiento feminista global.
Reuniendo a mujeres de todos los rincones del mundo, la conferencia se convirtió en un mosaico de expresiones culturales, idiomas y vestidos tradicionales, una poderosa evidencia de la diversidad y unidad en la lucha por la igualdad. Fue un recordatorio de que, aunque nuestras realidades son distintas, nuestras luchas por la igualdad son compartidas. Además, la conferencia demostró cómo la globalización puede ser una fuerza positiva, conectando a personas de diferentes culturas y contextos para trabajar por un objetivo común. Para muchas mujeres de América Latina, incluidas las colombianas, representó una ventana al mundo y una oportunidad para posicionar nuestras demandas en un escenario global.
La adopción de la Declaración y Plataforma de Acción de Beijing fue un logro histórico. Este documento estableció, luego de numerosas discusiones y negociaciones entre las delegadas oficiales de los diferentes países, un programa detallado para el empoderamiento de las mujeres y la igualdad de género en 12 áreas críticas, como la lucha contra la pobreza, la educación, la salud y la violencia de género. Sin embargo, su implementación ha enfrentado numerosos obstáculos en los países; en especial en Colombia, donde ejerzo mi activismo feminista, aún queda mucho por hacer.
La Plataforma de Acción de Beijing, adoptada en 1995, sigue siendo un referente global para la igualdad de género, pero su implementación a nivel mundial enfrenta desafíos significativos. Los grupos antiderechos y conservadores buscan revertir avances, atacando principalmente los derechos sexuales y reproductivos, promoviendo discursos misóginos y aliándose con fuerzas autoritarias. En el caso de Colombia, hemos observado que la falta de voluntad política para cumplir los compromisos alcanzados y para reducir las brechas existentes entre hombres y mujeres hace que los recursos asignados sean insuficientes para su implementación, mientras que los mecanismos de rendición de cuentas siguen siendo débiles.
Las desigualdades estructurales, como la brecha salarial, la carga desproporcionada del trabajo de cuidados no remunerado y el acceso limitado a educación y salud, siguen afectando a las mujeres colombianas, especialmente en las comunidades más vulnerables. La violencia de género y los feminicidios siguen siendo una pandemia que se agrava con las nuevas formas de violencia digital, lo que plantea nuevos desafíos.
Así, la Plataforma de Beijing sigue siendo un faro, pero su implementación plena requiere enfrentar desafíos complejos. El feminismo debe evolucionar, fortalecer alianzas globales y adaptarse a nuevos contextos para garantizar que los derechos de las mujeres sean una realidad en todo el mundo. La lucha continúa, pero la esperanza y la determinación feminista siguen siendo nuestra mayor fuerza.
Al conmemorar los 30 años de la Conferencia de Beijing, es importante recordar que la lucha por la igualdad de género es un camino largo y complejo. Hemos logrado avances significativos, pero aún queda mucho por hacer. Debemos seguir trabajando juntas, con esperanza y determinación, para construir un mundo donde todas las mujeres y niñas vivan libres, seguras y con igualdad de oportunidades.
La Conferencia de Beijing fue un momento de deslumbramiento y esperanza. Hoy, esa esperanza y el deseo de avanzar siguen vivos, impulsándonos a seguir adelante en la lucha por un futuro más justo, con igualdad y libertad sobre nuestros cuerpos.
Por Beatriz H Quintero G
